Escalofriante confesión: un hombre mató a su hijo para “mandar un mensaje” a la madre

Escalofriante confesión: un hombre mató a su hijo para “mandar un mensaje” a la madre

 

Un crimen familiar estremeció Lomas de Zamora y mantiene en vilo a la comunidad: un hombre de 41 años, Alejandro Ruffo, fue acusado de asesinar a su hijo de 8 años y recientemente hizo una escalofriante confesión ante médicos designados por la Justicia.

Según fuentes oficiales, el hecho ocurrió el 5 de agosto, cuando Ruffo asfixió a su hijo con el objetivo de enviar un “mensaje” a su expareja, Natalia Ciak. Tras el homicidio, el acusado intentó suicidarse y permaneció internado en el Hospital Gandulfo bajo custodia policial hasta su traslado a la Unidad Penitenciaria N°34 de Melchor Romero, en un pabellón psiquiátrico.

Investigación y pruebas

La fiscal Fabiola Juanatey solicitó que la prisión preventiva de Ruffo quede firme, mientras el juez de Garantías Gabriel Vitale determinará los próximos pasos. Las pruebas reunidas incluyen declaraciones de vecinos, registros de cámaras de seguridad, escuchas telefónicas y un trabajo escolar del niño, en el que expresaba que sentía “miedo” en su hogar.

El episodio reveló un contexto de violencia verbal y celos. Ese día, mientras preparaba un café a Natalia, Ruffo llevó al niño hacia la escuela, pero el pequeño nunca llegó. Natalia, al notar la ausencia de su hijo, regresó acompañada por la Policía y encontró a Joaquín sin vida y a Ruffo ensangrentado tras su intento de suicidio.

Procesos judiciales y pericia psiquiátrica

Ruffo enfrenta cargos por homicidio agravado por el vínculo, alevosía y por el propósito de causar sufrimiento a su cónyuge. El 21 de octubre será sometido a una pericia psiquiátrica a cargo de Carmen Susana Mansilla, de la Asesoría Pericial Departamental de Lomas de Zamora, para determinar si comprendía sus actos y si puede afrontar un juicio.

Mientras tanto, Natalia Ciak continúa atravesando el dolor de la pérdida: “Jamás imaginé que podía lastimar a nuestro hijo. La culpa me persigue porque nunca pensé que él podía hacer algo así”, declaró.

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  • Un exarquero de la selección de Chile sufrió un infarto en pleno partido

     

    En pleno partido de homenaje a quienes fueron capitanes de la Universidad Católica de Chile se transformó en dramatismo y auxilio desesperado de profesionales médicos. El exarquero Patricio Toledo, de 63 años, debió ser auxiliado de urgencia tras sufrir un infarto agudo de miocardio a los once minutos de iniciado el partido.

    El incidente ocurrió ante más de 20 mil personas congregadas en el estadio. Tras desplomarse en el campo, los jugadores y el personal médico rodearon a Toledo para prestar los primeros auxilios y preservar su privacidad. Al mismo tiempo, desde la organización del evento llamaron a los asistentes a mantener la calma por altoparlantes: “Atención, queremos reiterarles por favor el llamado a mantenerse tranquilos y en respeto a la espera de novedades de salud de Patricio Toledo”. Posteriormente, se confirmó su traslado en ambulancia y la suspensión momentánea del encuentro.

    a LOS 11 MINUTOS DE INICIADO EL PARTIDO, EL EXARQUERO SE DESVANECIÓ Y FUE ATENDIDO DE INMEDIATO.

    De acuerdo con el reporte de EMOL, el director médico de la Clínica Universidad de los Andes, Francisco Espinoza, indicó que el exseleccionado nacional ingresó a las 18.07 horas. El diagnóstico determinó que sufrió un infarto agudo al miocardio, por lo que fue sometido a una angioplastia coronaria. “El procedimiento fue realizado con éxito, se logró ingresar a la arteria obstruida y se logró liberarla de manera exitosa. Es una condición de gravedad, es un evento crítico, que reviste toda la atención para salvar la vida del paciente, eso ocurrió con éxito”, señaló Espinoza, quien además precisó que el paciente permanece internado en la Unidad de Cuidados Intensivos bajo estricta observación.

    eL COMUNICADO OFICIAL DEL CLUB CHILENO.

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  • La Legislatura de Neuquén frenará su ritmo por la campaña electoral

     

    La Legislatura de Neuquén desacelera sus actividades por las elecciones nacionales del 26 de octubre, por lo tanto, los diputados provinciales tendrán esta semana sus últimas sesiones. En medio de la campaña, la actividad parlamentaria quedó reducida y gran parte de los bloques destina sus energías al trabajo proselitista, dejando en suspenso iniciativas de mayor peso legislativo.

    Las reuniones están previstas para el miércoles 1 y jueves 2 de octubre en la Legislatura neuquina, con una agenda liviana que incluye proyectos de declaración, pero sin tratamiento de leyes. El ritmo de trabajo se ve condicionado por el clima electoral, con comisiones que sesionan de manera parcial y un acuerdo entre bloques para limitar los debates a asuntos menores hasta después de los comicios.

    En lo que va de 2025, la Legislatura de Neuquén sancionó 39 leyes, un número considerado aceptable en comparación con 2021, otro año de elecciones intermedias, cuando se aprobaron 44 en todo el período. Sin embargo, las sesiones programadas para este miércoles 1 y jueves 2 de octubre tendrán una agenda reducida: se debatirán proyectos de declaración, pero no habrá leyes en tratamiento.

