El gaucho que custodia el Fin del Mundo (Parte I)

El gaucho que custodia el Fin del Mundo (Parte I)

 

A la Patagonia se la conoce como tierra de leyendas y lugares considerados míticos como la isla grande de Tierra del Fuego, en el Fin del Mundo. Quienes recorrimos el sur argentino en profundidad sabemos que ciertos rincones elevan aún más esa categoría, para los que al menos yo, ya no encuentro palabras con las cuales calificarlos.

Uno de ellos es la Península Mitre, el extremo oriental fueguino, separada de la Isla de los Estados por el turbulento estrecho de Le Maire. El mismísimo sitio donde se produjo el primer encuentro entre los colonos europeos y los pueblos que habitaban ancestralmente esta isla.

Con una superficie terrestre de casi 3500km2 (unas 17 veces la capital federal) y más de 5000kms2 marítimos, fue declarada Sitio Ramsar por ser un humedal de importancia internacional para la conservación de la biodiversidad y el sustento humano y desde 2019 Área Natural Protegida Provincial, ya que alberga una de las mayores concentraciones de turberas del hemisferio sur. Aunque se llama «península», no está completamente separada por un istmo. Raro.

Llegar no es fácil, son aprox. 125kms en vehículo desde Ushuaia hasta el puesto de prefectura de Moat, donde termina la ruta J, luego se debe seguir a pie poco más de 30 kms, según el sendero que uno tome hasta Bahía Slogget en la desembocadura del Rio López, antiguo límite occidental de la región.

En este extremo del mapa, donde los vientos azotan la tierra y el mar parece infinito, la Patagonia guarda leyendas vivas, y de eso les quiero hablar.

En 2015, llegué en mi autito hasta Moat, allí, mientras conversaba con personal de la Armada, por la ventana y soportando una leve llovizna vi llegar a un gaucho a caballo rodeado de vivaces perros que parecían custodiarlo. “Ese es El Paisa Andrade, un gaucho que vive solo, dentro de Mitre”, me dijeron. Sentí una gran alegría, yo conocía algo de su historia, pero tener la suerte de encontrarlo justo en el momento que realizaba una de sus esporádicas salidas del interior de la península fue una casualidad inmensa, casi como llegar al glaciar Perito Moreno el día que rompe su puente natural. “Soy muy afortunado”, pensé.

Salí a recibirlo, me presenté, y me encontré con una persona muy amable, de rostro duro pero amigable, hombre curtido por las inclemencias de un clima que no se anda con chiquitas. Vestía un camperón y un gorro con orejeras gris, vaqueros azules, camisa, pullover de lana y botas de goma. Conversamos un buen rato mientras él seguía con sus tareas, desensillar, ordenar sus cosas, sus animales, tomar mate. Usaba un precario refugio de viejas chapas oxidadas y tablas mal clavadas a metros del puesto de la Armada. Me ofreció llevarme por una semana hasta sus dominios australes. No me animé, en parte por no tener señal para advertir a mi familia que no podría comunicarme por largos días y en parte porque no me daba el cuero realmente. No tenía la más mínima preparación física, muchos de uds ya me conocen. Ahí mismo, en las oficinas de la Prefectura, nos sacamos la primera foto juntos. Ilustra la nota.

Con el tiempo tuvo teléfono con WhatsApp y conseguía señal de internet en Moat. Desde entonces solemos comunicarnos. Lo vi personalmente alguna vez más. En 2020 una increíble tormenta me frustró la travesía hacía sus dominios. Lo volví a encontrar en Moat en 2022. “Me gustaría que se conozca tu historia”, le dije hace poco. Le gustó la idea.

NOTA: Quiero aclarar que las respuestas que acá transcribo entre comillas, son declaraciones 100% textuales.

Su historia

El Paisa Luis Andrade, nació un 20 de septiembre a orillas del Paraná, en Goya, Corrientes y hoy acusa 64 años. Le sale el futbolero de adentro y me dice, “Me encanta el futbol, soy de Independiente, antes era fanático, después se me fue pasando, tengo un banderín firmado por el chivo Pavoni.

 Entre Pelé, Maradona y Messi elige a… “Bochini papá, Bochini, ¡grande el Bocha!”. Tengo la esperanza de comunicarme con el Bocha para que sepa que tiene un admirador en el Fin del Mundo, donde termina la tierra. Un caminante que anduvo por acá me dijo que trataría de hacerme el contacto”.

