El gobernador Maximiliano Pullaro se dispone a coronar un ambicioso plan de cambios estructurales con la reforma de la Constitución que se comenzará a debatir en Asamblea el 14 de julio próximo y con la que pretende modificar el statu quo provincial al cual califican de viejo y anacrónico.
En los despachos oficiales aseguran que desde hace décadas se configuró un sólido núcleo de poder donde el gobernador era un invitado circunstancial donde mandaban los Senadores; la Corte Suprema de Justicia; importantes empresarios con negocios en el juego, la industria farmacéutica y la obra pública y los Sindicatos.
Para revertir la situación que según los radicales condicionaba al poder político, iniciaron una serie de cambios que comenzaron con el sistema previsional, la renovación de la Corte y culmina con la reforma de la Constitución, para debilitar el círculo rojo y darle mayor poder de decisión a quienes ejercen los cargos electivos:
“Tenemos una oportunidad única de hacer una provincia sin privilegios ni poderes ilimitados”, dijo Pullaro en su discurso de apertura de sesiones del jueves pasado cuando se refirió a la Reforma Constitucional y la posibilidad de la reelección.
Jorge Molina, el poderoso secretario general de UPCN Santa Fe, uno de los gremios más importantes de la provincia
“Hasta ahora, el gobernador tenía un poder mínimo que ejercía durante los dos primeros años y después se diluía mientras que las decisiones se tomaban en una mesa en la que se sentaban los senadores representados por Traferri, el hombre fuerte de la Corte, Rafael Gutiérrez, los gremios de UPCN y ATE; los sindicatos de las empresas públicas y familias de empresarios con negocios millonarios con el Estado desde siempre vinculados a los medios de comunicación, el Colegio de Farmacéuticos de ciudad de Santa Fe y la obra pública”, detallaron a LPO fuentes cercanas al gobernador.
Hasta ahora, el gobernador tenía un poder mínimo que ejercía durante los dos primeros años y después se diluía mientras que las decisiones se tomaban en una mesa en la que se sentaban los senadores representados por Traferri, el hombre fuerte de la Corte, Rafael Gutiérrez, los gremios de UPCN y ATE; los sindicatos de las empresas públicas y familias de empresarios con negocios millonarios con el Estado desde siempre vinculados a los medios de comunicación, el Colegio de Farmacéuticos de ciudad de Santa Fe y la obra pública
En ese sentido, el gobierno impulsó reformas y tomó medidas que fueron recortando el poder del círculo rojo como los controles que impuso en las empresas de Aguas y de Energía, cambios en la compra de medicamentos de parte de la obra social provincial que rompió con el monopolio de proveedores únicos y un plan de obras públicas por más de 1.500 millones de dólares en licitaciones controladas que terminaron abaratando significativamente el valor de la construcción pública “donde las empresas se repartían los contratos”, comentaban.
En el equipo de Pullaro explicaron que el mapa de reformas continuó con la nueva ley previsional para sanear la Caja de la provincia, la implementación de los premios a la asistencia para los docentes y la renovación de la Corte Suprema que ya efectivizó con los primeros tres cargos y confían en terminar de actualizarla en breve con la salida del mismo Gutiérrez.
Felipe Michlig es el senador más cercano a Pullaro y otro de los peso pesado de la Cámara Alta
El paso que terminará coronando el plan del radical se concretará con la reforma constitucional donde busca nivelar la duración de todos los cargos electivos a la posibilidad de una sola reelección. No es un tema menor para una provincia donde hay senadores y diputados que llevan más de 20 años en la banca mientras que el gobernador solo tiene la opción de un solo período de cuatro años.
En el despacho del radical defienden la importancia de este cambio más allá del interés particular de conseguir la reelección para Pullaro: “sin reelección, la construcción democrática de la provincia pasaba por la presencia de corporaciones fuertes y un gobierno débil. Por lo tanto, prevalece siempre los intereses particulares a los generales”.
Sin reelección, la construcción democrática de la provincia pasaba por la presencia de corporaciones fuertes y un gobierno débil. Por lo tanto, prevalece siempre los intereses particulares a los generales
Esos límites institucionales explican en gran medida la falta de un plan de obras estructurales como tiene Córdoba, una provincia parecida en su morfología, pero que tiene una inversión en infraestructura infinitamente superior a la de Santa Fe. “Porque a las corporaciones no les interesa dejar obras que trasciendan porque defienden intereses sectoriales”, reflexionan en la Casa Gris.
