Científicos descubren a los enemigos invisibles de Napoleón
Un nuevo estudio del Instituto Pasteur reveló que el desastre de Napoleón en Rusia no fue solo culpa del invierno o del zar. Dos bacterias recién identificadas ayudaron a diezmar al ejército más grande que Europa había visto hasta entonces. La paleogenómica vuelve a escribir uno de los capítulos más trágicos de la historia militar.
Por Alcides Blanco para Noticias La Insuperable

Imagen: Michel Signoli UMR 6578 – CNRS, Aix-Marseille Université, EFS
El principio del fin
Fue la mayor fuerza invasora que se había visto en Europa: medio millón de soldados marchando bajo las órdenes de Napoleón Bonaparte rumbo a Rusia. Pero la famosa Grande Armée no murió solamente por las balas o el frío. Murió también de fiebre.
En 1812, Napoleón invadió el este europeo con el objetivo de forzar al zar Alejandro I a cumplir el bloqueo comercial contra Gran Bretaña. Atravesó Polonia, Lituania y Bielorrusia con un ejército de medio millón de hombres y ocupó Moscú en verano, en lo que parecía otra victoria segura.
Sin embargo, el zar se negó a negociar. Cuando el ejército francés emprendió la retirada, el hambre, el frío y las enfermedades se convirtieron en sus verdaderos enemigos. El resultado fue espantoso: solo unos 30.000 hombres —alrededor del 6%— lograron regresar a Francia.
Durante dos siglos se creyó que el tifus había sido el gran asesino de la campaña rusa. Pero un nuevo estudio científico acaba de cambiar esa historia.
Los otros asesinos invisibles
Un equipo de investigadores del Instituto Pasteur de París, liderado por el paleogenetista Nicolas Rascovan, analizó el ADN antiguo de trece soldados franceses enterrados en suelo lituano. Lo que hallaron fue sorprendente.
Esperaban encontrar rastros de Rickettsia prowazekii, la bacteria del tifus. En cambio, detectaron dos patógenos distintos: Salmonella enterica enterica —causante de la fiebre paratifoidea— y Borrelia recurrentis, responsable de la llamada fiebre recurrente. Ambas enfermedades provocan fiebre alta, dolor muscular y agotamiento extremo, síntomas casi indistinguibles de los del tifus.
Rascovan explicó a DW que distinguir entre unas y otras infecciones “sería casi imposible incluso hoy”, dado que los cuadros clínicos eran muy similares y las condiciones sanitarias del ejército, deplorables
“La paleogenómica avanzó muchísimo desde 2006. Hoy podemos estudiar ADN de hace 200 años y detectar prácticamente todos los agentes infecciosos que estaban presentes”, afirmó el investigador.

MUSEO LOUVRE
Ciencia que reescribe la historia
La paleogenómica, disciplina que permite leer material genético conservado en restos antiguos, está transformando la forma de entender el pasado.
El mismo equipo del Instituto Pasteur ya había demostrado que una forma de lepra circulaba en América antes de la llegada de los europeos en 1492. En otros trabajos, estas técnicas permitieron rastrear la expansión de la peste bubónica desde Asia Central durante la Edad del Bronce, reconstruir movimientos migratorios y hasta revelar qué enfermedades padeció Ludwig van Beethoven.
Para los historiadores militares, estos avances son reveladores. La historiadora Erica Charters, de la Universidad de Oxford, señaló que estos estudios no solo precisan los datos, sino que “revelan cómo vivía y moría la gente común”.
Charters también subrayó que, en 1812, el imperio napoleónico estaba tan extendido que las enfermedades viajaban fácilmente entre fronteras y ejércitos. Una de las bacterias halladas incluso tiene origen inglés, lo que muestra hasta qué punto los patógenos podían desplazarse en plena guerra, incluso entre enemigos separados por el mar.
Guerra y epidemia: un matrimonio histórico
La retirada de Rusia fue una catástrofe humanitaria. Napoleón perdió el 95% de su ejército sin grandes batallas directas. Pero el vínculo entre guerra y enfermedad no sorprende a los especialistas: cuando hay conflicto, se interrumpe el suministro de alimentos, colapsan las infraestructuras civiles y se quiebra el acceso al agua potable.
Ese escenario es el caldo perfecto para los brotes epidémicos.
Y así, entre el hielo, el hambre y las bacterias, la Grande Armée de Napoleón fue derrotada por enemigos que ni siquiera podían verse.




