Joaquín de la Torre terminó de romper con Agustín Romo y los libertarios y retiró a su diputado del bloque de La Libertad Avanza en la Legislatura bonaerense.
El diputado Juan José Esper, ex secretario de Seguridad de San Miguel, abandonó el bloque que preside Romo en la Cámara baja bonaerense en una jugada que termina de confirmar el alejamiento entre el grupo de De la Torre y Javier Milei.
De la Torre había puesto a su hermano Pablo como el secretario de Niñez de la Nación dentro del ministerio de Capital Humano. Era en los hechos quien absorbió las funciones del extinto ministerio de Desarrollo Social. Pero Pablo de la Torre fue echado por Sandra Pettovello en medio de denuncias de sobresueldos que significaron la primera crisis de corrupción de la era libertaria. La denunciante entonces fue la subsecretaria de Legales de Pettovello, Leila Gianni, hoy candidata a concejal de los libertarios en La Matanza.
Pese a esa salida abrupta, Joaquín de la Torre siguió vinculado al gobierno por medio de Santiago Caputo y Romo, que tiene su base política en San Miguel, el municipio que controla el ex ministro de María Eugenia Vidal desde hace casi 20 años.
Juan José Esper y Agustín Romo se sientan juntos en la Cámara baja bonaerense.
En abril de este año De la Torre comenzó a alejarse del armado libertario, cuando abandonó el bloque de La Libertad Avanza en el Senado bonaerense por diferencias con Sebastián Pareja, el encargado de la estrategia electoral libertaria en la provincia.
Pero también había empezado a tener discrepancias con Las Fuerzas del Cielo, que con Romo a la cabeza buscan disputarle la hegemonía en San Miguel. El cierre de listas bonaereneses fue la evidencia de ese alejamiento: los libertarios presentaron una lista contra el intendente Jaime Méndez, delfín de De la Torre, que en esta ocasción jugó al vecinalismo luego de coquetear también con el frente Somos de Facundo Manes y Juan Schiaretti.
La jugada de Las Fuerzas del Cielo también tuvo gusto a poco. LPO explicó que Romo ni siquiera logró controlar la lista de concejales de San Miguel, desplazado por el armado que Karina Milei concentró en las manos de Sebastián Pareja.
Lo que quedaba de la alianza entre los De la Torre y Romo se terminó de esfumar en las últimas horas con la salida de Esper del bloque.
Este texto es un fragmento de la introducción al libro Una historia de cómo nos endeudamos, escrito por Ariel Wilkis, decano de la Escuela IDAES, y editado por Siglo XXI (24/5/24).
¿Cuáles deudas importan?
Durante mucho tiempo, la deuda pública o soberana absorbió la atención intelectual, política y periodística en la Argentina, en detrimento de una historia que requería también ser narrada y cuyo relato se propone de aquí en más. Había razones objetivas para ello. Desde fines de los setenta, la Argentina ingresó en una espiral de endeudamiento externo crónico que condicionó los instrumentos de la política económica y la vida de amplios sectores de la sociedad. En muchos trabajos anteriores, algunos de ellos retomados en próximas secciones, he señalado que las altas y bajas finanzas no son realidades autónomas entre sí sino vinculadas entre sí, aunque esos nexos no sean ni directos ni mecánicos. Una historia de las deudas es también una entrada privilegiada para retratar otra cara de la más conocida historia de la deuda, un hilo para guiarse en el laberinto de sus ramificaciones en la sociedad y política argentinas.