Con mayoría propia en el Senado que Pullaro consiguió con el batacazo del 2023 cuando cosechó más de un millón de votos, avanzó en el resto de las reformas y le torció el brazo a sectores históricos del poder de Santa Fe.
Israel aprobó un plan para tomar el control de toda la Franja de Gaza y permanecer en el territorio por un tiempo indefinido en una medida que, de implementarse, ampliaría enormemente las operaciones de Israel en el territorio palestino y probablemente desataría una fuerte oposición internacional .
El nuevo plan, que según los funcionarios busca ayudar a Israel a alcanzar el objetivos de derrotar a Hamás y liberar a los rehenes retenidos en Gaza, también obligaría a cientos de miles de palestinos a desplazarse hacia el sur del enclave, lo que probablemente agravaría aún más la ya crítica situación humanitaria.
Desde el colapso del alto el fuego entre Israel y Hamás a mediados de marzo, Israel ha lanzado intensos ataques sobre la Franja de Gaza que han causado cientos de muertos. El gobierno de Netanhayu capturó amplias zonas del territorio y actualmente controla aproximadamente el 50 % de Gaza. Antes de que terminara la tregua, Israel suspendió toda la ayuda humanitaria hacia Gaza, incluidos alimentos, combustible y agua.
Según funcionarios israelíes, el nuevo plan contempla “la captura de la Franja y el mantenimiento del control sobre los territorios”. Además, pretende impedir que el grupo islamista Hamás distribuya la ayuda humanitaria, argumentando que esto refuerza su control en Gaza.
Israel también acusa a Hamás de apropiarse de la ayudapara fortalecer sus propias capacidades. El plan incluye además ataques intensificados contra objetivos del grupo, indicaron los funcionarios.
Israel está en contacto con varios países sobre el plan del presidente Donald Trump para tomar el control de Gaza y reubicar a su población, bajo lo que Israel ha denominado “emigración voluntaria”, una propuesta que ha generado condenas por parte de aliados de Israel en Europa y el mundo árabe, que rechazaron toda posibilidad de traslado forzoso de la población.
Según funcionarios israelíes, el nuevo plan contempla “la captura de la Franja y el mantenimiento del control sobre los territorios”. Además, pretende impedir que el grupo islamista Hamás distribuya la ayuda humanitaria, argumentando que esto refuerza su control en Gaza.
Pocas horas después del anuncio, cientos de personas se congregaron frente a la Knesset, el Parlamento israelí, para pedir un acuerdo con Hamás que garantice la liberación de los rehenes que siguen retenidos en Gaza.
Por su parte, el coordinador de ayuda de emergencia de las Naciones Unidas instó a Israel a levantar su bloqueo de la ayuda a Gaza, afirmando que obstaculizar la entrada de ayuda humanitaria equivale a un “cruel castigo colectivo”.
Según la ONU, miles de palestinos irrumpieron a última hora del miércoles en una oficina humanitaria de Gaza en busca de ayuda. Se llevaron medicinas y dañaron vehículos en el tumulto, pero no causaron daños al personal.
Franja de Gaza.
Israel bloqueó la entrada de ayuda humanitariaen el territorio desde el fin del alto el fuego en marzo, sumiendo a Gaza en lo que se considera la peor crisis humanitaria en casi 19 meses de guerra.
Israel está en contacto con varios países sobre el plan del presidente Donald Trump para tomar el control de Gaza y reubicar a su población, bajo lo que Israel ha denominado “emigración voluntaria”, una propuesta que ha generado condenas por parte de aliados de Israel en Europa y el mundo árabe, que rechazaron toda posibilidad de traslado forzoso de la población.
Israel afirmó que el bloqueo y su renovada campaña militar pretenden presionar a Hamás para que libere a los rehenes que aún tiene en su poder. Tom Fletcher, subsecretario general de la ONU para Asuntos Humanitarios y Coordinador de Ayuda de Emergencia, declaró que, aunque los rehenes deben ser liberados y nunca deberían haber sido tomados, el derecho internacional exige que Israel permita la entrada de ayuda humanitaria en Gaza.
