Primer round de la disputa entre el PRO y LLA
Cuando Jorge Macri desdobló la elección porteña, su objetivo era que la campaña se despegara de las elecciones nacionales lo más posible. Paradojas de la política argentina: el cierre de listas dejó en claro que será una elección altamente nacionalizada, donde tanto el PRO como La Libertad Avanza pusieron figuras de peso para ganar o ganar. El vocero de la Presidencia, Manuel Adorni, es la carta principal del Gobierno nacional para intentar lograr su objetivo, que es enterrar al PRO en su propio distrito. El PRO contrapuso una lista con varias figuras conocidas del partido amarillo —Silvia Lospennato, Hernán Lombardi, Laura Alonso— y lanzará una campaña para acusar a La Libertad Avanza de hacerle el juego al kirchnerismo. Horacio Rodríguez Larreta y Ramiro Marra presentaron listas propias que le quitarán votos a ambos espacios y completan un escenario de fragmentación. El principal beneficiado, según las primeras encuestas, es Leandro Santoro, que capitaliza los votos opositores, pese a que también tiene competidores en ese espacio. Se trata de una elección que tendrá impacto en todo el año electoral y podría darle al peronismo esperanzas de tener un candidato a futuro y que reconfigurará una legislatura donde el macrismo hace tiempo que la tiene difícil.
En principio, la renovación habitual de 30 bancas en la Legislatura podía haber pasado desapercibida como parte del escenario de octubre. La decisión de desdoblar y adelantar las elecciones al 18 de mayo es hija de la pelea cada vez más creciente entre los primos Macri y los hermanos Milei. En diciembre del año pasado Jorge Macri terminó de confirmar que Karina Milei no quería ningún acuerdo. Fue en una sesión en la que los legisladores que responden a la hermana presidencial y los de Patricia Bullrich (por ese entonces, todavía en el PRO) votaron en contra del Presupuesto 2025. El jefe de Gobierno logró salvar la ropa con los votos de Ramiro Marra y algunos aliados, pero salió con la convicción de que tenía que resguardar su gobernabilidad.
De allí salió la decisión de desdoblar y alejar la fecha de las elecciones nacionales. El objetivo, en ese momento, era evitar cualquier efecto arrastre de alguna candidatura fuerte de LLA en octubre (supongamos, Karina Milei). Pero lo que logró —y aquí queda claro que los actores políticos toman decisiones que luego exceden por lejos su intenciones originales— fue crear un perfecto campo de prueba en la vidriera que es CABA para que LLA y el PRO midan quién de los dos espacios conserva el electorado que se disputan.
Karina Milei fue a fondo con su estrategia de romper el PRO (le quitó varios legisladores) y eventualmente reemplazarlo como opción ante su electorado histórico. La jugada le puede salir muy bien (y dejar a LLA posicionado para octubre, incluso si salen segundos pero el PRO queda tercero) o muy mal, y condicionar todas sus alianzas futuras y la fortaleza que el Gobierno viene planteando en base al ballotage de 2023 y las encuestas que todavía muestra una aprobación importante para el presidente. Un escenario adverso en la Ciudad podría ser tomado por todos los que están observando (empresarios, oposición, hasta el FMI) como una señal del descontento social con el Gobierno nacional. El reverso es que, si triunfan, desde La Libertad Avanza lo venderán como un cheque en blanco para seguir profundizando su modelo político.
Esta tarea de enterrar al PRO en su propio territorio la depositaron toda sobre los hombros del vocero con sueldo de ministro Manuel Adorni. La lista que lo acompaña no tiene nombres taquilleros: están Solana Pelayo, directora del Banco Nación, y Nicolás Pakgojz, titular de la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE), ilustres desconocidos para el resto de la población; en quinto lugar, Bullrich consiguió colocar a su mano derecha en la Legislatura, Juan Pablo Arenaza. Es jugarse todo a que la población tenga simpatía por el vocero que justifica ajustes, represiones y “doma” periodistas. El test electoral dirá en menos de dos meses si fue la estrategia correcta.