Otro impedimento para narrar la historia de las deudas de los hogares argentinos ha sido la atención y el interés desviados al estudio de la inflación. La escasa proporción del crédito (medida en relación con el PBI) del cual desde hace décadas han podido beneficiarse las familias argentinas ha llevado a los economistas a dedicar poco de su tiempo a las deudas originadas con el sistema bancario formal. En no pocas ocasiones fui testigo directo de esa expresa indiferencia estadística. “En la Argentina, las deudas de las familias no son un problema”, me respondían colegas economistas, con los datos del BCRA en una mano y con los datos de inflación del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) en la otra. La dinámica inflacionaria que condicionó la historia de las deudas a ambos lados del mostrador, limitando el crédito formal y pulverizando los ingresos, ha sido (y todavía es) un emergente de una puja distributiva. Las tensiones recurrentes del tipo de cambio son un indicador clave del desencuentro entre las aspiraciones materiales de los sectores medios y populares y las posibilidades económicas para concretarlas, del desfase entre la programación económica anticíclica y la recurrente escasez de las divisas necesarias para el desarrollo social y económico sostenible que las políticas se fijan como objetivo, según lo ha analizado el economista Pablo Gerchunoff en El Dipló (2020). Ante esta restricción externa, sobre el tipo de cambio se proyectan los ganadores y perdedores. Esta historia describe el vaivén entre un tipo de cambio que fatalmente desemboca en retraso para no interrumpir el acceso de sectores populares y medios a bienes y servicios con precio en dólares, y un tipo de cambio alto que favorece la competitividad del sector externo argentino a costa de cercenar el bienestar de esos mismos sectores populares y medios. Estos movimientos pendulares del tipo de cambio alimentan la persistencia de la inflación. La serie histórica de los endeudamientos que nos propusimos reconstruir complementa y complejiza los desencuentros materiales, ya de por sí poderosos en resonancias simbólicas y políticas, resumidos en los índices de inflación.
Una geometría variable
Las deudas como símbolo del anudamiento entre sociedad, política y economía reclaman un itinerario metodológico sui generis. Nuestro tema es una realidad huidiza; desborda o está por debajo del radar estadístico oficial, en parte porque incluye innumerables formas de endeudamiento ajenas al sistema bancario formal. No hay registros públicos, no hay inventarios generales disponibles de deudas con familiares, con amigos, del fiado en pequeños comercios, del dinero obtenido de prestamistas, de atrasos en pagos de alquiler, expensas, servicios, impuestos, prepagas de salud, educación privada barrial o clubes deportivos. La pandemia de covid-19 puso en negro sobre blanco el abismo entre la estadística pública y las diversas realidades de las deudas. En aquellos largos meses, mientras los números públicos que monitorean al sistema bancario no registraban aumento de las deudas, estas estallaban por fuera de ese detector: se multiplicaban las generadas por los servicios e impuestos que se dejaron de pagar, los préstamos entre familiares que amortiguaron lo peor de la crisis, el retraso en las cuotas que solventaban servicios de educación o salud.
La geometría del endeudamiento es mucho más variable que la aritmética de la estadística económica. La separación entre deuda pública y privada no alcanza para dar cuenta de las experiencias sociales y políticas de los endeudamientos. Las deudas mezclan trazos de la vida privada –ámbito de la intimidad donde, por lo común, transcurre su gestión– con otros trazos, amplios, de intensa vida pública, cada vez que aquella gestión se complementa y prolonga con organización y protesta públicas. La historia aquí reconstruida toma nota de esta doble vida de las deudas, que el lenguaje corriente y experto separa de manera tajante, aunque en realidad son “dos caras de la misma moneda”, y este carácter bifronte las vuelve un instrumental de refinada precisión para la memoria (nuestra memoria) biográfica, personal y social. Su recuerdo retorna del pasado para interpelar el presente. A veces subterráneas (o soterradas, pese a su intensidad indeleble e imprescriptible), estas memorias son piezas clave: ni contexto ni accesorio, las deudas son modos de transitar y tramitar las crisis sociales; su derrotero ofrece una versión a escala de las transformaciones mayores de la estructura de la sociedad argentina en estas cuatro décadas desde el retorno de la democracia.
El Secretario de Coordinación Ariel Oliveros participó este jueves de la entrega de insumos a establecimientos educativos de la ciudad que fueron adquiridos a partir del convenio que la Municipalidad firmó con el Ministerio de Educación y Derechos Humanos de Río Negro. En este caso, CEM Nº83, la Escuela Primaria N° 265 y la Escuela…
Finalizados los comicios reginenses del año pasado #latapa publicó ésta editorial: “Existe una ruptura entre la política y los reginenses”, que tiene opiniones que parecen escritas hoy mismo. Hace un ratito, o ayer, o mañana. O incluso 10 años atrás. Si eliminamos los datos estadísticos del sufragio se convierte en una editorial del día de la fecha….