“La ayuda, y las vidas civiles que salva, nunca deben ser moneda de cambio”, afirmó en un comunicado. “Bloquear la ayuda mata de hambre a los civiles. Los deja sin asistencia médica básica. Les despoja de dignidad y esperanza. Les inflige un cruel castigo colectivo. Bloquear la ayuda mata”.
La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) ha descrito una grave escasez de alimentos, agua y medicinas en Gaza, mientras los servicios médicos se colapsan y las cocinas de beneficencia cierran por falta de suministros. Los hospitales han informado de que los casos de mujeres embarazadas y lactantes desnutridas están aumentando bruscamente y la mayoría de los recién nacidos nacen ahora con bajo peso.
El juez Juan Carlos Vallejos ordenó este lunes el levantamiento del secreto fiscal y bancario de Ricardo Horacio Colombi, exgobernador de Corrientes, en una causa por presunto enriquecimiento ilícito, evasión agravada, falsedad ideológica, abuso de autoridad y asociación ilícita.
A cargo del Juzgado Federal N° 2 de la provincia mesopotámica, el magistrado aspira a acceder al perfil patrimonial y los movimientos bancarios del imputado, que comparte responsabilidad con Hernán Marcelo Laslo y María Helena Hadad.
Laslo era empleado del PAMI y, según fuentes correntinas, amigo personal del ex mandatario. Junto a Hadad, su esposa, le habrían “regalado” a Colombi una mansión ubicada en la intersección de las calles 9 de Julio y Perú, en la capital provincial.
El affaire había sido denunciado por el empresario y titular de la agencia de noticias correntina, Hernán González Moreno, quien apareció muerto con un tiro en la cabeza en la estancia El Rincón, a 300 kilómetros del centro neurálgico del distrito. Corría octubre de 2009, faltaban tan solo días para que Colombi se impusiera como gobernador en las urnas y tan solo dos meses antes González Moreno se había presentado en el juzgado federal de Paso de los Libres con el patrocinio del actual ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona.
El denunciante había planteado que Colombi “compró a través de un insolvente”, en referencia a Laslo, una “casa por un millón de dólares”.
La sospecha del Poder Judicial es que Laslo y Hadad, en efecto, operaron como testaferros de Colombi y fraguaron una maniobra para hacer pasar la compra a favor del gobernador como una donación.
Según el comunicado del juzgado, “estas operaciones se vinculan además con la causa por la financiera ilegal Pyramis, donde se investiga por presunto enriquecimiento ilícito también al actual presidente de la Cámara de Diputados de Corrientes, Pedro Cassani, y a su hijo, luego de que en allanamientos se encontraran fondos a su nombre”.
En el mismo texto se quejan por la “parálisis” del expediente durante casi 20 años. “En abril de 2023 la Cámara Federal de Apelaciones de Corrientes, en línea con la Corte Suprema, había ordenado reactivar la investigación en el fuero federal, dejando sin efecto una decisión previa del Juzgado de Paso de los Libres, que había intentado derivarlo a la justicia provincial”, completan.
Es una presentación que realizó el abogado Gregorio Dalbón, quien indicó que el jefe de Gabinete fue reticente e “intentó blindar” a Milei.
El abogado Gregorio Dalbón, uno de los denunciantes de la causa $LIBRA solicitó al fiscal federal Eduardo Taiano que cite a prestar declaración testimonial al jefe de Gabinete, Guillermo Francos. En la presentación judicial, Dalbón sostuvo que Francos, en su exposición, fue reticente e “intentó blindar” al presidente Javier Milei.
“Resulta especialmente preocupante que el propio Francos haya reconocido ciertas reuniones y vínculos, pero haya intentado minimizarlos, quitándoles entidad jurídica o institucional”, citó a modo de ejemplo el abogado en el escrito.
Además, recordó que Francos indicó no conocer la identidad de los empresarios vinculados, el destino del dinero invertido ni el listado de empresas que supuestamente serían beneficiarias y argumentó que tales cuestiones excedían el conocimiento del Ejecutivo y del propio Estado.
“No obstante, estas manifestaciones confrontan con la prueba acumulada” en la causa, indicó el abogado. Remarcó que en el expediente se ha documentado “la existencia de reuniones entre Milei y los desarrolladores del token -Mauricio Novelli, Julián Peh y Hayden Davis-, celebradas tanto en dependencias oficiales como en Olivos”
Además, el abogado señaló que “el contrato de adquisición de tokens difundido por el Presidente no estaba disponible de forma pública al momento de su publicación, tal como erróneamente alegó Francos”.