Amante de la buena música, “me gusta toda sí, siempre que este bien hilvanada y buena letra”. Como buen gaucho admira a El Pampa, “Larralde, Larralde si toda la vida me gustó y me sigue gustando, tengo toda su obra, “Herencia pa´ un hijo gaucho” y demás y sus conferencias de prensa las tengo grabadas por ahí, cada tanto lo escucho, un hombre muy cabal para mí”.

 Luego comienza a desgranar su apasionante vida,

“Llegué a estas tierras luego de vagabundear por el país. Anduve por Darregueira, provincia de Bs. As., me vine a dedo, con plata por supuesto, había renunciado a la represa hidroeléctrica – trabajó en Piedra del Águila, y también en Alicurá –, traía fondo de desempleo cobrado, quería conocer la Ruta 40, que era tan famosa, y ahí pasé por El Bolsón, me enamoré de ese pueblito, si yo siempre pienso el día que abandone acá buscaría instalarme ahí, pero son deseos nomás, por ahora continuamos acá, así que siempre quedé con eso en la cabeza”.

Mientras lo escucho pienso que en algún momento también recorrí por primera vez La 40 y tuve sueños de quedarme por allí, quizás con propósitos diferentes claro.

Los primeros años

En 1986 llegó a la isla, tuvo un “aserraderito” en Tolhuin y en 2006 o 2007, no recuerda bien, llegó a Mitre.

“Vine con un compinche amigo mío de Tolhuin que administró durante un par de años la estancia Bahía Slogget, me pidió que lo acompañe, y como hacía años que no andaba a caballo y en parte para conocer, me decidí a acompañarlo. Luego él no quiso continuar porque estaba abandonando mucho lo de él. Hice un arreglo y vine con otra persona, pero no duró ni un mes, acusó que le dolía la cintura, yo ya veía que no tenía el entusiasmo, no le agradó, así que quedé solo de nuevo, luego fui a buscar a otra persona, todas duraban poco, iban y venían casi siempre en el tiempo de rodeo, en vacaciones, después ya no”.

Si bien ahora habita el sur, llegó por el lado Norte al Rancho e Lata. Hace una pausa y continúa.

“luego a 2 días de viaje había una veranada que era Rio Udaeta, donde solía quedarme desde octubre a mayo aproximadamente y luego volvía a Rancho e Lata, Punta Ibarra que son campos de invierno, donde traíamos vacas a invernar. Anduve en muchos lugares, esto, esta estancia es muy grande se llama Bahía Slogget. Anduve también por Rancho e Cuero, Rancho e Nylon, Corral de Aguante, Corral de la Yegua, Rancho Julián, Puesto La Playa”,  

Me cuenta Don Luis, que comienza a entusiasmarse,

“Los primeros días, los primeros años diría, fueron difíciles, como toda persona que empieza en un lugar que no conoce, no estaba adaptado al clima, por eso con el patrón, la persona que yo había arreglado, me dijo “bueno vamos a hacer un contrato enseguida, por 3 años…5 años…con prórroga, como quiera”. Le dije que me diera un año para probar si me gustaba, si me hallaba, quería ver qué cantidad de animales había y si me adaptaba, y así me quedé, pero si, no me gustaba el viento, en la costa mucho viento. Hoy día ya no es tanto, o será que me adapté más al clima, pero hoy ya estoy mucho más tranquilo. Antes esos viajes hasta Moat para ir a buscar las cosas eran una tortura, una tortura eran, y hoy día ya para mi es un trámite más ya, no significa gran cosa para mí, pero me costó sí, me costó bastante, bastante me costó”.

Ahora el entusiasmo es mío y le pregunto: ¿cómo era la vida cuando llegaste a la península?, piensa y comienza a desenterrar lejanas vivencias.

“Era fatal y más para mí que era la primera vez que andaba en la costa. 16…20 grados bajo cero, escarcha, tempranamente tenía que herrar caballos, aunque sea dos para salir a buscar provistos o en caso de accidente tener como moverme, si no, no se podía salir, con caballo liso no salís a ningún lado, y la escarcha perduraba, empezaba a escarchar y no se iba hasta la primavera. Hoy día hace años que no escarcha, con ese tema del calentamiento global y parece ser que es cierto porque pasan años redondos sin herrar con ganchos, ni escarcha siquiera ya, ha cambiado totalmente acá, 100 x 100 un giro de 360 grados ha dado acá del tiempo que llegue al momento que estoy ahora«.

Sacrificio y adaptación

En mis dos viajes a la Península Mitre experimenté la rudeza de vivir allí, y de solo imaginarme como habrá sido para él en esos tiempos, me perturba.