En el marco del PARO Y MOVILIZACIÓN por el #8M en Villa Regina, Socorro Rosa brindó un taller destinado a conocer en detalle los avances y problemáticas actuales sobre la aplicación de la IVE/ILE en nuestro país y en la región. A continuación, compartimos los datos obtenidos por Socorristas en Red a un año de…
El 1°A de Bartolomé Mitre al 1400, a cinco cuadras del Congreso, es un hervidero. El grupo de treinta jubilados que se reúne semanalmente en este salón con ventanas altas, paredes blancas y pisos de pinotea aún está conmocionado por lo que acaba de pasar en la marcha del miércoles 12 de marzo: un proyectil de gas lacrimógeno impactó en la cabeza del fotógrafo Pablo Grillo y lo dejó al borde de la muerte. Todavía nadie sabe el nombre del tirador, pero el Mapa de la Policía trabaja en la reconstrucción de la escena y en unos días más lo revelará: Héctor Guerrero, cabo de la Gendarmería.
–Hay que hacer algo. No se puede naturalizar la represión.
El que habla es Alberto, ex trabajador portuario. Lo escuchan peronistas, trotskistas, comunistas, anarquistas e independientes, todos dirigentes de agrupaciones de jubilados con nombres parecidos pero bases ideológicas distintas.
–Hay que buscar contacto con los organismos de derechos humanos –insiste el exportuario–. Hacer una marcha contra la represión, algo, no sé.
—Yo tengo contacto con los organismos— responde uno.
—Yo puedo hablar con Cachorro Godoy— se ofrece otro, en referencia al líder de la CTA Autónoma.
Alguien más arma una lista de nombres. Empieza la tarea del boca en boca.
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El local de la calle Mitre es la sede oficial de la Mesa Coordinadora Nacional de Jubilados y Pensionados de la República Argentina. La organización, con Personería Jurídica número 8152, es apartidaria, lo que le da legitimidad para articular a las distintas agrupaciones de jubilados.
El salón cobra vida los lunes y viernes, cuando se organizan las marchas de los miércoles. Acá se encuentran jubilados de distintas generaciones: jóvenes de sesenta y pico, intermedios de más de setenta, y los viejos, que superan los 80.
Hay algunos con bastante cuero en la lucha, como Marcos Wolman —militante de la izquierda, que cumplirá 90 años en noviembre — y Elsa “Pola” Monti —histórica dirigente de los docentes de Ademys—. Los dos compartieron lucha contra el menemismo junto a Norma Plá.
Norma Plá, la de “no llore, señor ministro, no llore”. La de Norma Plá / A Cavallo / Lo tiene que matar.
En el local de la calle Mitre las quejas por la represión del Gobierno se multiplican, pero no logran encontrarles una forma de acción directa. En el primer semestre del año habrá 1251 personas heridas (36 más que en todo 2024) y 130 detenciones (contra 93 del año pasado) por el protocolo antipiquetes, según un relevamiento de julio de la Comisión Provincial por la Memoria.
Alberto es de los jubilados jóvenes. Propone algo que entusiasma a sus compañeros. La conversación se expande en las reuniones virtuales con las organizaciones de jubilados de Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Chubut, Río Negro. Se contactan con las Madres de Plaza de Mayo, el Encuentro Memoria Verdad y Justicia, el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, las dos CTA.
A principios de junio se elige una fecha y un nombre: miércoles 16 de julio, marcha antirrepresiva.
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Marchar los miércoles tiene un sentido político y genera impacto mediático. La mitad de la semana marca un quiebre en la atención pública. Las Madres de Plaza de Mayo eligieron los jueves para sus rondas porque se dieron cuenta de que los sábados –día en que quisieron empezar a reunirse bajo la dictadura– se sumaba poca gente. Desde abril de 1977 ya hicieron más de 2300 rondas.