    Tres iniciativas de peso quedaron en comisión: la propuesta para impulsar el Turismo Religioso, la creación de un Programa de Saneamiento de Aguas Residuales —cloacales e industriales— orientado al “vertido cero”, y el Sistema Provincial de Manejo del Fuego. Ninguna logró hasta ahora los despachos necesarios para llegar al recinto.

    Fuentes legislativas señalaron que existe un acuerdo entre bloques para postergar estos debates durante octubre y limitar la actividad a asuntos menores. La semana pasada, de las 12 comisiones previstas, solo sesionaron cinco.

    El clima electoral se hace sentir en la Legislatura

    “Mi secretaria está con las zapatillas puestas: sale de acá y se va a recorrer casas”, graficó un diputado oficialista que, además, admitió coordinar dos mesas en el operativo territorial que despliega La Neuquinidad.

    La participación de los legisladores no se limita a la militancia: registros de la Cámara Nacional Electoral muestran que 12 diputados realizaron aportes privados a la campaña de ese espacio, con montos que oscilaron entre 1 y 2 millones de pesos.

    Entre ellos figuran Damián Canuto, Marcelo Bermúdez, Verónica Lichter y Mercedes Tulián (PRO-NCN); Francisco Lépore (Avanzar); Carlos Coggiola (Neuquén Federal); Gisselle Stillger (Arriba Neuquén); y Ernesto Novoa, Matías Martínez, Zulma Reina, Yamila Hermosilla y Luz Ríos (Comunidad). En paralelo, el legislador Guillermo Monzani aportó 1 millón de pesos a Fuerza Libertaria para el “desenvolvimiento institucional” de ese espacio.

    La actividad parlamentaria plena se retomará después de las elecciones nacionales, en la última semana de octubre. El eje de los debates será el proyecto de Presupuesto 2026 que el gobernador Rolando Figueroa deberá enviar antes del 31, según lo establece la Constitución provincial. Como es habitual, el paquete incluirá la ley impositiva anual y reformas al Código Fiscal, lo que marcará el inicio de un intenso tramo legislativo de cara al cierre del año.

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  • Bolsonaro y la polémica del golpe: ¿crisis política o judicialización de la democracia?

     

    La condena a Jair Bolsonaro por promover un supuesto golpe de Estado en Brasil ha generado controversia en el ámbito internacional. En una entrevista en AM Cumbre 1400, el politólogo Julio Burdman analizó el caso, cuestionando la definición de golpe de Estado en el siglo XXI. “Nos queda cada vez menos claro a los politólogos qué es un golpe de Estado”, afirmó, contrastando los golpes militares de los años 70 y 80 con las acusaciones actuales de conspiraciones para derrocar gobiernos mediante actos violentos.

    Burdman explicó que la figura jurídica utilizada contra Bolsonaro es debatida en la ciencia política. “Se lo está condenando por una figura que la ciencia política tiene en duda”, señaló, refiriéndose a la dificultad de clasificar eventos como los disturbios en Brasil o el asalto al Capitolio en Estados Unidos como golpes de Estado. Comparó estos casos con crisis como la renuncia de Fernando de la Rúa en 2001 o el juicio político a Dilma Rousseff en 2014, donde la inestabilidad política no siempre equivale a un golpe tradicional.

    El politólogo recordó una reflexión de Raúl Alfonsín en 1989, cuando, tras su renuncia anticipada, habló de una nueva era de “golpes de mercado”. “Me volteó el mercado, muchacho”, citó Burdman, destacando cómo las interrupciones de gobiernos han evolucionado desde los tanques en las calles hacia presiones económicas y sociales. Esta perspectiva, según el experto, ilustra cómo las crisis modernas desafían las categorías tradicionales de la ciencia política.

    Juicio político o conspiración: el caso Rousseff

    Burdman también abordó el juicio político a Dilma Rousseff en 2014, que calificó como una “antojada” por acusaciones débiles, pero ejecutada dentro de la formalidad parlamentaria. “Hubo un parlamento que votó por destituirla”, explicó, aunque señaló que muchos consideran que fue una conspiración liderada por la oposición, incluido Bolsonaro en ese entonces. Este precedente refuerza el debate sobre si estas destituciones constituyen golpes o maniobras políticas legítimas.

    El experto destacó que las protestas violentas, como las 14 toneladas de piedras arrojadas contra Mauricio Macri o las manifestaciones en Brasil, reflejan nuevas dinámicas de inestabilidad. “¿Son golpes de Estado o protestas antigobierno?”, preguntó Burdman, subrayando que llevar estas cuestiones al plano penal es una novedad. “A Bolsonaro le están condenando por algo que la ciencia política no tiene resuelto”, insistió, planteando que estas turbulencias podrían ser tanto un atentado a la democracia como una movida política contra el exmandatario.

    Burdman reflexionó sobre el auge de liderazgos autoritarios que, como Bolsonaro, logran amplio apoyo electoral. “Es incómodo que los políticos terminen siendo condenados por hacer política”, afirmó, sugiriendo que la sociedad debería contrarrestar estas figuras mediante el voto, no solo con procesos penales. Este fenómeno, según el politólogo, plantea un desafío para las democracias: cómo lidiar con “autoritarismos electorales” que cuestionan las instituciones desde dentro del sistema.