Adorni se hizo conocido en redes por su estilo ácido mucho más que por su trabajo como periodista, y esto lo llevó a conducir la sala de conferencias, donde soñaba —antes de que le pidieran que fuera candidato— con instalar un botón silenciador de periodistas y someter la lista de preguntas a una suerte de votación en redes. Antes ya había traído youtubers e influencers de ultraderecha para que le tiraran centros en la conferencia.
El vocero salió relativamente indemne de algunos pequeños escándalos, como cuando se conoció que uno de sus hermanos, Francisco Jorge Adorni pasó a ocupar el cargo de asesor del personal de gabinete del Ministerio de Defensa. Acumuló una estructura elefantiásica de empleados para alguien que denosta al Estado y a los “ñoquis”. Habrá que ver cómo juega en la campaña un hallazgo hecho tiempo atrás por los periodistas Matías Ferrari y Jeremías Batagelj: Adorni estuvo dos años contratado en el Gobierno porteño como administrativo durante la gestión Larreta, en una dependencia en donde —según dicen— se lo veía poco. Fue en 2017 y 2018 en el ministerio de Cultura, en un área que tuvo problemas por contrataciones directas de limpieza y seguridad que terminaron con la eyección del funcionario a cargo (y de Adorni). Por alguna razón, el vocero ocultó esta parte de su carrera en su currículum. Pero, se sabe, la campaña somete a todos al escrutinio público. Fin.
El que defiende el título
La estrategia del PRO es defender su territorio a tal punto que parecen más interesados en quedar por encima del LLA que en ganar la elección. El discurso que tendrán ya lo delinearon la jefa de campaña, María Eugenia Vidal, y el ex presidente Mauricio Macri y se basa en los siguientes axiomas:
• Los Milei no quisieron acordar en la Ciudad.
• Los Milei mandaron a votar contra el PRO en la Legislatura porteña, lo que los puso del lado del kirchnerismo. Al contrario, el PRO apoyó en el Congreso nacional.
• Los Milei dividieron el voto en esta elección, cuando podrían haber sido aliados.
• Los Milei le hacen el juego al kirchnerismo, que puede volver si no gana el PRO.
Lo ratificó el ex presidente cuando advirtió que “se terminaron las milanesas” (en alusión a las comidas con Milei, donde el plato de preferencia solía ser ese) y fue descarnado en su descripción de cómo fue la relación con LLA: “El trabajar juntos nunca existió. Lo único que pasó es que tuvimos que rescatarlos cada vez que estuvieron al borde del abismo para que el país no se vaya al demonio”. Y sobre la Ciudad, Macri dijo con amargura que “ni siquiera nos llamaron una vez a una reunión. La verdad es que el ‘todo o nada’ se redujo a la provincia de Buenos Aires y tampoco hubo ninguna conversación. Fue una foto”.
Ese será el eje discursivo y la lista, a diferencia de la estrategia de LLA, no deposita todo en una sola figura sino que intenta mostrar “un equipo” (en un retorno al discurso clásico del PRO) frente al Gobierno nacional. La elección de una mujer para encabezar la lista vino por consejo del asesor catalán Antoni Gutiérrez-Rubí, que está trabajando en la campaña. La primera opción hubiera sido Vidal, pero finalmente se impuso Silvia Lospennato, una de las figuras detrás del debate por el aborto legal, pero también de la aprobación de la Ley Bases. La siguen el ministro de Desarrollo Económico Hernán Lombardi, la vocera porteña Laura Alonso (¿habrá guerra de voceros?), el actual jefe de bloque en la Legislatura Darío Nieto, una representante de Jóvenes PRO, Rocío Figueroa, y el ex ministro de Seguridad Waldo Wolff, que es un regalo a los libertarios que le recordarán día y noche las fugas de presos.
