Literatura y revolución: los poemas clandestinos de Roque Dalton

Literatura y revolución: los poemas clandestinos de Roque Dalton

 

Ilustración Colectivo Utopix, Venezuela

Al cumplirse 50 años del asesinato de uno de los exponentes más destacados de las letras centroamericanas, este artículo propone una revalorización crítica de los poemas que el salvadoreño escribió durante su etapa guerrillera. Por Pablo Solana* para Jacobin Lat.


Roque Dalton mantuvo su labor literaria hasta el último aliento. A finales de 1973 se integró al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) de su país, El Salvador, después de haber recibido entrenamiento en Cuba. Mientras estuvo en la guerrilla –durante 1974 y hasta el momento de su asesinato el 10 de mayo de 1975– escribió en un cuaderno que llevaba siempre consigo una serie de poesías que reunió bajo el título Historias y poemas de una lucha de clases.

El poemario se dio a conocer dos años después de su crimen, en 1977, en una edición mimeografiada a cargo de los compañeros de guerrilla que se mantuvieron leales a su causa. El ERP se había dividido a raíz del asesinato del poeta y el sector afín a Dalton continuó la lucha revolucionaria bajo el nombre de Resistencia Nacional. Esa primera publicación artesanal apareció con el título Poemas clandestinos. Allí, la Comisión de Propaganda de la organización, responsable de la edición, explica que «de entre sus muchos proyectos, el compañero [Roque Dalton] pensaba impulsar las Publicaciones Resistencia y Cultura, de las cuales éste era el primer libro».

El poemario inicia con una advertencia:

Como declaración de principios:

Sea cual sea su calidad, su nivel, su finura, su capacidad creadora, su éxito, el poeta para la burguesía solo puede ser:

SIRVIENTE,

PAYASO o

ENEMIGO.

A esa introducción le sigue un texto más extenso firmado por «Los autores», aunque todos los poemas son de Dalton. El plural se explica porque, en este último trabajo, el poeta apeló a cinco heterónimos para definir la supuesta autoría de cada escrito. A diferencia de los seudónimos, los heterónimos dan voz a distintas personas-personajes, con sus propias identidades. Se trata de un procedimiento literario que otro escritor altamente valorado por los poetas del siglo XX, el portugués Fernando Pessoa (1888-1935), implementó de manera magistral. En el caso de Dalton, sin embargo, la opción literaria se complementa con la necesidad de publicar sin poner en riesgo su clandestinidad.

El libro comienza con poemas atribuidos a Vilma Flores, el primer heterónimo al que Dalton apela. Dice de ella que «fue primero estudiante de Derecho, pero abandonó su carrera para trabajar en una fábrica textil y poder participar en la organización de la clase obrera de manera total». El poema «Sobre nuestra moral poética» inicia la serie:

 

No confundir, somos poetas que escribimos

desde la clandestinidad en que vivimos.

 

No somos, pues, cómodos e impunes anonimistas:

de cara estamos contra el enemigo y

cabalgamos muy cerca de él, en la misma pista

 

Y al sistema y a los hombres

que atacamos desde nuestra poesía

con nuestra vida les damos la oportunidad de que se cobren,

día tras día.

Bajo ese mismo nombre escribe otros poemas que entrecruzan su formación marxista con el cuestionamiento del rol de la mujer bajo el capitalismo, algo que constituye una novedad en esta última etapa de su poesía. Escribe en el poema «Sobre la plusvalía o el patrón le roba a dos en cada obrero»:

Los oficios domésticos de la mujer

le crean al hombre el tiempo

para el trabajo socialmente necesario que no se le paga completo

(la mayor parte de su valor

se la roba el capitalista)

sino sólo lo suficiente

para que viva

y puedo seguir trabajando,

pago con el cual

el hombre vuelve a la casa

y le dice a la mujer

que ái que vea cómo hace

para que le alcance

en la tarea de cubrir todos los gastos

de los oficios domésticos.

En la misma línea, pero haciendo más explícito el cruce entre lucha de clases y cuestionamientos de género, Roque vuelve a valerse de Vilma Flores para afirmar, en el poema «Para un mejor amor»:

«El sexo es una categoría política»

Kate Millett

Nadie discute que el sexo

es una categoría en el mundo de la pareja:

de ahí la ternura y sus ramas salvajes.

Nadie discute que el sexo

es una categoría familiar:

de ahí los hijos,

las noches en común

y los días divididos

(él, buscando el pan en la calle,

en las oficinas o en las fábricas;

ella, en la retaguardia de los oficios domésticos,

en la estrategia y la táctica de la cocina

que permitan sobrevivir en la batalla común

siquiera hasta el final del mes).

Nadie discute que el sexo

es una categoría económica:

basta mencionar la prostitución,

las modas,

las secciones de los diarios que sólo son para ella

o sólo son para él.