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  • Programa Gregorio Álvarez: estudiantes de Chos Malal recibieron computadoras para sus estudios

     

    El gobernador Rolando Figueroa entregó este viernes 302 notebooks en Chos Malal a estudiantes becarios del Nivel Superior de la Región Alto Neuquén. La iniciativa forma parte de la beca Gregorio Álvarez, un programa que busca garantizar la igualdad de oportunidades y que ya adquirió 2.200 equipos para distribuir en distintas localidades de la provincia.

    Esto se lo han ganado, año a año tienen que ganárselo. Es una oportunidad y una herramienta muy valiosa”, afirmó Figueroa al dirigirse a los estudiantes, a quienes convocó a aprovechar el beneficio de la beca que “permite igualar las líneas de partida”.

    El mandatario resaltó la magnitud de la inversión provincial: 20.000 millones de pesos en dos años, además de destacar la transparencia del programa, que cuenta con auditorías y objetivos definidos. “Más del 85% de los becarios serán la primera generación profesional de sus familias, y más del 75% son mujeres”, remarcó.

    Una inversión con mirada a futuro

    Figueroa agradeció el aporte de empresas privadas, en especial de las petroleras, de Gas y Petróleo del Neuquén y del Banco Provincia del Neuquén (BPN), el mayor aportante. En ese sentido, sostuvo: “La mejor inversión que debe quedar en un pueblo después de que no exista más Vaca Muerta es un pueblo educado”.

    Además, el gobernador adelantó que se trabaja en nuevas mejoras para el programa. Entre ellas, incorporar tutores de distintos consejos profesionales, sumar psicólogos a través del SIEN y también nutricionistas, con el objetivo de acompañar de manera integral la trayectoria de los estudiantes.

    Acto en Chos Malal

    La entrega se llevó a cabo en el Cine Teatro Municipal Pedro Secundino Peri de Chos Malal y contó con la participación del intendente Nicolás Albarracín, el ministro de Seguridad Matías Nicolini, la coordinadora de Políticas Socioeducativas y Equidad, Amalín Temi, y otros funcionarios provinciales y municipales.

    En su intervención, Temi recordó que las notebooks fueron adquiridas a través de la Fiduciaria Neuquina SRL y llamó a los jóvenes a comprometerse con el estudio: “Así como el gobierno hace su parte entregando estos beneficios, ustedes saben que tienen que hacer la suya”.

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  • Ana Carolina Diby: de Neuquén al Aconcagua, a la Antártida y a un libro

     

    Ana Carolina Diby puso una mochila en su vida a los 7 años en Picún Leufú y cuando habla con Alerta Digitalparece tenerla puesta después de subir al Aconcagua, remar en la Antártida, escribir un libro y contagiar aventura por sus poros.

    Hablamos con ella y, les confieso, esta mujer es para conocerla, admirarla y tenerla ahí, en el lugar al que recurrimos cuando la vida parece ser una cuesta empinada y difícil de sobreponer.

    ¿A qué edad comienza esa pasión por la aventura de explorar?

    Desde que tengo memoria, la aventura ha sido parte de mi ADN. Aprendí a caminar en la cordillera neuquina, y a los siete años tuve mi primera mochila que era más grande que yo. Recuerdo las noches de campamento jugando cuando era una niña con linternas como luciérnagas, también recuerdo explorando caminos en la estepa patagónica y descubriendo huellas de animales en la tierra. A los 15, mis padres me regalaron una cámara amarilla sumergible, una Canon, como si supieran que mi destino era capturar el mundo que me rodea. Con cada viaje que fui a la montaña, mi espíritu aventurero se fue haciendo más fuerte, hasta que un día comprendí que estaba hecha para esto: para explorar, para desafiarme, para descubrir ese mundo que aparecía en mi camino.

    ¿De dónde eres?

    Soy de la provincia de Neuquén, aunque no de un solo lugar en particular. Crecí entre cordillera, aprendí a caminar en villa angostura con sus montañas, lagos y la estepa patagónica, Picún Leufú mudándome de un pueblo a otro mientras mis padres, pioneros en la salud pública, se aventuraban a llevar su vocación a los rincones más remotos. Vivir en distintos lugares me hizo sentir que pertenecía a todos ellos. Cada paisaje, cada comunidad, cada historia que descubrí en el camino fue moldeando mi espíritu aventurero y mi amor por la naturaleza. Nací en Córdoba, pero al mes volamos a Neuquén, donde había estado en la panza de mi madre.

    ¿Cómo está integrada tu familia?

    Vengo de una familia marcada por la vocación y de alguna manera la aventura. Mis padres, la Dra. Nanci Marta Ferrari y el Dr. Gerardo Jalil Diby, fueron pioneros en llevar la salud a los rincones más remotos de Neuquén., cuando la Salud de la Provincia se estaba haciendo. Crecí rodeada de mis cuatro hermanos, compartiendo historias y exploraciones que forjaron mi amor por la naturaleza. Hoy, mi familia está conformada por mi compañero de vida, Raúl Rodríguez, con quien comparto más de 20, ahora Gastón el hijo de mi marido y por mis hijos peluditos de cuatro patas: Tuti, Chu, Mum, Boda, Chan, Pelux, Schnelly y Rechnet, quienes llenan mis días de alegría y compañía. En mi hogar, la vida sigue siendo una gran aventura.