“Los miércoles era el día que Norma Plá salía a la calle. Nuestras marchas están ligadas con su mística”, apunta Nancy Yulán, 63 años, ex militante del viejo MAS, docente jubilada. Se la suele ver en las marchas con un casco de bici en la cabeza, antiparras en los ojos y un cartel de cartón en el pecho donde se lee “JUBILADXS”.
Fue miércoles el 2 de diciembre de 1992 cuando Norma Plá interrumpió un acto de Mijaíl Gorbachov en el Gran Rex durante su visita a la Argentina. Obligó al último líder soviético –el que vio caer el Muro de Berlín y el que tuvo que enfrentar el desastre de Chernobyl– a caminar hasta la punta del escenario para darle en mano un petitorio con el reclamo de los jubilados.
En la Mesa no hay recuerdo exacto del “primer miércoles”, pero sí de porqué comenzaron a marchar: fue contra la privatización de las jubilaciones a través de las AFJP que propuso Carlos Menem. En el invierno de 1992 Norma Plá acampó 80 días en Plaza Lavalle, frente a los Tribunales del Palacio de Justicia.
La Mesa ya existía desde antes: en 1971 sus primeros miembros impulsaron la creación de una obra social para los jubilados, lo que hoy es el PAMI.
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Norma Plá murió sin que Menem la recibiera y sin que los jubilados cobraran el “cuatro-cincuenta” que gritaban cada miércoles tras reclamar contra las AFJP. Pedían que el haber mínimo pasara de 145 pesos-dólares a 450 pesos-dólares.
Hoy la mínima tampoco llega a 450 dólares: apenas ronda los 370 mil pesos.
“Yo me acuerdo haber estado en la marcha número 100 y cómo nos reprimió la policía a los que íbamos detrás, que entonces éramos jóvenes”, dice Nora Baggio, 73 años, docente jubilada, candidata en varias oportunidades en las listas del Partido Obrero y madre de la actual postulante a legisladora provincial por el FIT-U Romina del Plá. “Eran marchas impresionantes.”
“Yo puedo comparar el atractivo que generaba Norma, no sé, con Marilyn Monroe”, se atreve a decir Raúl Castells, histórico del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD), quien supo ser mano derecha de la referente de los 90.
En Internet hay un video que la muestra en una manifestación: “Estuvimos el miércoles. Estaremos el jueves. Y estaremos el viernes”, dice al micrófono de un canal de televisión. La rodean manifestantes y policías.
Insistentes, molestos, rebeldes, inoxidables. No hay poder del Estado al que los viejos meados hayan dejado sin mear. Los Tribunales de plaza Lavalle. La Plaza de Mayo. El Congreso. “La Mesa es unidad y acción”, explica Manuel Gutiérrez, secretario general de la organización.
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La primera hinchada en acompañar el reclamo de los jubilados fue la de Chacarita, después de que el miércoles 26 de febrero la policía apaleara al jubilado Carlos “Chaca” Dawlowfki —75 años, siempre de remera negra, blanca y roja, un stent coronario, descendiente de polacos, abuelo zapatero, padre peón de frigorífico, cartero de profesión—. En solidaridad con él y con el resto de los jubilados, los hinchas de su club marcharon el miércoles 5 de marzo. También fueron reprimidos. A la semana siguiente se sumaron a la convocatoria agrupaciones de River, Boca, Deportivo Morón, Ferro, Temperley, Chicago, Tigre, Argentinos Jrs., Lanús, Almirante Brown, All Boys, Atlanta, Excursionistas, Vélez, Quilmes, Gimnasia de La Plata, Banfield, Independiente, Racing. Esa marcha, la del miércoles 12 de marzo, la de jubilados junto a hinchas —a los que los medios y el Gobierno llamaron “barras”— marcó un antes y un después.
Luis Alejandro Rolle, jefe de la Policía Federal y responsable del protocolo de seguridad en la calle, le aconsejó a Bullrich hacer un vallado total frente al Palacio Legislativo, sobre la avenida Entre Ríos. Es lo que se llama dejar una “zona estéril”: un espacio físico que no puede ocupar la protesta y que evita que los agentes de seguridad entren en contacto con los manifestantes.