“No había nadie acá, estaba solo y en la costa sur, que cruzaba el Rio López hacia adentro. El único que estaba en la zona sur, en Casa Vieja, era Pati – (Vargas, otro gaucho solitario) –. Estaba casi toda la península abandonada, incluso Puerto Español (en Bahía Aguirre). Solo había personal de la Armada en Buen Suceso y en la zona norte, en Policarpo que estaba Adolfo Imbert. En un momento quedé solo solo, se había ido Pati y la gente de la Armada de Buen Suceso, que volvió cuando se perdió una persona. Me había dejado guacho guacho, estuve solo completamente”.

¿Qué hiciste en esos primeros tiempos?

“Lo primero que hice esos primeros tiempos fue sobre todo conocer el campo, la tabla de mareas, entrar en cañadones, conocer ríos, pasos, entrar en los cerros, por atrás de la cordillera, donde recorrían, donde andaban los animales para poder sacarlos, experimentando y conociendo el lugar, así que me lo pasaba afuera, eh?, me echaba 3 o 4 atados de cigarros en el bolsillo y hasta que no los terminaba no me volvía, sabía andar semanas enteras, sin comida me quedaba, me entusiasmaba demasiado. Comiendo huevo de avutarda, carneando algún mamón ahí, así me lo pasaba, pero tenía un alma de conocer, siempre fui así, conozco mucho de mi país, porque siempre me gustó, soy así del estilo Diego Promenzio, una cosa así, jajaja”.

Se ríe, y asombrado por tal comparación, me río yo también…

Adaptarse a un lugar así no es nada sencillo, ¿Qué fue lo que más te costó?

“Lo que más me costó como no había estos medios de comunicación que hay ahora, nada, no podía marcar una tabla de marea, a veces llegaba a los pasos que tenía que pasar y estaba la marea arriba, como no los podía pronosticar de otra manera, no tenía los conocimientos, tenía que volverme para atrás, muchas veces con cargueros, y le erraba a los horarios, eso fue lo que más me costó, fatal eso. Hoy día ya no porque con estos medios de comunicación, teléfono mismo, ya tengo la tabla, marco y ya sé mañana a qué hora tengo que salir, a qué hora sube a qué hora baja, cuanto lo que va a subir, cuanto lo que va a bajar, bueno uno ya sale ahí más tranquilo y más seguro, antes, los primeros tiempos, como no existía este medio, me costó muchísimo, para que vamos a negar”.

Pienso que deben haber sido días muy difíciles, pero que seguramente también habrá habido días mejores, le digo, y continúa,

“El mejor día que recuerde fue una vez que me vinieron a festejarme un cumpleaños. Vinieron varias gentes que ya habíamos empezado a transitar el tema del turismo yo y empezaban a llegar acá y bueno se notificaron cuando era mi cumpleaños y se unieron entre todos y todos pusieron un poquito de todo y se vinieron a festejar mi cumpleaños y hasta me regalaron un teléfono. Ese, cálculo fue el mejor día, pero tuve muchos momentos lindos con la gente que me aprecia y gente que yo también aprecio. Viene gente muy cercana, muy amable y muy linda acá por eso que no me he ido de acá”.

Y si hubo de los buenos, debes haber sufrido de los otros, ¿no?

“El peor día fue una vez que me largué ahí en Slogget, la Vuelta de La Piedra que hay que largarse con marea baja, me largué con marea baja pero tenía viento en contra y yo no lo tenía bien estudiado porque el mar varía, me arrinconó contra la barranca el mar, los perros pasaban por arriba mío, me llevaba el caballo para adentro cuando las olas rompían contra la barranca me llevaban el caballo 30…40 metros para adentro y cuando venían esas olas bajas trataba de disparar, pensé que no salía, estaba más muerto que vivo, esa vuelta fue el peor día de mi vida, que putee hasta dios y a maría santísima, quien me manda a huevear así si no tenía obligación”.

La naturaleza salvaje de estos lares, lo puso rápidamente en su lugar y le hizo entender que nadie puede someterla. Y que incluso el mar, las barrancas, el frío o el viento pueden ser sus aliados o sus enemigos.

Se nota que la pasó mal y me deja una reflexión.

“Hay que respetar el mar ese si es jodido, tiempo después mató unos caballos, se salvó un amigo mío, pero le ahogó 13 perros y yo le había explicado el tema ese unos días antes, pero se largó igual. El mar es muy jodido hay que tener mucho cuidado a la naturaleza, peligrosísima, ese fue el peor día, no me olvido jamás, tenía una impotencia, pensé que no salía, me quedaban 200 metros que eran eternos, pero gracias a dios estoy acá para contarlo y para que nunca más me suceda”.