    La mochila y la aventura han sido el eje de vida de esta neuquina. Foto: gentileza

    ¿A quién crees que salió esta pasión tan bella de explorar y la aventura?

    Viajando en el tiempo, yendo a mi infancia, conociendo la historia de mis padres como llegaron a ese Neuquén de los años 60’ cuando estaba todo por hacer.  las dificultades con las que se encontraron creo que eso estaba en los genes de aventurarnos, de explorar nuevos lugares, alejados de todo, lejos de la comodidad de las ciudades, fue siendo algo natural para mí. Sin perder el horizonte de lo que se habían propuesto. Mis padres fueron unos pioneros que se decidieron por la medicina rural en un territorio nacional que se había provincializado recientemente.

    A veces creo que también viene de mis antepasados suizos alemanes del Wallis, que amaban la Alta Montañas de los Alpes Suizos.

    Viajemos en el tiempo… vamos hacia el año 1991…¿Qué sentiste cuando te nombraron integrante de la Expedición Proyecto Orca Antártica?

    Estaba en Suiza trabajando cuando recibí el llamado de Ricardo. Su voz traía una propuesta inesperada: un lugar en la expedición Proyecto Orca Antártica. Rolfi Di Leo, de Ushuaia, no podría ir porque su esposa estaba a punto de dar a luz, y ahora el destino ponía ante mí la oportunidad de viajar a uno de los lugares más remotos del planeta. 

    Una oleada de emociones me invadió. La Antártida era un sueño, un territorio de hielo infinito, de fauna imponente y de desafíos que solo unos pocos podían experimentar. Cuando finalmente llegué y me vi remando en kayak entre icebergs, en un silencio interrumpido solo por el canto de los pingüinos, el resoplar de las focas, Ballenas y el crujido del hielo, sentí una humildad absoluta ante esa inmensidad de la naturaleza. 

    Era una mezcla de adrenalina y reverencia. La Antártida no es solo un destino, es un encuentro con lo infinito. Haber sido parte de esta expedición fue un privilegio, una marca imborrable que aún hoy me acompaña.

    La enseñanza extrema de navegar en medio del hielo de la Antártida. Foto: gentileza

    ¿Cuál fue tu reacción cuando te comentaron que se haría en kayak?

    Cuando supe que la expedición se haría en kayak, sentí una mezcla de emoción y respeto por el desafío que teníamos por delante. No era cualquier travesía; navegar en las gélidas aguas de la Península Antártica exigía dominar la técnica del “esquimo roll”, una maniobra esencial para recuperar la posición en caso de vuelco. En aguas bajo cero, un error podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. 

    Recuerdo una escena que aún resuena en mi memoria: frente a nuestro refugio en Puerto Neko, una imponente pared de hielo se quebró y se desplomó en el mar con un estruendo ensordecedor. En cuestión de segundos, el agua se agitó con violencia y supimos que debíamos reaccionar. Rápidamente, aplicamos el sistema de las embarcaciones acople ideado por Ricardo Kruszewski, uniendo los kayaks para convertirlos en una balsa y evitar que nos volcara el oleaje. A pesar de nuestros trajes secos de una pieza, diseñados para aislarnos del agua helada, la sensación de vulnerabilidad era constante. 

    El riesgo de esa expedición era inmenso. Uno de los integrantes, un alemán, decidió bajarse del proyecto al darse cuenta de lo que realmente implicaba pasar 60 días en un refugio remoto, sin más conexión con el mundo que una radio de radioaficionados. En los 90, la Antártida era un territorio mucho más inhóspito que hoy; no existía el turismo antártico ni la comunicación satelital constante. Era un viaje hacia lo desconocido, donde el frío, el aislamiento y la incertidumbre eran parte de la aventura. Y, aun así, no cambiaría esa experiencia por nada en el mundo.

    ¿Ya antes habías practicado esa disciplina?

    Mi primer contacto con el kayak fue en las aguas del río Limay, cuando un amigo de montaña, Alfredo Rosasco, que me prestó su kayak slalom y me invitó a dar una vuelta. Recuerdo la emoción de deslizarme por el agua, sintiendo la corriente y tratando de mantener el equilibrio en aquella embarcación ágil y desafiante. 

    En los años 80, mi pasión principal era la escalada en montaña, pero en nuestro círculo era común que los amantes de la adrenalina alternáramos entre el hielo, la roca y el agua. No tardé en entusiasmarme con el kayak, y pronto empecé a remar con más frecuencia. Cuando recibí la invitación para la expedición a la Antártida, ya tenía experiencia, pero sabía que remar en un río o en un lago no se comparaba con enfrentar las aguas heladas del fin del mundo. 

    Tuve que perfeccionar técnicas específicas de seguridad, especialmente el “esquimo roll”, una maniobra vital para recuperar la posición en caso de vuelco. No era solo una habilidad, era una cuestión de supervivencia. En la Antártida, un error podía costarte la vida, así que me dediqué a entrenar con disciplina, entendiendo que cada movimiento debía ser preciso, que cada remada era un desafío con la naturaleza helada que nos esperaba. 

    Mirando hacia atrás, cada instante de preparación valió la pena. cada brazada en el Limay, cada caída y cada lección aprendida, me llevaron hasta allí.

     ¿Como fue todo?

