Cayó el temible “Tuerto Domínguez”, tras 10 años de matar por celos

Cayó el temible “Tuerto Domínguez”, tras 10 años de matar por celos

 

Durante una década, Diego Luis Domínguez vivió a la sombra. Cargaba con un nombre y un apodo temido en los barrios del sur bonaerense: “El Tuerto”. Pero también con una historia de amor enfermo, una tragedia a balazos y una fuga sostenida en el tiempo con la frialdad de un fantasma que aprende a vivir entre nosotros.

Su captura ocurrió esta semana, casi en silencio, frente a Plaza Constitución, en plena avenida Brasil. Los agentes de la División Homicidios de la Policía Federal lo esperaron. Él no corrió. Bajó la cabeza, aceptó las esposas y subió al patrullero como quien, finalmente, decide entregarse al destino.

LO detuvieron en Plaza Constitución, tras una investigación de la Policía Federal.

Contra Domínguez pesaba una acusación por homicidio. Lo buscaban desde el 10 de enero de 2015, cuando, según la Justicia, asesinó a sangre fría a Víctor Frutos en una esquina de la localidad de San José, en Lomas de Zamora. Aquella noche, acompañado de su hermano y un primo, enfrentó a Frutos, lo apuntó sin mediar palabra y vació su pistola. Diez disparos. Después, la huida.

No fue por drogas. Tampoco por dinero. La causa lo dice con crudeza: lo mató por celos. Estaba convencido de que Frutos tenía una relación con su mujer.

Tras el crimen, comenzó la caída: su primo fue capturado primero; luego, su hermano. Pero “El Tuerto” parecía haberse tragado la tierra.

No fue así. Diego Domínguez hizo lo que hacen muchos prófugos en Argentina: se escondió a simple vista. Perdió un ojo en una riña en la cárcel —ya tenía antecedentes por robo— y cojeaba de una pierna, producto de un intento fallido de asalto a un taxista. Aun así, logró sobrevivir en las sombras. En esos años tuvo un hijo, sacó un crédito bancario que nunca pagó, trabajó en blanco con documentos falsos. Incluso se dejó ver en redes sociales, donde posaba con su verdadero nombre y mostraba con orgullo fotos familiares.

Pero su rutina lo traicionó. La División Homicidios comenzó a rastrear sus movimientos tras un nuevo impulso judicial del Juzgado de Garantías N.º 1 de Lomas de Zamora. Encontraron sus redes, sus vínculos familiares y hasta los viajes que hacía usando una tarjeta SUBE que no estaba a su nombre, pero sí registrada por un familiar cercano.

El patrón era simple: de Constitución a Florencio Varela, ida y vuelta. Con esa información, los investigadores armaron su trampa.

Al detenerlo, llevaba un DNI con foto, pero con otra identidad. El rostro se parecía al suyo, pero no era él. Una estrategia burda para quien había logrado esquivar a la ley durante diez años.

Ahora, Diego Domínguez espera su traslado a la Comisaría 7ª de Lomas de Zamora. Diez años después de aquella noche de furia, deberá volver a mirar a la Justicia a la cara. Aunque sea con un solo ojo.

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