Enamorado de su lugar en el mundo, su labor diaria allí, la percibe de una manera muy especial.

“Mas que un trabajo lo defino como una responsabilidad y unas ganas de encontrarme con gente de tanto tiempo que estuve solo porque los primeros años acá eran fatales, no había un cristiano ni por joda, la única vez que veía una persona era por revistas, era impresionante, pasaban meses redondos sin ver un alma acá, años redondos te diría, en esos momentos tenía el deseo de encontrarme con alguien que después se fue haciendo cotidiano con el turismo y la promoción que se le está haciendo a la península, más el documental que hicieron esos chicos (se refiere al famoso y galardonado documental “Península Mitre”, de Los Gauchos del Mar), porque esto era poco conocido y quien iba a venir acá tan a trasmano, donde cuesta tanto traer las cosas?, era impensable ver gente por acá. Jamás me imaginaba, sabía andar solo caminando a caballo, por cualquier lado que anduviera el campo o la playa nunca traía eso en la cabeza que iba a ver una persona adelante mío porque no sucedía, después empezó a pasar eso”.

¿Sentiste miedo alguna vez estando allí?:

“No, no, miedo en la península no, tranquilidad, podes dormir tranquilo con las puertas y las ventanas abiertas, aparte siempre estas protegido de tus perros, no, no, no. Y si viene gente a cualquier hora de la noche como han sabido caer por ahí con luces de linterna por ahí son caminantes, gente toda re piola, que le ha agarrado la noche y sabían que había un rancho cerca y le seguían dando a luz de linterna con tal de llegar, no, no, no, acá no hay por qué temer, gracias a Dios. Donde hay es en las ciudades grandes, pero acá no, hay una tranquilidad enorme”.

¿Sufriste algún accidente que recuerdes especialmente?

“Si, el accidente que todo el mundo sabe, que estuve tres meses solo, me entablillé solo, con tablas que tenía de cajón para hacer fundas de cuchillo, me entablillé con harina. Me quebró un caballo, me dio vuelta arriba de un palo y me quebró, estaba solo en pleno invierno en la península, no tenía medio de comunicación, nada, la pasé muy mal yo esa vuelta, estuve un mes sin moverme, quemé hasta los bancos, las camas, las tablas de picar carne, la de sacar botas, todo lo que tenía alrededor porque no podía salir, mis perros sin comida, les desclavé los cueros que tenía ahí estaqueado y se los tiré, ya se estaban muriendo los perros de hambre, estuve muy mal esa vuelta, me iba a matar yo. Decí que vi mi pata porque tenía azul desde la punta de la uña, hasta los huevos arriba, negro, después vi que empezó a ponerse rosado y empezó a cambiar el color, empecé a agarrar ánimo, me iba a liquidar, había medido el arma de la punta de los pies hasta debajo de la boca, y miraba mis perros le corrían las babas en puerta, ya les había hecho toda la comida que tenía, le herví todo, le daba todos los días, y yo tenía pastillas y salmuera, me echaba en la pata, fría, caliente, no podía dormir del dolor, me la colgaba con soga, ahhh no sabes lo mal que estuve paisa, no tenés ni idea”.

No puedo imaginar una situación más adversa, el sufrimiento de un ser humano casi olvidado por el mundo que, luchando por sobrevivir sin muchos medios, a fuerza del característico coraje correntino, logró así también ayudar a sus compañeros de cuatro patas.

“Y por amor a mis perros, que los miraba muertos de hambre ahí, no me maté, aguanté, cuando vi que cambió el color no tenía nada para comer, me quedaba más o menos un cuarto de paquete de arroz, eso fue lo último que me comí ahí, así hervidos, sin nada, no tenía sal, comí pan del indio, no tenía sabor a nada eso, hasta que agarré, pude montar a caballo y me vine hasta Punta Ibarra, el puesto donde estoy ahora, acá había algo pa´ comer, azúcar, así que estuve un par de días más acá y de ahí emprendí viaje para Moat. Los milicos estaban preocupados ahí. Me dijeron que habían mandado a Pati a ver que El Paisa que hace tanto tiempo que no viene, No, dice, si ese se fue a la veranada. Dice que vino hasta la Mata Caballos” – una bajada muy empinada y peligrosa en zona de acantilados – “y miró hacia Punta Ibarra, este rancho donde estoy ahora y no había humo y se volvió, puras mentiras, ni vino, pero bueno, zafé de esa, pasé por la parte más angosta del embudo, paisa he?”

