Virtualidades argentinas: elogio de la incoherencia

Las desventuras de la praxis en el país real tienen su contracara en un aluvión de estrafalarias teorías que cambian a tal velocidad que ni tiempo queda para decodificarlas o refutarlas.
Por Jorgelina Áster para Noticias la Insuperable ·
Un país gobernado por el más estatista de los ácratas tiene necesariamente que brillar en el mundo. El anarco-capitalismo de estado asombra a cualquier libertario entusiasta al enfrentarlo a la novísima economía de mercado argenta. Por algo será que a través de las redes aplauden desde Kristalina a Elon.
El festival de teorías mutantes desemboca en novedades que a los desprevenidos les parecen viejas: dólar barato entablillado o embandado, bicicleta financiera, endeudamiento, control de precios y otros conceptos o prácticas repudiados por libérrimos se agigantan en virtud de la vuelta de tuerca que desde la Rosada y el MECOM saben dar con precisión quirúrgica e impronta digital.

La mutación es, sin duda, el hallazgo genial que necesariamente abrirá las puertas del Nobel: no solo muta el universo teórico, muta la casta, mutan los entusiasmos, mutan las formas de emisión monetaria, mutan las deudas nuevas a la nada y los supermercadistas mutan a la santidad que refrenda San Toto. Mutatis mutandis. Por algo Pato, mutante por antonomasia, tuvo su epifanía del verdadero cambio al percibir el violeta al que se aferró como a un rencor aliancista.
Maratones legislativas con reparto de pelucas quedaron opacadas por maratones de streaming. Las teorizaciones presidenciales interesan mucho más que leyes o refrendos de vetos, cae de maduro -pero sin evocaciones chavistas-. Las inconsistencias de zurdos como Smith, Ricardo o Keynes quedan expuestas en el éter gracias a un discurso de virtuosa fusión entre lo críptico -¡no cripto!- y lo escatológico.

Una caterva de periodistas en vías de extinción, ensobrados para más inri, cree ver en mutaciones, metamorfosis y oxímoros una intolerable incoherencia. Pero, ya sabemos, son los que no la ven. En todo caso se trataría de una loable e inspirada coherencia al veinte por ciento con raíces en el principio –que merecería ser teorema- de Pareto.
Los milagros de la mutación suele glosarlos Manolo, intelectual teleológico con rango de ministro, también encargado en el cibermundo de anunciar con sustantivo laconismo el final de personas, animales o cosas. En línea directa con el Hades digital, despide a los que hacen cola esperando a Caronte.

Santiaguito y Demian, que ya tiene reservados los pasajes a Estocolmo, se encargan de azuzar las neuronas del estadista ácrata para que trascienda la esfera del déficit cero pergeñando las ideas que cambiarán la Argentina y, después, el universo simbólico e, incluso, el material.
Más que un economista nos conduce un filósofo que con modestia singular trajina redes, canales de streaming y atriles disparados al orbe. Como heraclíteo pensador de los mercados, nos muestra que las divisas, los salarios y los precios fluyen pero puede guiárselos y mantenérselos entre las márgenes del río que nunca es el mismo según el Indec.
Por todo esto y por mucho más, nuestro egregio conductor es siempre y en todo lugar un fenómeno planetario. Habemus Javum.