Donde empiezan los líos

es a partir de que una mujer dice

que el sexo es una categoría política.

 

Porque cuando una mujer dice

que el sexo es una categoría política

puede comenzar a dejar de ser mujer en sí

para convertirse en mujer para sí,

constituir a la mujer en mujer

a partir de su humanidad

y no del sexo,

saber que el desodorante mágico con sabor a limón

y jabón que acaricia voluptuosamente su piel

son fabricados por la misma empresa que fabrica el napalm,

saber que las labores propias del hogar

son las labores propias de la clase social a que pertenece ese hogar,

que la diferencia de sexos

brilla mucho mejor en la profunda noche amorosa

cuando se conocen todos esos secretos

que nos mantenían enmascarados y ajenos.

El epígrafe refiere a Kate Millett, una escritora y activista feminista estadounidense que había publicado en agosto de 1970 Política sexual, libro en el que recoge los planteos fundantes de la segunda ola feminista.

Para comprender este aspecto novedoso en la poesía de Dalton resulta útil detenerse en la figura de Lil Milagro Ramírez, también poeta y una de las fundadoras del ERP con quien Roque mantuvo una relación de complicidad literaria, afecto y compromiso revolucionario en la guerrilla. De hecho, la descripción de Vilma Flores que Roque crea para el libro coincide con los datos biográficos de Lil Milagro. ¿Fue a través de ella que Dalton conoció las lecturas feministas que comenzaban a circular en la década de 1970 en EE.UU., y que solo era factible que llegaran a El Salvador a través de los selectos ámbitos de cierta intelectualidad? Clandestino en su país, clandestino también durante su último tiempo en Cuba, resulta difícil imaginar otro origen para una influencia de ese tipo.

Otra referencia que permite relacionar a Vilma Flores con Lil Milagro Ramírez es el «Tercer poema de amor»:

A quienes digan que nuestro amor es extraordinario

porque ha nacido de circunstancias extraordinarias

diles que precisamente luchamos

para que un amor como el nuestro

(amor entre compañeros de combate)

llegue a ser en El Salvador

el amor más común y corriente

casi el único.

Este poema que –todo indica– estaría dedicado a Lil Milagro, refleja un desplazamiento en el modo de concebir y tratar la cuestión amorosa; Roque deja de lado cierto lirismo afín al amor romántico, como el que puede identificarse en sus poemas tempranos. Hay un correlato entre esta maduración personal y poética, y el modo de relacionarse afectivamente que estaba experimentando durante su último tiempo en la guerrilla.

El segundo heterónimo que entra en juego en estos poemas clandestinos es el de Timoteo Lúe, «estudiante de Derecho nacido en Suchitoto en 1950». Bajo ese nombre-personaje Roque escribe dos de los poemas más populares de toda su prolífica obra. «Como tú», que expresa una alta dosis de ternura, lo que para Dalton no era incompatible con el rigor de la vida en la guerrilla:

Yo, como tú,

amo el amor, la vida, el dulce encanto

de las cosas, el paisaje

celeste de los días de enero.

También mi sangre bulle

y río por los ojos

que han conocido el brote de las lágrimas.

Creo que el mundo es bello,

que la poesía es como el pan, de todos.

Y que mis venas no terminan en mí

sino en la sangre unánime

de los que luchan por la vida,

el amor,

las cosas,

el paisaje y el pan,

la poesía de todos.

Otro poema atribuido a Lúe es «Arte poética 1974», que condensa en solo tres versos la imbricación excepcional entre experiencia vital y creación artística que logró Roque durante su etapa guerrillera, pero también a lo largo de toda su vida:

Poesía

Perdóname por haberte ayudado a comprender

que no estás hecha sólo de palabras.

Del mismo modo que el tópico del amor (y su cruce con la lucha de clases) se ve reflejado en los poemas firmados con el heterónimo de Vilma Flores, el cristianismo de liberación tendrá su espacio en los poemas que Dalton escribirá bajo la firma de Jorge Cruz, «dirigente católico universitario y posteriormente asesor jurídico voluntario del movimiento obrero católico», quien además «ha escrito un extenso análisis de la obra de Paulo Freire y ha publicado en edición clandestina Oda Solidaria a Camilo Torres (1972)».

En este grupo de poemas Roque parece hacerse eco del concepto de «amor eficaz» propuesto por el cura revolucionario colombiano Camilo Torres (1929-1966) y difundido por la Teología de la Liberación, una de las corrientes determinantes en la constitución de las organizaciones revolucionarias de aquel entonces. En su Mensaje a los cristianos, Camilo Torres planteaba que la revolución debía basarse en el «amor al prójimo», y que la lucha revolucionaria encarnaba «la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos». Dalton tenía una alta estima por Camilo, a quien menciona en la biografía de Cruz y en dos de los poemas que le atribuye. El primero de ellos, «Dos religiones»:

(…)

Pero Camilo Torres, entre otros,

nos dejó dicho que también hay una religión positiva

que surge del alma de la revolución

a la manera de los poemas y los cánticos,

y que se juega la vida en este mundo

y no hasta después de la muerte.