El Pan de Indio en Tierra del Fuego es un hongo comestible que crece en los árboles nativos del sur como el Ñire, la Lenga y el Coihue, son una buena fuente de agua mientras se recorre el bosque. Fue consumido por los pueblos originarios Yámanas y Haush. Lo probé alguna vez, la verdad no tiene gusto a nada. Se asemeja a una pelota de golf.

Esta comarca es tan grande …me pregunto si habrás podido recorrerla toda y si hay alguna zona que te cautive más.

“Si, si, prácticamente toda la península, y yo conozco más afuera de la península. Mi zona favorita acá es siempre la costa sur, porque la costa norte es mucho viento y es mar abierto. Acá tenés un poco el canal (Beagle) que más o menos algo te protege, y no es tanto pero allá en la costa norte es permanente el viento y es todo claro, limpio y da de lleno el viento”.

Es imposible describir este lugar, un entorno que abruma, que es dramático, salvaje y prístino a la vez. Pero la naturaleza en esta zona imagino debe proporcionar placeres que cuesta disfrutar en otros lados, ¿no?.

“Acá aspiras aire puro, al que es medio ermitaño y le gusta un poco la soledad, le viene de perillas, yo los primeros años vivía en soledad y me gustaba, ahora ya no, aprendí a convivir y siempre hay algún otro que viene y me pone contento y me da más energía, más ganas de vivir y bueno, ya te vas acostumbrando, aparte vas sumando cositas, compromiso con gente, acá te hablan de un año pal otro.

Si bien disfrutabas de esa soledad, si se quiere forzosa, ¿cuánto tiempo fue lo máximo que pasaste sin ver otro ser humano en Mitre?

“Los primeros años que llegué pasaban años completos, posiblemente pueda haber andado alguno o alguna persona en la costa, pero como no estaba en la costa yo, estaba 10 kms para arriba sobre el rio López, en el Rancho e´ Lata, capaz que justo cuando yo venía, esa persona ya había pasado o bien no había pasado nadie, pero si, era muy difícil encontrar una persona”.

Don Luis recuerda también días de ansiedad y deseos de tabaco.

“En un momento que venía del Rancho e´ Lata, sin cigarro por supuesto viajes largos, me quedaba dos días todavía para llegar a Moat, con la esperanza de manguearle un cigarro a los milicos ahí, o bien esperar al patrón, en ese tiempo no tenía teléfono, nada, había que usar la radio, que te confirmen la fecha, cuando iban a venir, no era fácil, esperar un par de días más, era muy complicado, ahora con estos teléfonos y el internet en Moat, antes no había internet en Moat tampoco. Ahora tengo hasta yo en Punta Ibarra, mira lo que son las cosas, se simplificaron todas las cosas, así que venía siempre cabizbajo, porque costaba todo, muchísimo más que ahora por supuesto. De repente iba llegando a la playa y vi dos personas ahí en el Rancho e´ La Playa, que alegría que me dio, y ahí nomás a los muchachos también le dio alegría ver una persona a caballo, y ya nos empezamos a hablar y ya le pedí un cigarro, era 5, 2 estaban ahí y 3 andaban por la draga, me dieron un atado de cigarro y un encendedor, faaaaa, el hombre más feliz de la vida, ¿eh?”.

Poco a poco las cosas fueran cambiando para el Paisa y la zona.

“Y después esos encuentros empezaron a ser más frecuentes, pero no tanto, no te voy a decir que todas las semanas no, no, cada seis meses, 7 u 8 meses por ahí chocaba algún otro y después ya bueno, con ese documental que se mandaron estos chicos, Los gauchos del Mar, esto ya empezó, porque antes esto no le conocían demasiado, ese documental fue el que lo promocionó más”.

Estos gauchos acuáticos, Joaquín y Julián Azulay, son dos hermanos surfers marplatenses que hacen espectaculares documentales laureados internacionalmente, donde se los ve domando olas alrededor de los sitios más icónicos del mundo. Algo así como el programa de Tv “MDQ” pero más serio.

¿Cómo transcurre un día típico tuyo en la península?

“Un día mío en la península es siempre igual, siempre agitado, atar, largar algún perro, ir a ver los caballos y empezarme a preparar, las distancias son lejísimas acá. El día se te va, no te das ni cuenta acá. Muy, muy, muy agotador también, termino en las tardes, con la leña, acarrear la leña, la comida, el pan, todo te lleva su tiempo. Los animales, 50% de mi día es para atender los animales”.

Cada gesto parece calculado y medido. No hay mucho lugar para el ocio en Mitre, cada acción tiene su propósito y cada minuto cuenta. La soledad tiene peso y la naturaleza marca el ritmo de la vida. Las jornadas se despliegan con precisión salvaje.