Pero Bullrich no lo escuchó.
Los agentes pusieron el cuerpo para custodiar el Congreso, un edificio identificado en la jerga oficial como “objetivo federal”. Los efectivos de las policías Federal y Aeroportuaria, la Gendarmería, la Prefectura y el Servicio Penitenciario reprimieron a los manifestantes, los jubilados y los hinchas. Fue una cacería: 114 detenciones arbitrarias, decenas de personas heridas –entre ellas, muchos periodistas–.
Los casos más graves fueron el de Pablo Grillo, el de la jubilada Beatriz Blanco, de 87 años, golpeada por un efectivo de la Federal, y el de Jonathan Navarro, que perdió un ojo por un balazo de goma de un prefecto del que por estos días el Mapa de la Policía difundió su rostro, pero aún no fue identificado.
“La estrategia siempre es ir de menor a mayor, con una fuerza progresiva para aplacar un delito infraganti como es en este caso un piquete, un corte de tránsito –explica una voz especializada en temas de seguridad que conoce a la ministra y pidió reserva de su identidad–. El tema es cuando se te va de las manos y las órdenes que vos le das a los agentes en calle son contradictorias. Patricia quiere abarcar siempre todo y no puede. Debería escuchar más.”
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La camada contemporánea de la Mesa se encontró por primera vez pantalla de por medio en una reunión por Zoom durante la pandemia. Querían “hacer algo”, frente a la decisión del gobierno de Alberto Fernández de congelar los haberes ante el estado de excepción de la cuarentena. Surgió la idea de caravanas en autos y concentraciones de poca gente respetando los cuidados preventivos del aislamiento.
Los viejos enfrentaban el peligro del Covid-19, pero también estaban preocupados por sus ingresos.
“Apenas éramos cuatro o cinco repartiendo volantes con los barbijos puestos frente al Congreso –reconstruye Gutiérrez, 69 años, un pasado como dirigente de Ademys y en el PC–. Lo hacíamos porque somos una generación especial: somos los últimos que vivimos procesos de lucha como el Cordobazo o la resistencia a la dictadura. Todos tenemos antecedentes militantes.”
Después de la pandemia, esa mesa chica se propuso retomar las manifestaciones de los miércoles de los 90: una radio abierta, una caminata alrededor del Congreso.
En la previa a la asunción de Javier Milei, en un acto de la izquierda en Parque Lezama, se definió la resistencia permanente. Así, el debut de los nuevos viejos fue diez días después del de La Libertad Avanza en el Gobierno nacional: el 20 de diciembre de 2023 salieron a recordar a los muertos de la represión de 2001.
Luego comenzaron a juntarse todas las semanas frente al Anexo de Diputados.
Hasta que Milei encendió su motosierra y Bullrich activó su protocolo antipiquetes.
“Todo ese verano nos fuimos concentrando –apunta Nora Biaggio, que suele marchar con una pechera naranja del Plenario de Trabajadores Jubilados–. Fueron brutales las primeras represiones de enero y febrero del 24. Me acuerdo que ahí empezó la cacería contra los reporteros.”
Tras el ataque a Pablo Grillo, el 5 de abril, la CGT convocó a los jubilados a su sede de Azopardo. Los sindicalistas querían adherir a la manifestación pero no sabían cómo. Un año antes, cuando fue el primer veto de Milei al aumento jubilatorio, no habían logrado acordar una acción común.
“Les fuimos a discutir que el acto era nuestro –recuerda Biaggio–. Porque cuando fue el veto anterior resulta que nos movilizamos fuertemente y nos encontramos con un escenario puesto por sectores sindicales donde no nos permitieron hablar y nos pusieron una guardia. ¿Quién sos vos para adueñarte de un acto?, le dije a uno. Casi me voy a las piñas.”
En la reunión en Azopardo la CGT tuvo otra actitud. Y los jubilados aceptaron por consenso interno –como se toman todas las decisiones en el local de Mitre– hacer una marcha conjunta. El miércoles 9 de abril jubilados y la central obrera marcharon frente al Congreso. Fue la antesala de un paro general de 24 horas que se había organizado para el día siguiente.