En esta religión militan hombres que son

(como los verdaderos comunistas)

la sal de la tierra.

Vuelve a Camilo en el poema en prosa que lleva como título «Un obrero salvadoreño piensa sobre el famoso caso del Externado de San José»:

Cuando enterraron a Cristo, era un costal de huesos por las hambreadas y los malos tratos que sufrió. El cadáver de Camilo Torres no echó casi sangre por los hoyos de los balazos ya que estaba anémico y todo tirisiento por los rigores de la vida guerrillera. Caminante que has llegado hasta este cementerio: ¿Podrá alguien relacionar sus nombres con los del colorado panzón que aquí yace, fulminado por la gula por la vía del corazón?

El cristianismo de liberación que identifica a esta serie de poemas incluye al Che, a través de un enfoque que fue ampliamente adoptado en aquellos años: el Cristo-Guevara. Así lo expresa en el poema «Credo del Che»:

El Che jesucristo

fue hecho prisionero

después de concluir su sermón en la montaña

(con fondo de tableteo de ametralladoras)

por rangers bolivianos y judíos

comandados por jefes yankees-romanos.

 

Lo condenaron los escribas y fariseos revisionistas

cuyo portavoz fue Caifás Monje

mientras Poncio Barrientos trataba de lavarse las manos

hablando en inglés militar

sobre las espaldas del pueblo que mascaba hojas de coca

sin siquiera tener la alternativa de un Barrabás

(Judas lscariote fue de los que desertaron de la guerrilla

y enseñaron el camino a los rangers)

 

Después le colocaron a Cristo Guevara

una corona de espinas y una túnica de loco

y le colgaron un rótulo del pescuezo en son de burla

INRI: Instigador Natural de la Rebelión de los Infelices.

 

Luego lo hicieron cargar su cruz encima de su asma

y lo crucificaron con ráfagas de M-2y le cortaron la cabeza y las manos

y quemaron todo lo demás para que la ceniza

desapareciera con el viento

 

En vista de lo cual no le ha quedado al Che otro camino

que el de resucitar

y quedarse a la izquierda de los hombres

exigiéndoles que apresuren el paso

por los siglos de los siglos

Amén.

 

Dalton vuelve a apoyarse en la figura del guerrillero heroico en la serie de poemas reunidos bajo el heterónimo de Juan Zapata, «estudiante de Sociología en la Facultad de Ciencias y Humanidades». En «Maneras de morir» reivindica la lucha armada guevarista y cuestiona a «los grandes pacifistas de la vía prudente» al socialismo, al establecer un contrapunto entre «los muertos en nombre de cada concepción»:

El Comandante Ernesto Che Guevara llamado por los pacifistas

« el gran aventurero de la lucha armada»

fue y aplicó sus concepciones revolucionarias

a Bolivia.

En la prueba se perdió su vida y la de un puñado de héroes.

 

Los grandes pacifistas de la vía prudente

también probaron sus propias concepciones en Chile:

los muertos pasan ya de 30 mil.

 

Piense el lector en lo que nos dirían

si pudieran hablarnos de su experiencia

los muertos en nombre cada concepción.

En «Viejos comunistas y guerrilleros», Dalton retoma la reivindicación guevarista para cuestionar, en este caso, a quienes no están dispuestos a «matar» por la revolución. Es importante no perder de vista el contexto: el poeta lo escribe en la guerrilla, sosteniendo su intransigencia ideológica con su propia vida:

Ha habido en el país buenas personas

dispuestas a morir por la revolución.

 

Pero la revolución en todas partes necesita personas

que no sólo estén dispuestas a morir

sino también dispuestas a matar por ella.

 

De aquellas buenas personas el Che decía:

«Son capaces de morir en las cámaras de tortura

sin soltar una palabra,

pero son incapaces de tomar por asalto

un nido de ametralladoras».

 

Y es sabido que el enemigo de clase

para defender la explotación no sólo emplea

las cámaras de tortura

sino también nidos de ametralladoras

y muchísimas cosas por el estilo.

 

En resumidas cuentas:

sólo aquellos que estén dispuestos a morir y matar

llegarán hasta el final siendo buenas personas

para la revolución.

 

Porque será por ellas que habrá revolución.

 

Aunque la revolución termine por ser para

todas las buenas personas.

 

Juan Zapata también le atribuye el breve y mordaz poema «Consejo que ya no es necesario en ninguna parte del mundo pero que en El Salvador…»:

No olvides nunca

que los menos fascistas

de entre los fascistas

también son

fascistas.