¿Y Podrías volver a vivir en una ciudad?

“Si, si, si, totalmente, puedo vivir en una ciudad, es más te cuento, soy re cariñoso con los pibes, todo y eso que en veces yo he matado toros salvajes, me han matado los perros, los he matado a garrotazos, a pesadumbre, le miraba yo que me mataba un perro o un caballo así, lo miraba o si tenía un lunar lo dejaba identificado en mi mente, lo perseguía por meses, el día que lo encontraba, era re hereje yo, lo mataba a pesadumbre, en el campo tenés que ser así, temperamental en estos laburos con ariscos porque si no, no te metas porque no vas a servir. Vadear ríos y enlazar, atar toros salvajes, andar con los caballos, tenés que ser enérgico y decidido. Y yo llego al pueblo y soy una dulzura tremenda con los nenes, me gusta comprarle golosinas, entretenerlos, jugar con ellos, o sea, los dos polos, ternura encima y la brutalidad por otro lado, que yo mismo en veces solo acá me pregunto, es difícil, pero es lindo estar solo, te analizas bien tu vida y sabés hasta donde te da el rollo”.

La fría rudeza y la cálida ternura personificadas en un solo ser humano.

La comida en Mitre

¿Cómo manejás el tema de la comida en un lugar tan aislado?

“Mi alimentación consiste en carnes, acá vegetales, todo un poco, un poco de fruta, por ahí hacemos una pizza, ahora traje cocina a gas y por ahí nos damos algunos gustitos, por ahí siempre los turistas traen alguna trucha, la hacemos al roquefort, traen cositas y las mezclamos acá. Hacemos con batata frita los pescaditos, preparamos de todas formas, no, no es problema, es como en el pueblo, no hay gran diferencia. El asunto es que cuesta cargar las cosas nomás, pero bueno acá siempre se le da una buena utilización y sirve para una buena alimentación, eso si”.

Eso de subsistir a más de 100kms de un supermercado debe tener sus bemoles, ¿no?.

“Y acá subsisto… siempre precario, ¿no? Pero bueno…teniendo animales salvajes y acarreando yerba, lo más cerca que tengo es Prefectura ahí donde voy a buscar las provistas. Los primeros años siempre escaseaba alguna cosa, nunca estaba completo, es imposible estar completo acá, semejante distancia donde hasta traer un paquete de yerba incomoda, tenés que hacerlo todo a caballo, días de lluvia, viajes largos. El primer puesto que tengo para traer cosas son 7 horas a caballo, con carguero, tratar de venir despacio, no romper nada, es muy sacrificado acá, no es fácil, los senderos no son derechos ni planos ni mucho menos, variables, turba, enterrás los caballos, vas por las piedras, subidas bajadas, un monte es muy accidentado”.

Con el tiempo las cosas fueron cambiando un poco en su vida, y me cuenta: “Una vez apareció un caminante que me dijo: ¿no me puede llevar la mochila y yo le pago unos mangos?, bueno le dije, tengo un carguero. Y después otro y otro y empezaron a preguntarme que me hacía falta, y me acercaban víveres a Moat y ahí se fue poniendo mejor esto al menos para mí, ¿no?”

Palabras sencillas, pero que reflejan la austeridad y el ingenio de quien vive al margen de la civilización. La comida, al igual que todo en estos confines, es funcional, rápida, y siempre ligada al trabajo y la supervivencia.

Las estancias patagónicas son tan vastas que una sola casa no alcanza. En su inmensidad suelen levantarse varios ranchos o puestos, refugios distribuidos que son punto de apoyo en medio de una soledad donde la distancia se mide en horas a caballo y cada río o montaña marca una frontera natural. La que lo acobija El Paisa no es la excepción.

¿Sé que habitas más de un rancho, como se llaman y donde está ubicado cada uno?.

“Bueno si, en realidad los ranchos son varios, pero son 3 nomás los que ocupo yo, es este Punta Ibarra, Rancho Julián, que puse en memoria de un muchacho que se ahogó en el López. Le pedí permiso a la familia para poner el nombre de él y me autorizaron. Además, era amigo mío el chico este, así que bueno, Rancho Julián, que es más precario que este, más chico pero acogedor, el lugar es muy lindo, la gente quiere mucho ese lugar, siempre me dicen, pero yo abandoné ahí porque están los bagualeros, así que no, más adelante voy a ver una vez que se retire esta gente voy a ver que hago ahí, y justo es el paso ahí, el paso para cruzar el Rio López, justo, justo, ahí está el paso”.

También me describe su famoso “Rancho e Lata”.