    La planificación fue larga, exigente y llena de desafíos. Nada podía dejarse al azar cuando el destino era la Antártida, un territorio donde la naturaleza dicta sus propias reglas y cualquier error puede costar muy caro. 

    Juan Carlos López, el científico de nuestra expedición, llevaba años estudiando las orcas en Puerto Madryn. Ricardo Kruszewski, pionero en la fabricación de kayaks SDK, llevaba cuatro años organizando esta travesía semi privada, una odisea que combinaba exploración científica y una aventura sin precedentes. 

    Conseguir los permisos de la Dirección Nacional de la Antártida fue solo el primer paso. Pasamos por rigurosos estudios psicofísicos, los mismos que se les exigen a los pilotos de avión. La Antártida no es un lugar para improvisar. Estar aislados durante 60 días, sin posibilidad de reabastecimiento ni comunicación fluida, requería una planificación milimétrica. 

    Me involucré en la logística de alimentos junto al jefe de expedición. No había espacio para lujos ni caprichos: cada elección debía responder a la necesidad de supervivencia. En esa época, los alimentos deshidratados no eran tan accesibles como hoy, así que dependíamos de enlatados y productos de larga duración. Pero la sorpresa nos aguardaba: en el refugio Fliess, en Bahía Paraíso, encontramos unas botellitas de sidra dejadas por una expedición anterior. Un pequeño lujo inesperado que se sintió como un tesoro en medio de la inmensidad helada. 

    Cada día en la Antártida era una lección de humildad. Navegar en kayak por la Bahía Andvord, rodeados de hielo y con la intención de avistar orcas, nos dejó sin aliento. Sin darnos cuenta, nos convertimos en los primeros en remar en kayak en esos rincones remotos de la Península Antártica. 

    Es difícil describir lo que se siente. Hay experiencias que solo pueden entenderse viviéndolas en la propia piel. Nada de lo que puedas leer o imaginar se compara con la sensación de estar allí, en medio de la nada, rodeado de la inmensidad blanca, escuchando el crujir del hielo al tocar los kayaks y sintiendo que formas parte de algo mucho más grande que uno mismo.

    ¿Qué te dejó a nivel personal esta experiencia? Imagino hasta momentos inexplicable que hay que vivirla …¿no?

    Ser parte de la expedición Proyecto Orca en la Antártida no solo cambió mi forma de ver el mundo, sino también la manera en que me veo a mí misma. Hay experiencias que te transforman para siempre, y esta fue una de ellas. 

    Remar en kayak en un mar helado, con los icebergs con sus reflejos y el sonido de los mamíferos marinos rompiendo el silencio, es algo que no se puede describir con palabras. La inmensidad del paisaje te hace sentir pequeña y al mismo tiempo te llena de una energía indescriptible. Es como si, por un instante, formaras parte de la naturaleza en su estado más puro. 

    Vivir aislada en un refugio durante 60 días, en una convivencia tan intensa con mis compañeros y rodeada solo de pingüinos y el viento gélido, fue una lección de resistencia. La Antártida no tiene concesiones. Te obliga a enfrentarte a ti misma, a tus miedos y a tus límites, y a descubrir de lo qué estás realmente hecha. 

    Ser mujer en esta expedición también tuvo un significado especial para mí. No éramos muchas en este tipo de travesías en aquel entonces, y demostrar que podía remar en esas condiciones extremas, soportar el frío y la incertidumbre, y adaptarme a cada desafío, me llenó de orgullo. Espero que mi historia inspire a otras mujeres a lanzarse a lo desconocido, a romper barreras y a creer que pueden hacerlo. 

    Más allá de la aventura, esta expedición me dejó un profundo respeto por la naturaleza y la certeza de que estos lugares deben ser protegidos. Me enseñó a valorar lo esencial, a confiar en mis propias capacidades y a entender que las experiencias más valiosas de la vida son aquellas que te sacuden y te dejan huellas imborrables. 

    La Antártida me cambió al pasar el tiempo.

     Quiero saber: ¿cuál ha sido el desafío más grande hasta aquí en tu vida? ¿Cuál ha sido la aventura más extrema para vos?.

    Si hay una aventura que definió mi espíritu y me puso cara a cara con mis propios límites, fue escalar el Aconcagua por la ruta del glaciar de los polacos en 1988.

    Imagínalo: tres mujeres solas, Celina Guiñazú, Carina VacaZeller y Carolina Diby, sin guías, en una de las rutas más técnicas y exigentes de la montaña más alta de América. Junto a mi compañera de cordada, Carina Vaca Zeller, nos enfrentamos a una pared de hielo con un desnivel de 60°, donde cada paso requería una concentración absoluta. Bajo nuestros pies, el glaciar se extendía como un abismo silencioso, recordándonos que un error podría ser fatal. 

    No teníamos margen para el miedo. Solo había espacio para la determinación, la confianza en cada paso, en cada golpe de piolet, en cada movimiento medido con precisión quirúrgica. En ese momento, no éramos completamente conscientes de la magnitud del reto que habíamos asumido. No nos detuvimos a pensar en las estadísticas, en las probabilidades o en lo que significaba que tres mujeres decidieran abrirse camino en una ruta dominada por expediciones guiadas y equipos experimentados. Solo sabíamos que queríamos estar allí, desafiando la montaña, desafiándonos a nosotras mismas. 