Dados los tiempos que corren, podemos parafrasear al poeta y afirmar que el «consejo» vuelve a ser necesario en tantas partes del mundo, incluso en El Salvador…

El cuarto heterónimo al que apela Dalton es el de Luis Luna. James Iffland, uno de los más serios estudiosos de su obra, interpreta que éste es el personaje que más se identifica con el propio autor, por su marxismo radical y porque «manifiesta un sentido de humor tan agrio como el de su creador». Bajo su nombre Roque escribe, entre otros, dos poemas breves y contundentes. «Cartita»:

Queridos filósofos,

queridos sociólogos progresistas,

queridos sicólogos sociales:

no jodan tanto con la enajenación

aquí donde lo más jodido

es la nación ajena.

Y «Las nuevas escuelas»:

En la Grecia antigua

Aristóteles enseñaba filosofía a sus discípulos

mientras caminaban por un gran patio.

 

Por eso su escuela se llamaba «de los peripatéticos».

 

Los poetas combatientes

somos más peripatéticos que aquellos peripatéticos de Aristóteles.

Porque aprendemos la filosofía y la poesía del pueblo,

mientras caminamos

por las ciudades y las montañas de nuestro país.

 

La elección de los dos últimos heterónimos, Juan Zapata y Luis Luna, constituyen otro guiño a la historia de las luchas revolucionarias salvadoreñas: Mario Zapata y Alfonso Luna fueron dirigentes de la insurrección de 1932, asesinados junto a Farabundo Martí tras fracasar la revuelta.

El libro reúne 58 poemas; esta breve selección comentada tiene por objeto motivar su lectura completa.

«Que vaya y coma mierda»

Los versos reunidos en ese poemario irradian combatividad. Críticos de diversa índole interpretaron que esa característica dio como resultado un empobrecimiento de su calidad literaria. Esa afirmación hubiera provocado una carcajada en el propio Dalton, que no asumía tal separación.

En Las brújulas de Roque Dalton, el salvadoreño Melgar Brizuela cuestiona la validez artística de los Poemas clandestinos: «El político Dalton mató al poeta Dalton. (…) La poesía es el arte de la palabra, la autofunción del mensaje en virtud de una perfección formal; no es, pues, propaganda ni acción armada. Éste es un libro de un minimum poeticum si se compara con sus obras cumbres». Para sustentar su descalificación, el crítico elije contrastar la conducta moral de Dalton con el punto de vista estrictamente lingüístico: «El poeta es coherente consigo mismo cuando exige en este poemario que la poesía, en cuanto palabra, esté avalada por una conducta moral; no obstante, desde un punto de vista estrictamente lingüístico y semiótico, la posición de Dalton resulta insostenible», afirma. Con su descalificación, Brizuela cae víctima de la misma condición que proyecta sobre Dalton: su posición moral contraria al compromiso radical que adopta el poeta interfiere en la valoración de una poesía que corresponde ser asumida como parte de una praxis político-literaria inescindible, aunque el crítico insista en la búsqueda de «una perfección formal». Ante este tipo de cuestionamientos, James Iffland, a tono con la esencia daltoniana, elije el humor: «Muchos críticos se muestran desilusionados por el giro que Roque le da a su poesía en esta etapa. Pero como diría Roque: «Que vaya y coma mierda».

No escindir la belleza que conlleva la creación artística del compromiso revolucionario: allí reside el legado de Roque Dalton. Este poemario exige ser leído y valorado en esa clave. Ante la crueldad de un sistema injusto de toda injusticia, no cabe resignarse a ser sirviente ni payaso (con perdón de los payasos, que también son artistas populares, valga la salvedad).

Roque supo lo que hacía y fue consecuente con su elección, aunque le costara la vida. Nos quedan su arte y su memoria. No para alimentar una nostalgia estéril, sino para encender nuevos espíritus combativos que lleven su poesía como bandera a la victoria.


Pocos años después de su circulación mimeografiada, el libro fue publicado como Poemas clandestinos por la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), San José, Costa Rica, en 1980. Esa edición estuvo a cargo de Manlio Argueta, escritor y amigo de Roque, quien en una entrevista realizada en la Biblioteca Nacional de San Salvador nos contó detalles de la recuperación de esos textos. En 1984 la editorial Solidarity Publications realizó una edición bilingüe en Estados Unidos, que se encuentra digitalizada y puede descargarse acá. En 2009, Ocean Sur volvió a editarlo para toda América Latina como Historias y poemas de una lucha de clases, su el nombre original.


Fuente: https://jacobinlat.com/2025/05/literatura-y-revolucion-los-poemas-clandestinos-de-roque-dalton/

*Pablo Solana, Coautor de los libros América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista y Final Abierto. 20 miradas críticas a las negociaciones con las insurgencias (2010-2018).

 

 

 

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