Cuando el estrés deja de ser un aliado: consejos para recuperar el equilibrio
El estrés, cuando deja de ser un aliado, se convierte en un factor de riesgo que deteriora tanto la salud física como la mental, advirtieron especialistas en psicología y medicina. Instituciones como la American Psychological Association, la Organización Mundial de la Salud y estudios publicados por The Lancet Psychiatry y la Universidad de Harvard coincidieron en que esta condición puede provocar desde trastornos de ansiedad y depresión hasta enfermedades cardiovasculares.
En la última década, investigaciones internacionales demostraron que la exposición prolongada al estrés eleva los niveles de cortisol, altera la química cerebral y debilita el sistema inmune. Según la Mayo Clinic y otros estudios, estas consecuencias pueden mitigarse incorporando hábitos simples como ejercicio regular, pausas activas, técnicas de relajación, sueño adecuado y vínculos sociales sólidos, que ayudan a prevenir y controlar el impacto del estrés en la vida cotidiana.
El doble filo del estrés
La psicología y la medicina coinciden en que el estrés no es en sí mismo algo negativo, funciona como una respuesta natural del organismo frente a situaciones de alerta. El problema surge cuando esa reacción se sostiene en el tiempo. Según la American Psychological Association, los niveles elevados de cortisol, la hormona del estrés, impactan directamente en la memoria, la regulación de las emociones y la salud cardiovascular.
Los síntomas más frecuentes del estrés crónico incluyen:
- Trastornos del sueño.
- Dolores de cabeza y contracturas musculares.
- Irritabilidad, ansiedad o dificultad para concentrarse.
- Alteraciones digestivas.
- Aumento de la presión arterial.
En la última década, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció al estrés como uno de los grandes problemas de salud pública, especialmente por su estrecha relación con enfermedades como la depresión y los trastornos cardiovasculares.
Señales que no conviene ignorar
El cuerpo advierte antes de que surjan enfermedades más graves. Estudios publicados en The Lancet Psychiatry señalan que el estrés prolongado incrementa el riesgo de trastornos de ansiedad y depresión. Investigaciones de la Universidad de Harvard añadieron que la exposición crónica al cortisol acelera procesos inflamatorios que pueden aumentar la probabilidad de infartos y diabetes tipo 2.
Los especialistas recomiendan estar atentos a señales como insomnio recurrente, fatiga constante, irritabilidad, olvidos frecuentes o la sensación de “no poder con todo”. Detectarlas a tiempo no indica debilidad, sino que permite intervenir antes de que el estrés deje secuelas más profundas.
Estrategias para recuperar el equilibrio
La buena noticia es que el estrés puede manejarse y, en muchos casos, prevenirse. La evidencia científica subrayó que cambios simples en la rutina pueden marcar la diferencia: practicar actividad física regular, incorporar pausas activas durante la jornada laboral, reducir el consumo de cafeína y alcohol, dormir entre 7 y 8 horas diarias, y practicar técnicas de relajación como respiración profunda, meditación o yoga.
Fortalecer los vínculos sociales y pedir ayuda cuando sea necesario también resulta clave. Un informe de la Mayo Clinic destaca que incluso actividades como caminar al aire libre o dedicar tiempo a hobbies pueden reducir los niveles de estrés percibido y mejorar el bienestar general.
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