“Este queda aproximadamente 10kms arriba sobre el Río López, de la costa, 10kms más o menos, en línea recta con GPS, de ahí ponele las vueltas un poquito más, pero bueno es ahí donde está el casco, pero ya ese rancho es lindo, grande, tiene cocina a leña con horno, un rancho que es grande, pero que queda muy retirado para mí ya, como que estoy abandonando ya ese rancho.

Por el Rancho e´ Lata está el otro paso que se hace por atrás de Puerto Español, que se llama el Valle de la Muerte. O sea, Rancho Julián va por la costa y de Rancho e´ Lata por atrás de la Cordillera. Son dos ranchos intermedios que están espectacular para los que transitan a pie por esos lados. Estoy habitando más este rancho que es Punta Ibarra, que me queda más cerca de Moat”.

Don Luis enumera sus refugios como si fueran parientes queridos, en su relato, los ranchos no son simples construcciones de madera y chapa, ni lugares donde dormir o guardar herramientas, cada uno es un capítulo de su vida, cada rancho guarda una historia, una memoria y hasta una pérdida. En ellos se lee la vida del Paisa. Sus ranchos, pienso, son testigos mudos de la soledad más extrema del fin del mundo.

(Continúa mañana con la Parte II)

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    «Siguiendo las instrucciones del Presidente, con el objetivo de retomar el diálogo con los gobernadores afines, hemos constituido la Mesa Federal junto al Ministro de Economía, Luis Caputo, y al flamante ministro del Interior, Lisandro Catalán“, informó Francos.

    “En esta nueva etapa en que consideramos imprescindible implementar las reformas estructurales en las que hemos trabajado, estamos dispuestos a profundizar los vínculos con las provincias que comparten el espíritu de cambio”, agregó.

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  • Menos compras en kioscos y almacenes: el consumo se hundió 1,9% en agosto

     

    El consumo masivo cayó 1,9% en agosto respecto del mes anterior, arrastrado por menores ventas en kioscos, almacenes y farmacias, de acuerdo con un relevamiento privado.

    La consultora Scentia relevó una baja mensual de 1,9% en agosto, compuesta por una caída de 4,4% en las ventas de kioscos y almacenes, 2,6% en farmacias y 2,2% en autoservicios. Mayoristas también cayeron 0,9%. En cambio, comercio electrónico y supermercados de cadena crecieron 5,2% y 2,2%, respectivamente.

    En comparación interanual, el consumo creció 4% en agosto, y en lo que va del año acumula un crecimiento de 1,2%.

    Osvaldo Del Río, director de la consultora Scentia, señaló que en agosto «se repite el signo positivo en la mirada agregada, logrando un +4% en la variación respecto del mismo mes de 2024, mientras que en el acumulado anual alcanza un +1,2%». Sin embargo, observó que «continúa siendo dispar el comportamiento de los canales«.

    En agosto, las ventas de supermercados cayeron 5,1%, respecto de igual mes del año pasado, mientras que en el acumulado del año bajaron 5,4%. También los mayoristas registraron un descenso de 8,1% interanual y 2,3% en lo que va de 2025.

    En cambio, el consumo en autoservicios independientes creció 5,7% interanual, aunque de enero a agosto perdieron 2,3%.

    Almacenes y kioskos registraron un crecimiento de 10,3% interanual y un incremento de 8,8% en el acumulado de este año. También las farmacias tuvieron una suba de 3,3% frente a agosto 2024 y de 5,5% en el año. Pero el que tuvo el mayor crecimiento fue el comercio electrónico: +13,3% interanual y +10,2% este año.

    En cuanto a las distintas canastas, las mayores ventas se concentran en perecederos (+9,8% interanual), impulsivos (+9,6%) y alimentos (+6,2%). Bebidas sin alcohol (+4,5%), limpieza de ropa y hogar (+4,3%) y desayuno y merienda (+2,3%) también crecieron.

    En el total de los canales, cayeron las ventas de artículos de higiene y cosmética (-3,1%) y bebidas con alcohol (-2%).

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  • Campamenteros de San Martín de los Andes ¿De qué se trata esta pasión patagónica?

     

    En la Patagonia, el campamentero se ha convertido en una figura clave del turismo de aventura, especialmente ligado a la pesca con mosca. En una entrevista con AM Cumbre 1400, Nicolás, un campamentero de San Martín de los Andes, explicó que esta actividad consiste en brindar un servicio integral para quienes buscan una experiencia única en la naturaleza.

    El campamentero se encarga de trasladar todo lo que es el campamento hacia el lugar donde van a dormir, sumando los bolsos de los clientes, la comida y demás”, detalló Nicolás, destacando la logística detrás de esta profesión en auge.