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El segundo momento en que se amplió la marcha de los miércoles fue en la primera semana de junio, porque el colectivo feminista decidió pasar del martes 3 al miércoles 4 la marcha por el décimo aniversario de Ni Una Menos.
También los científicos salieron ese miércoles disfrazados de eternautas para reclamar contra los ajustes en el Conicet.
Y los médicos del Garrahan para exigir frente al Congreso una recomposición salarial del 100 por ciento para frenar el drenaje de renuncias –más de 200 en el último tiempo– y reclamar una residencia acorde a la canasta básica familiar.
Y las organizaciones, familiares y prestadores de servicios para discapacitados se plegaron para pedir la suba de los aranceles fijados en el Nomenclador de Prestaciones Básicas.
Y los universitarios que, tras las dos marchas federales de 2024, mantenían el reclamo por el aumento del presupuesto, la suba salarial para docentes y no-docentes, y la actualización de las becas de estudiantes.
“Yo veo que los jubilados lo que hacen es sostener la resistencia –señala Natt Rodríguez, referente de la Red de Discapacidad–. Son un factor donde cualquiera que necesite pelear por el ajuste encuentra que ahí ya hay una experiencia. Los jubilados, al decirse trabajadores, marcan una unidad sobre el reclamo generalizado que es el aumento salarial.”
Los discas, por ejemplo, estuvieron en una de las reuniones semanales en el local de la Mesa. Encontraron un aliado a las acciones solitarias que hacían en Plaza de Mayo y en el Congreso. “Sabíamos que teníamos que salir a la calle pero nos daba miedo. Encontramos una coordinación con sectores de derechos humanos, abogados, compañeros de las postas médicas que están en la calle, los jubilados… Todo eso nos garantizó una movilización segura para nosotros”, recuerda Natt Rodríguez.
“Hay una situación por debajo de todo y es que la gente está mal por los salarios y entonces sale a pelear. Ahí ves los miércoles o cualquier reclamo en distintos puntos del país. Hay ganas de pelear por problemas puntuales y eso empuja al resto”, considera Nehuen Corbeletto, coordinador de la Corriente Estudiantil Popular Antiimperialista (CEPA).
Una voz que accede al triángulo de hierro de Javier Milei-Karina Milei-Santiago Caputo asegura que en el Gobierno no están preocupados por los focos de conflictos callejeros, que confían en la gestión económica de Luis Caputo para salir de la crisis estructural.
Pero debajo de los miércoles en el Congreso, en el departamento de la calle Mitre, algo se está tejiendo.
“Se propone un temario y cada compañero agrega un punto o saca. Y las decisiones se toman por consenso”, explica Gutiérrez sobre la dinámica interna en la Mesa. Así se armó una campaña para juntar un millón de firmas en apoyo a la lucha, se decidió reclamar en la puerta de PAMI y se discutió la manera en que se adhirió a la última marcha del 24 de Marzo. “Hay discusiones y a veces algunos miembros no adhieren, pero todo se toma por consenso”, insiste.
Desde allí también se motorizaron tres plenarios que se hicieron en este año y medio de mileísmo (el último fue en marzo, en la Mutual Sentimiento en Chacarita).
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Desde el local de Mitre la Mesa convoca a una conferencia de prensa para el miércoles 2 de julio a las 14. Ahí se anunciarán los detalles de la marcha antirrepresiva. El mensaje de WhatsApp que envían a la prensa revela un desafío ante la ofensiva del Gobierno: “En Anexo o en Plaza Congreso, si estuviera vallado”.
Ese miércoles efectivamente la conferencia y la marcha ocurren en la plaza del Congreso porque Bullrich tiene toda la zona vallada. Se confirma la agenda de la protesta “antirrepresiva”: miércoles 16 de julio a las cinco de la tarde, del Congreso a Plaza de Mayo.
Pero a los pocos días otro conflicto sectorial genera un imprevisto: los médicos del Garrahan deciden en comisión interna movilizar el jueves 17. Justo un día después de la “marcha antirrepresiva”.