    Cada amanecer sobre el hielo, cada ráfaga de viento cortante, cada respiración entrecortada por la altitud se quedó grabada en mi memoria como un recordatorio de hasta dónde podemos llegar cuando creemos en nuestra fuerza. 

    He vivido muchas aventuras extremas: sesenta días remando en kayak en la Antártida, sobreviviendo en un refugio aislado rodeado de un océano congelado y glaciares imponentes. Pero el Aconcagua… el Aconcagua fue el momento en el que supe, sin dudas, de qué estaba hecha.

    ¿Cuál ha sido el desafío más grande hasta ahora en tu vida?

    Si hay un desafío que ha sido constante en mi vida, es encontrar el equilibrio entre mi espíritu aventurero y las exigencias de la vida cotidiana.

    Desde pequeña, la naturaleza fue mi refugio, mi hogar y mi pasión. Crecer explorando lugares, montañas, ríos y lugares inhóspitos me dio una conexión con la libertad difícil de explicar. Mi madre siempre me dio seguridad para hacer lo que me gustaba. Sin embargo, la sociedad nos marca otros caminos: estudiar, trabajar, construir una vida en la estructura que todos conocemos. 

    Cursar mi carrera en la Universidad Nacional del Comahue, en la Facultad de Turismo, significó sumergirme en un mundo de responsabilidades, horarios y exigencias académicas que contrastaban con la inmensidad de los paisajes donde siempre me sentí más viva. Luego, al entrar en el mercado laboral, primero en el sector privado y después en la administración pública de la provincia de Neuquén, sentí esa dualidad más fuerte que nunca. 

    Pero el desafío más profundo fue emocional: enfrentar el duelo de perder a mi madre a los 26 años. Una ausencia que dejó vacíos en momentos cruciales, en decisiones importantes, en esas conversaciones que una hija siempre espera tener con su madre. Aprendí, con el tiempo, que el dolor y la resiliencia caminan de la mano, que la montaña me enseñó a seguir adelante, a levantarme después de cada tormenta, a respirar profundo y encontrar fuerza en cada paso. 

    Lograr ese equilibrio entre la pasión y la cotidianeidad no es fácil, pero quizás ahí radica el verdadero desafío: aprender a vivir entre dos mundos, sin perderse en ninguno de los dos.

    El libro Pasión y Aventura que presentó hace dos años en Neuquén. Foto: X

     ¿Qué te inspiró a escribir este libro «Pasión y Aventura: memorias y presente de una aventurera»?

    Siempre creí que mis experiencias en la montaña, en los ríos, en la Antártida, eran solo mías y de quienes compartieron conmigo esas travesías. Pero con el tiempo, me di cuenta de que cada aventura, cada desafío superado, despertaba un interés genuino en quienes escuchaban mis relatos. Periodistas, amigos, desconocidos que querían saber más, que se sorprendían al descubrir que en una época donde la montaña era un territorio prácticamente inexplorado para las mujeres, yo ya estaba allí, escalando, remando, nunca pensé que estaba abriendo caminos. 

    El primer impulso para escribir este libro llegó cuando el periodista Sebastián Bassallo, de radio 10, me contactó para su programa de efemérides al cumplirse 20 años de nuestra ascensión al Aconcagua como dos mujeres solas, sin guías ni equipos de apoyo. Nuestra ascensión había salido en los diarios de Clarín, Nación, Rio Negro, Diario de Mendoza y era unas efemérides.  

    Luego, la emoción de recibir el prólogo escrito por mi querido amigo y jefe de expedición, Héctor Cuiñas, quien lideró la Primera Expedición Argentina al Himalaya – Shishapagma en 1993 y para la que fui seleccionada, terminó de convencerme de que era hora incorporar a mi libro todas las vivencias y compartir mi historia.  Hasta ese momento solo había escrito solo Aconcagua.

    “Pasión y Aventura» no es solo un libro de relatos de montaña o expediciones extremas. Es un homenaje a una época en la que la naturaleza era libre, en la que el montañismo se vivía con un romanticismo que hoy se ha perdido. Quiero que quien lo lea lo transporte a aquellos días en los que la aventura no era un producto comercial, sino un desafío personal, un encuentro profundo con uno mismo. 

    Pero también es un mensaje de inspiración. Me gustaría que las personas –especialmente las mujeres– descubran que no hay límites cuando la pasión es el motor. Que se animen a dar el primer paso, a explorar lo desconocido, a escribir su propia historia de aventura, sea en la montaña o en cualquier ámbito de la vida. Porque la verdadera expedición no es solo conquistar cumbres o navegar océanos, sino atreverse a vivir intensamente. 

    ¿Hay nuevos desafíos? ¿Nuevas aventuras por vivir?

    ¡Siempre! La aventura no es solo un destino, es una forma de vida. Cada montaña, cada travesía, cada nuevo camino nos enfrenta a desafíos que nos transforman, nos empujan a descubrir de qué estamos hechos. La curiosidad y el deseo de explorar nunca desaparecen; simplemente se reinventan con el tiempo. 

    Aunque me gustaría contar más, hay una tradición siempre respetamos con mis compañeros de montaña, que respeto: los proyectos se mantienen en secreto hasta que los vivimos y regresamos para contarlos. Es parte del espíritu de la aventura. Hay algo mágico en ese misterio, en esa expectativa de lo que vendrá. Pero puedo decirte algo: la naturaleza sigue llamando, y estoy lista para responder. 