Con esa lista taquillera, el PRO tiene dos objetivos: el central, y más simbólico, es demostrar que LLA no tiene tantos votos como presume y que ellos todavía son una opción dentro del espectro de la derecha. Si no lo consiguen, podría ser el principio del fin para el partido de Macri, con una aceleración de los saltos de garrocha que se vieron hasta ahora. El segundo objetivo, prioritario para Jorge Macri y mucho más concreto, es apuntalar la legislatura. Allí el PRO supo tener por décadas una hegemonía que en tiempos de Larreta era casi total: quórum, aliados, votaciones aseguradas. Esto se fue resquebrajando desde que llegó Jorge Macri por dos motivos: primero, por la irrupción de LLA con bancas propias, que en lugar de ser aliados se convirtieron en férreos opositores; y en segundo lugar, por la implosión del PRO, con dos desprendimientos: el bullrichista y el larretista.
De lo que alguna vez fue el bloque del PRO hoy quedan siete bancas (de 60). Perdieron a cuatro de Bullrich (Arenaza, María Luisa González Estevarena y Silvia Imás) que se pasaron al bloque de LLA que conduce Pilar Ramírez, lugarteniente de Karina Milei. Y perdieron otro dos (Emmanuel Ferrario y Claudio Romero) a manos de la salida de Larreta.
Pero lo que realmente complica a Jorge Macri es que el marco de aliados que tiene hasta ahora (lilitos, radicales, a veces Marra) puede verse totalmente reconfigurado en esta elección en función de las bancas que se ponen en juego. En este escenario, el objetivo del PRO es moderado: pasar de 7 a 12 legisladores y construir algún tipo de esquema de alianzas nuevo. Lejos de lo que alguna vez fue la hegemonía total.
Y encima tienen un competidor que amenaza con drenarles votos.
Un Larreta por la espalda
Con el ex jefe de Gobierno porteño hay que hacer una concesión: hace tiempo viene avisando que no está de acuerdo con la estrategia de Macri de acordar todo con Milei. Pero su irrupción en la campaña porteña fue como un puñal en el corazón del PRO, no solo porque eligió jugar en la elección que más complica al partido del que fue parte, sino porque su discurso fue de entrada señalarle a Jorge Macri que está haciendo una gestión muy pobre en comparación con la suya. “Hay olor a pis” es la síntesis de esas críticas, que casi podría ser su eslogan de campaña.
El plan de Larreta es volver a la legislatura para pelear de nuevo la jefatura de Gobierno en 2027 y, con paciencia, ir volviendo al sueño que nunca perdió: el sillón de Rivadavia. Hoy parece lejos de eso, con una intención de voto de menos de dos dígitos. Pero si bien hay discusión sobre a quién le drena votos (algunos creen que también le quitará a opciones opositoras), queda claro que la mayoría vendrán del PRO.
Larreta armó una lista con sus dirigentes más cercanos: la senadora Guadalupe Tagliaferri y el legislador Emmanuel Ferrario. Y sorprendió cuando lo puso quinto al ex jefe de Gobierno Jorge Telerman. Su marco de alianzas es un pálido reflejo de lo que fue en otros tiempos, cuando prácticamente había fagocitado a toda la oposición, menos al kirchnerismo y la izquierda. Solo lleva como aliada a Graciela Ocaña.
Quienes podrían haber armado una alianza van solos. Los radicales, con el sello Evolución, decidieron no jugar con Martín Lousteau, su principal figura, sino que armaron una lista de dirigentes jóvenes, con la dirigente estudiantil universitaria Lucille “Lula” Levy a la cabeza. Y la Coalición Cívica no candidateó a Elisa Carrió, sino a su mano derecha en la Ciudad, Paula Oliveto, junto a otro lilito paladar negro: Fernando Sánchez.
Del lado de La Libertad Avanza hay una cantidad de listas que van a ir a comer el voto libertario. Aunque no será mucho, algo le van a sacar a Adorni. El pedazo más grande —según las primeras encuestas— se lo va a llevar Ramiro Marra, que es un problema autogenerado por el oficialismo: primero lo corrieron de la presidencia del bloque y luego lo echaron del espacio. Y todo por orden de Karina Milei. Así se garantizaron tener una suerte de lista colectora que hoy, en un momento crucial, puede quitarle votos.
Marra consiguió el viejo sello de la UCeDé. Mantiene un discurso alineado con Milei en lo nacional y comenzó su campaña prometiendo mano dura para los pobres, trapitos y personas en situación de calle. Un discurso que claramente apunta a poner en problemas a Adorni.