“Nuestro conflicto tiene dinámica propia, aunque siempre nos solidarizamos con los miércoles de los jubilados”, explica Alejandro Lipco, secretario general por ATE en la junta interna del hospital pediátrico.
Los médicos del Garrahan habían recibido en el hospital a delegados de la mesa de jubilados en su prolongada huelga, pero cuestiones organizativas impidieron hacer coincidir las protestas. “El Garrahan representa un reclamo más profundo: es un exponente al ataque a la salud pública, que se emparenta con otros ataques como ya vimos en el desmantelamiento a las universidades o la ciencia, o mismo lo que sufren los jubilados”, completa Lipco.
En la reunión organizativa del lunes 14 se genera un debate en el local de Mitre. “No podíamos garantizar concurrencia dos días seguidos y no podíamos ir solo las cincuenta o cien personas que vamos siempre. Hasta los organismos de derechos humanos decían que era difícil garantizar la movilización”, recuerda Nancy Yulán, que participa en las reuniones por su cuenta.
Para el miércoles 16, además, se pronostica lluvia y los noticieros hablan del fenómeno meteorológico de “ciclogénesis” con bajas temperaturas. Hay quienes usan transporte público para ir desde el conurbano. Alquilar un colectivo desde un centro de jubilados en la Provincia puede costar unos 300 mil pesos.
“Acá nadie puede tomarse atribuciones por todos— apunta Nora Biaggio, referente del Plenario de Trabajadores Jubilados—. Nos reunimos cuando es necesario y funcionamos por acuerdo de agrupaciones”, remata.
Ese lunes la discusión se extiende hasta la noche. Finalmente se define posponer siete días la movilización con los organismos de derechos humanos y hacer la marcha antirrepresiva el miércoles 23.
El miércoles 16 los jubilados hacen su marcha de siempre, solos, y frente al Congreso por el vallado policial. El aguacero y los policías vestidos con capas antilluvia le agregan épica. Al día siguiente, los viejos que pueden acompañan a los médicos del Garrahan.
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Como réplicas de un terremoto, la irrupción de los miércoles de jubilados también impactó en la política. La calle entró al palacio y convirtió al Congreso en una caja de resonancia. La oposición impulsó iniciativas en línea con los distintos reclamos.
Así se sancionaron el aumento del 7,2 por ciento a las jubilaciones, la actualización del bono a 110 mil pesos y la restitución de la moratoria previsional, junto con la emergencia en discapacidad, leyes que ahora Milei amenaza con vetar. Además, los opositores del peronismo, la izquierda, el radicalismo díscolo, el centrismo de Miguel Pichetto y las bancas de gobernadores “rebeldes” buscan llevar más pronto que tarde al recinto de Diputados la nueva ley de financiamiento universitario y la emergencia en pediatría.
Las réplicas de los miércoles llegaron incluso a otros sectores políticos.
Fue miércoles el 18 de junio en el que Cristina Kirchner grabó un mensaje para una multitud que se reunió en Plaza de Mayo contra su detención domiciliaria:
–Tenemos que organizarnos, sin violencia, pero con coraje. El pueblo argentino sabe ponerse de pie. Vamos a volver –arengó la expresidenta desde su departamento de San José 1111.
Y también fue miércoles el 25 de junio, cuando debutó en la calle el Frente por la Soberanía, el Trabajo y el Salario, un espacio multisectorial que abarca desde los gremios de transporte a los movimientos sociales de la UTEP, desde los estatales de ATE a los metalúrgicos de la UOM, desde las dos CTA a la Corriente Clasista y Combativa. Fueron más de 150 organizaciones las que marcharon por la mañana al edificio del ministerio de Federico Sturzenegger y que decidieron, por la tarde, acoplarse a la marcha de los jubilados frente al Congreso.
“En las reuniones organizativas se acordó movilizar al ministerio del monje negro Sturzenegger y después ir al Congreso porque estaban los jubilados –pondera Rodolfo Aguiar, secretario general de ATE–. En los miércoles está la derrota de Milei. Cuando Menem se metió con los jubilados, empezó a perder. Y lo mismo De la Rúa y Macri. Ahora con Milei va a ocurrir lo mismo.”