    ¿Tenés miedo cuando emprendés algunos de estos desafíos, aventuras?

    Hubo un tiempo en el que el miedo no tenía lugar en mis pensamientos. En los años 90, cuando escalaba montañas y desafiaba mis propios límites, la sensación de temor era casi inexistente. Sabía que había riesgos, pero no me paralizaban. La montaña era un espacio de libertad absoluta, un escenario donde la preparación y la confianza desplazaban cualquier duda. 

    Escalar sola el volcán Lanín, el Domuyo o enfrentarme a la imponente Ramada de 6.000 metros en San Juan no era una cuestión de valentía, sino de conexión conmigo misma, de probarme en la inmensidad de la naturaleza. Sin tecnología, sin pronósticos precisos, confiábamos en el instinto, la experiencia y el apoyo de los compañeros de cordada. Era una época de montañas libres, donde la aventura y el compañerismo definían cada expedición. 

    Hoy, los desafíos han cambiado para mí. La intensidad ha dado paso a una conexión más contemplativa con la naturaleza. Ya no busco las cumbres más difíciles ni las rutas más técnicas, pero el espíritu sigue intacto. Sigo eligiendo el movimiento: caminar con raquetas en invierno, hacer trekking, mantener el running como una constante en mi vida. 

    Tal vez el miedo no haya aparecido en la montaña, pero sí en otros aspectos de la vida. Porque la verdadera prueba no siempre está en la altura de una cumbre o en la inmensidad del hielo, sino en aprender a adaptarnos, a encontrar nuevos caminos y aceptar que cada etapa trae sus propios desafíos. 

    La impactante experiencia de subir a la cumbre del Aconcagua. Foto: gentileza

    Has sido parte de la primera cordada femenina argentina en hacer cumbre por la Vía Directa que está en el Glaciar de los Polacos, en la difícil cara este del Aconcagua. ¿Qué sentiste?

    El Aconcagua nos recibió con su imponente presencia, estábamos paradas con Carina VacaZeller al pie del Glaciar de los Polacos su cara estaba cubierta de hielo y la ruta extendiéndose frente a nosotras como un desafío colosal. Ser parte de la primera cordada femenina argentina en ascender por esta ruta era mucho más que una hazaña deportiva; era demostrar que no había límites para nosotras. 

    Sentí una mezcla de emoción, determinación y absoluta concentración. No había margen para dudas. Cada paso en la pendiente helada de 60 grados de inclinación nos exigía precisión, fuerza y confianza en nuestras habilidades. No llevábamos cuerda, solo crampones, piquetas y la firme convicción de que lo lograríamos. La sensación de vacío bajo nuestros pies era vertiginosa, pero no había miedo, solo un enfoque total en cada movimiento. 

    Llegar a la cumbre fue indescriptible. En ese instante, todo el esfuerzo, el entrenamiento y los años de experiencia cobraban sentido. No era solo el logro de alcanzar la cima, sino el camino recorrido, la conexión con la montaña, la hermandad con mi compañera de escalada. Nos abrazamos en la cumbre por haber llegado. Jamás nos imaginamos que habíamos hecho historia, no por el reconocimiento, sino por haber llevado el espíritu de la aventura un paso más allá. 

    Hoy, cuando miro atrás, veo cuán diferente era el montañismo en aquellos años. No había guías ni tecnología avanzada, solo nuestro instinto, nuestra preparación y el compromiso absoluto con la montaña. Ahora, mis desafíos son distintos, más pausados, pero igual de significativos. Disfruto de la nieve, del trekking, del running, pero esa sensación de estar en la inmensidad de la montaña, enfrentando lo desconocido con mis propias fuerzas, es algo que siempre llevaré conmigo. 

    Porque al final, el desafío no es solo la montaña. Es atreverse, dar el paso y creer en uno mismo. 

    ¿Cómo se puede describir hacer cumbre en el Aconcagua?

    Hacer cumbre en el Aconcagua es mucho más que llegar a la cima de una montaña. Es la culminación de días de esfuerzo, preparación y resistencia mental. Pero cuando se asciende por una ruta desafiante como el Glaciar de los Polacos, la experiencia se vuelve aún más intensa, una prueba absoluta de determinación y entrega. 

    El último tramo antes de la cumbre es un juego entre la voluntad y el agotamiento. Cada paso es una batalla contra el cansancio extremo, contra la falta de oxígeno que convierte incluso la respiración en un desafío. Los crampones muerden el hielo con cada movimiento, los piolets se clavan en la pendiente como si fueran una extensión del cuerpo. El viento sopla con furia, recordándote que la montaña impone sus propias reglas. 

    Y entonces, después de horas de ascenso en la cara Este del gigante de América, la cumbre aparece ante tus ojos. Un último esfuerzo, un paso más… y estás ahí. 

    El mundo se abre a tus pies en un espectáculo grandioso: un mar infinito de montañas y valles, nubes que parecen extenderse como un océano blanco y el cielo, tan cerca que casi podes tocarlo. No hay barreras entre vos y el horizonte. No hay ruido, solo el latido acelerado de tu corazón y el viento que parece susurrar historias de quienes han llegado antes. 

    Es un instante de euforia absoluta. Te invade una emoción indescriptible, una mezcla de gratitud, orgullo y una extraña sensación de pequeñez frente a la inmensidad de la naturaleza. Miras a tu compañera de cordada, intercambian una sonrisa de triunfo, un abrazo que dice más que mil palabras. Lo logramos. 