    Lejos de la rusticidad de antaño, los campamenteros ofrecen hoy una experiencia de confort en entornos naturales. Desde duchas con agua caliente hasta cenas gourmet, el servicio se asemeja a un “hotel 5 estrellas en el medio de la naturaleza”, según Nicolás.

    Llega un cliente, lo esperamos con una copa de vino, una empanada, mientras está haciéndose un cordero, y al final del día le podemos dar hasta una bolsita de agua caliente para que no tenga frío en los pies”, describió, resaltando cómo la atención al detalle transforma la experiencia de pesca en algo inolvidable.

    La creciente demanda de este servicio llevó a los campamenteros a organizarse en una asociación civil para profesionalizar su labor. Nicolás comentó: “Vemos que la demanda es cada vez mayor, somos más en el río. Nos venimos organizando como un grupo de WhatsApp, nos vamos contando el estado de los ríos, cómo está cada campamento”. Este grupo busca capacitaciones en áreas como manejo del fuego, primeros auxilios, navegación segura y manipulación de alimentos, con el objetivo de elevar los estándares de calidad.

    Con la temporada de pesca en San Martín de los Andes finalizando a fines de septiembre, los campamenteros aprovechan septiembre y octubre para prepararse. “La idea es que la gente que se dedica a esto se empiece a capacitar en navegación segura por los ríos, gestión ambiental, primeros auxilios, RCP, logística de expedición, manejo del fuego, comunicación VHF, estudio de idiomas, manipulación de alimentos”, enumeró Nicolás. Estas capacitaciones, apoyadas por instituciones como Parques Nacionales y Defensa Civil, buscan garantizar seguridad y calidad en entornos remotos.

    Un atractivo para turistas nacionales e internacionales

    La pesca con mosca en Neuquén atrae tanto a visitantes locales como internacionales, especialmente de Europa y América del Norte. “La mayoría de los clientes son extranjeros, pero también tenemos nacionales. El sueño del americano es venir a pescar a Patagonia”, afirmó Nicolás, subrayando el prestigio de la región como destino de pesca. Este crecimiento posiciona a Neuquén como un punto clave en el turismo de aventura, con servicios que compiten con experiencias de lujo a nivel global.

    La formación de la asociación de campamenteros refleja el compromiso de formalizar y regular esta actividad. “Golpeamos puertas para poder capacitarnos. Presentamos notas en Parques, hicimos un curso de manejo del fuego a través de Liz, y hablamos con Defensa Civil para un curso de RCP”, explicó Nicolás. La meta es no solo mejorar la experiencia del turista, sino también proteger los entornos naturales donde operan, asegurando un turismo sostenible.

    Para quienes deseen conocer más o sumarse a esta actividad, Nicolás invitó a contactarse a través de las redes sociales o directamente por teléfono. “Nos pueden consultar a través del número 2944-539325”, señaló.

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  • Neuquén pone en marcha su primer hospital pensado para madres y niños

     

    Hace unos días, Alerta Digital dio a conocer que en la provincia se pondrá en marcha el primer hospital destinado exclusivamente a la atención de madres y niños. Este nuevo centro funcionará dentro del Castro Rendón y será la puerta de entrada para un modelo sanitario que busca dar respuestas a una de las demandas más sensibles de la población.

    La propuesta fue presentada por el gobernador Rolando Figueroa y plantea una mirada distinta: tratar a la madre y al recién nacido como una unidad inseparable. Bajo este enfoque, el hospital no solo sumará recursos humanos y tecnología, sino que garantizará que ambos reciban cuidados en conjunto desde el parto hasta los primeros días de vida, cuando la atención es decisiva.

    Para comenzar, se aprovecharán las instalaciones existentes del Castro Rendón, que serán reformadas y reorganizadas. Allí se incorporarán consultorios con horario extendido, nuevas camas en Neonatología y servicios preparados para afrontar partos de riesgo o patologías de alta complejidad. Parte de la atención de adultos se irá trasladando al futuro Hospital Norpatagónico, permitiendo que el Castro Rendón se concentre cada vez más en el perfil pediátrico.

    El ministro de Salud, Martín Regueiro, remarcó que este proyecto busca aliviar la saturación que viven las guardias y hospitales actuales. Hoy, una de cada cuatro consultas en el sistema público corresponde a la niñez y a la maternidad, lo que evidencia la urgencia de contar con un espacio propio. Según los plazos oficiales, la primera etapa del Materno Infantil estará lista hacia fines de 2026.

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