Para Alejandro Gramajo, secretario general de la UTEP, “lo de los miércoles tiene una importancia estratégica.” “Sirve como punto de agrupamiento de las distintas peleas del pueblo argentino, más cuando no hay una jornada sindical, la CGT no convoca o no hay una fecha simbólica como el 24 de marzo o el 8M. Entonces, hay una articulación de solidaridad y de reagrupamiento alrededor de los jubilados”, señala.
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Llega el miércoles 23 de julio de la marcha antirrepresiva y Bullrich valla por completo la zona del Congreso. Obliga a los jubilados y agrupaciones a concentrarse en la plaza. Al protocolo de seguridad lo sobrepasa la cantidad de gente. La marcha se dirige a Plaza de Mayo y, con empujones y golpes, la policía intenta en vano que no se corten todos los carriles de la avenida de Mayo. Un manifestante es detenido.
Ante la multitud que esperaban, la Mesa alquiló un equipo de sonido para que la clásica “radio abierta” tuviera mayor alcance. El precio rondó el millón y medio de pesos y para solventarlo recurrieron a lo de siempre: una colecta interna. Algunas organizaciones aportaron 20 mil pesos, otras 50 mil y otras 100 mil, dependiendo del tamaño de la agrupación.
El Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD) recolectó entre sus miembros unos 4 millones de pesos para los colectivos de compañeros que viajan a Buenos Aires desde Misiones, Corrientes, Chaco, Río Negro, Neuquén, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y el conurbano bonaerense. También llevaron cien sillas para los oradores y jubilados.
Según el conteo que lleva Marcos Wolman, la marcha antirrepresiva es la protesta número 1739 de los jubilados.
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Varias voces coinciden en que el empujón más importante que le falta a los miércoles –y los demás conflictos– es el de la CGT. “Es mentira que no haya clima para movilizar o hacer un paro. La gente quiere movilizarse pero hay que convocarla”, plantea Aguiar.
Después de la marcha tras el ataque a Pablo Grillo, la central obrera no volvió a manifestarse. Sí lo hará oficialmente el jueves 7 de agosto, en la movilización por San Cayetano que encabezan desde el gobierno de Mauricio Macri los gremios de la economía popular de la UTEP. Pero no será un paro o huelga general.
Los jubilados también podrían sumarse a la tradicional peregrinación que conecta el santuario religioso de Liniers con la Plaza de Mayo. Todavía no lo conversaron en las reuniones de la calle Mitre.
“Sobran luchas, lo que falta es una referencia política a esas luchas —reflexiona Castells—. Tarde o temprano van a horadar este gobierno.”
“Los miércoles se conformaron en un espacio referencial de la lucha –dice Gutiérrez–. Los miércoles ya no pertenecen a nadie, pertenecen a todos.”
Discapacitados, médicos, universitarios, científicos, feministas, diversidades, estatales, obreros, sindicalistas, piqueteros, hinchadas, fotógrafos, periodistas… ¿Será que, como la vejez es el lugar hacia donde todos vamos , la marcha de los jubilados se está convirtiendo de a poco en la síntesis de todas las protestas contra Milei?
Pasaron más de 30 años desde que un grupo de jubilados salió a la calle por primera vez contra el ajuste. Más de 1700 marchas después, la pelea sigue vigente. Desde un departamento a metros del Congreso, hoy se construye una resistencia que tiene avances pero también desafíos. La semana próxima deberán enfrentar el veto de Milei a las leyes de aumento en los haberes y la moratoria. La expectativa es que el miércoles la marcha sea multitudinaria.
“Los trabajadores de #Salud somos muchos, ahora somos uno”, bajo este lema se convoca a la protesta nacional simultanea y autoconvocada que se llevará a cabo #hoy sábado a las 17 hs en el marco de la pandemia de #Covid_19. En #VillaRegina partirán en auto desde el Hospital Publico de Villa Regina pasarán por la…