    Pero la montaña te enseña algo clave: la cumbre no es el final, sino la mitad del camino. La verdadera hazaña no es solo llegar, sino regresar. Así que, tras un momento de contemplación, toca emprender el descenso con la misma concentración y respeto con los que se subió. 

    Y aunque con el tiempo la adrenalina se desvanece y los recuerdos se difuminan, hay algo que nunca cambia: una vez que tocas el cielo desde la cumbre, una parte de vos se queda para siempre en lo más alto de la montaña. 

    ¿Como describirías tu vida?

    Desde joven, la montaña ha sido mi refugio, alejándome de la rutina cotidiana, es mi maestra, donde aprendí. Un espacio donde me siento plenamente viva y en armonía con la naturaleza. Mi pasión por la escalada comenzó en los años ochenta, una época en la que la información era escasa y la aventura, pura y sin filtros.

    Recuerdo mis primeras expediciones con el club andino Neuquén a la alta montaña, a la Cordillera Real Boliviana en el 84. Con el tiempo mis escaladas en solitario, como cuando escalé el volcán Lanín durante el día, o años más tarde, La Ramada de 6.000 metros en San Juan. Estas experiencias me permitieron desafiarme a mí misma y descubrir la fortaleza interior que desconocía poseer. A lo largo de estos ascensos, aprendí a gestionar la incertidumbre y a confiar en mis habilidades, lo que me proporcionó una seguridad y confianza inquebrantables.

    Mi formación en técnicas de escalada y la adquisición de equipo adecuado fueron claves para enfrentar cada desafío. Aunque en aquella época no contábamos con Internet y los pronósticos meteorológicos precisos, nos las arreglábamos con información básica y la experiencia acumulada. La independencia y la autosuficiencia eran esenciales, así como la elección de los compañeros de cordada. Estuve rodeada de personas increíbles que, al igual que yo, compartían la misma pasión y compromiso, formando equipos sólidos y unidos.

    Uno de los hitos más destacados de mi vida fue ser parte de la primera expedición femenina al Aconcagua por la ruta directa, ascendiendo por el glaciar de los polacos. Esta experiencia fue un verdadero desafío y una fuente de orgullo, ya que nos enfrentamos a la imponente montaña con determinación y sin temor, utilizando solo los elementos técnicos como piquetas y crampones.

    Hoy en día, mi enfoque ha cambiado. Ya no practico escalada a nivel deportivo como lo hacía en aquellos años, pero la conexión con la naturaleza sigue siendo una constante en mi vida. Disfruto de actividades más suaves, como caminar con raquetas de nieve en la cordillera durante el invierno y hacer algunos trekking. El running, una actividad que adquirí cuando empecé a escalar, sigue siendo parte fundamental de mi rutina anual. Mantenerme activa y en contacto con la naturaleza es vital para mi bienestar físico y mental. Vivo en zona rural cercana a lo que me gusta.

    Mi vida ha sido una continua búsqueda de la naturaleza como una forma de llegar a las aventuras y desafíos, un aprendizaje constante; y cada experiencia ha dejado una huella imborrable en mi ser. Espero que esta entrevista inspire a otros a encontrar su pasión y a vivir sus propias aventuras con la misma entrega y entusiasmo que yo he vivido las mías.

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  • Gancia neuquino: la historia del aperitivo artesanal que nació en Picún Leufú y conquista paladares

     

    En Picún Leufú, una madre y su hija convirtieron la creatividad en un emprendimiento que hoy despierta curiosidad y paladares. Rosa Calderón y María Trafipán elaboran una amplia gama de productos artesanales, pero el que se lleva todos los elogios es el gancia Ros-Mar, un aperitivo casero que nació casi por casualidad y hoy conquista a cada vez más clientes.

    La idea surgió tras la pandemia, cuando ambas realizaron un curso de dulces y conservas. Allí notaron que quedaban muchas cáscaras de naranja sin uso. “La profesora nos dio la idea de hacer un aperitivo con las cáscaras y así salió el gancia, que es muy similar al industrial. Dijimos: vamos a probar… y a la gente le gustó”, cuenta Rosa.

    Desde 2023 producen este trago macerado durante 30 días con hierbas naturales, almíbar y alcohol. “Nunca pensamos que iba a ser tan popular; producíamos 20 litros al mes, ahora duplicamos y vamos a tener que seguir subiendo”, afirma con orgullo. Todos sus productos, libres de conservantes y aditivos, cuentan con habilitación comercial gestionada por el Puesto de Capacitación de Picún Leufú.

    Además del gancia, la dupla familiar ofrece berenjenas en escabeche, picles, salsa criolla, mayonesas vegetales, mermeladas de pera, naranja, frutos rojos y frutilla, entre otras delicias. En la feria itinerante Tienda de Sabores, a principios de julio, su stand fue uno de los más visitados: “La gente se fue muy contenta y nosotras también”.

    Quienes quieran probar el gancia Ros-Mar u otros productos pueden contactarse por WhatsApp al 299-6279219 o en Facebook (Calderón Rosa). La venta se realiza en su domicilio y, para clientes de Neuquén capital, coordinan puntos de entrega.

    “Se pueden armar combos de productos a precios accesibles”, agrega Rosa, que junto a su madre convirtió una simple idea en una fuente de ingreso estable y en un verdadero orgullo local.

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