Pero hay más viudas de Milei: Oscar Zago, ex jefe de bloque de Diputados, intentó cerrar con el PRO, pero se enojó por los lugares que le ofrecían en la lista y finalmente presentó su propia lista, con el ex director técnico y futbolista Ricardo Caruso Lombardi a la cabeza. La campaña da para todo.
Yamil Santoro presentó otra opción en la misma línea, pero con un sello que apuesta a confundir. Se llama “Unión Porteña Libertaria” y el logo es igual al de Unión por la Patria (UP). Hace unos días, en una entrevista con Jairo Straccia, Yamil Santoro dijo: “mi hermano se llama Leandro Santoro, si quisiera ser hijo de puta lo pongo tercero”. Finalmente, su hermano encabezará la lista y él irá tercero. Según averiguó el periodista Fernando Soriano, el hermano de Yamil vive en Alemania hace ocho años y no tiene previsto venir a la Argentina. El PJ porteño ya había avanzado en una presentación para impugnar el logo ante la Justicia electoral. Para coronar lo bizarro, la lleva en la lista a Ximena de Tezanos Pinto, la vecina de CFK vinculada a Revolución Federal.
La lista de salieris se completa con una lista de Marcelo Peretta, militante anti cuarentena, con César Biondini y hasta con la aparición de Mauricio D’Alessandro, que en un momento intentó ser captado por LLA.
Leandro Santoro —el original— consiguió armar un frente que reúne a la mayoría de los espacios de Unión por la Patria. Lleva en su lista a la vicedecana de Medicina de la UBA, Claudia Viviana Negri; al dirigente universitario peronista Federico Mochi; a la militante social Mariana Gonzalez; a Alejandro “Pitu” Salvatierra; y a la secretaria general adjunta del Suterh, Noemí Geminiani. Es decir: sindicatos, universidades y territorio representados en la lista. Si el objetivo del PRO es sobrevivir, el de Unión por la Patria en esta elección es salir primeros y crecer en la Legislatura: tienen 18 bancas y la idea es ir por más. Si Santoro consigue quedar adelante en la elección —las encuestas hoy lo muestran en primer puesto—, está claro que buscarán construir una candidatura a jefe de Gobierno de acá a dos años.
Pero Santoro también tiene competencia. La principal es la de la lista Juan Manuel Abal Medina y Carolina Papaleo, impulsados por el Movimiento Evita, que no cerró en las negociaciones para ir junto con el resto del espacio peronista. La composición de la lista de Abal Medina sigue criterios similares a la de Santoro y está claro que disputarán el mismo electorado. Por su parte, Claudio Lozano presenta a Confluencia con Eva Koutsovitis a la cabeza y por el peronismo ortodoxo, Guillermo Moreno patrocina a Alejandro Kim. La izquierda lleva sus clásicas opciones: Vanina Biasi por el FIT y Manuela Castañeira por Nuevo Más.
Con todo, el espacio opositor se presenta menos fragmentado en la intención de voto que la derecha en una elección que marcará el pulso de este año electoral. Y hay que volver muchos años en la historia política de la Ciudad para ver una elección donde el PRO no sea el favorito y, aún más insólito, donde el candidato peronista pueda ser el más favorecido por los porteños.
Lo que podría haber sido una elección más donde se definen algunas bancas en la Legislatura sin mucha épica, como ocurrió en el pasado, hoy cobra una importancia inusitada. Primero, porque el PRO en la Legislatura ya no es lo que era y se juega la posibilidad de aprobar leyes (y hasta su presupuesto) como nunca antes. Segundo, porque de esta elección de medio término pueden surgir los candidatos que le van a disputar a Jorge Macri la sucesión en 2027 (llámese Santoro, Larreta o incluso Adorni). Y por último, porque se convirtió una elección local en un teatro de operaciones experimental para observar qué pasa con LLA a dos años de gobernar, si logra reemplazar al PRO, si los porteños muestran malestar, enojo absoluto o amor incondicional. La moneda está en el aire. Hagan juego.
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