Evasivas y blindaje
Para el abogado, Francos respondió con evasivas cuando le preguntaron dónde estaba el código alfanumérico del contrato antes de que Milei lo difundiera. “Se limitó a responder con un evasivo “no sé dónde estaba”. Omitió de esa manera toda explicación sobre como accedió el primer mandatario a ese documento y por qué decidió publicarlo desde su cuenta oficial.
“Los dichos vertidos por Guillermo Francos en sede parlamentaria no se corresponden con la realidad procesal acreditada. Muy por el contrario, podrían haber tenido como único objetivo blindar políticamente al Presidente, construyendo una versión incompleta de los hechos”, concluyó el abogado.
Finalmente, Dalbón advirtió “si del testimonio de Franco surgieran datos deliberadamente falsos, omisiones relevantes o afirmaciones destinadas a obstaculizar el esclarecimiento de los hechos, su conducta podría subsumirse en los tipos penales de falso testimonio y encubrimiento, conforme los artículos 275 y 277 del Código Penal”.
“No sé qué dice esto sobre la época en que vivíamos, sobre el lugar de donde provengo, pero la mayoría de los protagonistas de mi infancia están muertos. Muertos antes de tiempo. Al releer estos diarios ya no sé si se trata de realidad o ficción. Todo retorna con la nitidez de un mal sueño que te hace saltar temblando de la cama; leo esto, no como mi propia vida, sino como la vida de otro, como si el sufrimiento nunca hubiera sido mío. ¿Cómo podría haber sobrevivido?”
Así introduce Jonás Mekas la lectura de Ningún lugar adonde ir, los diarios de exilio que escribió hacia el final de la primera guerra mundial. ¿Cómo podría haber sobrevivido?, se pregunta al releer sus propios diarios, como si el dolor narrado ya no le perteneciera, como si le fuera ajeno. Como si al dejar registro del frío, del hambre, del idioma que empieza a olvidarse, pudiera afirmarse en medio de la disolución. Mekas escribe para seguir existiendo.
Ese extrañamiento sobre su propio dolor es el que le permite narrarse. Y esa narración de sí como un otro, como un testigo, esa introducción de distancia entre uno y la propia historia, es el mecanismo fantástico por el cual en algún momento Juan Salvo se convirtió en el eternauta, un navegante del tiempo, un viajero de la eternidad: la condición de posibilidad de un relato imposible. Si la pregunta que sugiere Mekas es cómo podría haber sobrevivido, cómo seguir existiendo cuando todo alrededor se derrumba, en El Eternauta, la pregunta resuena de otro modo: ¿cómo sostener la humanidad, la memoria, lo colectivo, el amor, cuando el mundo se vuelve inhabitable? Juan Salvo también narra desde una ajenidad. Cuenta lo que pasó en una Buenos Aires nevada, sitiada, invadida. Pero hay algo que se rompió en él. Algo que se desplazó. Que quedó atrapado en otra dimensión, en los pliegues del tiempo.
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Hay tantas lecturas de El Eternauta, la novela gráfica más importante de la historia argentina, que adaptar la historieta al lenguaje del cine tiene una complejidad mayor. Porque la materia con la que trabaja está muy cargada de sentidos. Está el libro y está el relato, la épica, la exégesis. Entonces volvemos al papel. Volvemos a leerlo o lo hacemos por primera vez. Nos preguntamos por su sentido, siempre en disputa, conversamos con el libro latiendo entre las manos. Nos preguntamos por su lugar en la historia, su carácter mítico, profético y literario. Volvemos a las viñetas, al espíritu de esa historia existencial que supera incluso a su propio eslogan. ¿Qué decían las caras de Juan y Favalli cuando por primera vez vieron los copos mortales caer del cielo? ¿O los ojos de terror de Martita y Elena mirando por la ventana? ¿O la locura del suicida que gritaba: ¡quiero despertar! ¡no doy más!? ¿Cómo volvemos hoy a esos lugares, a esas cosas? ¿Qué impacto tuvieron en 1957 los dibujos de la cancha de River, de las barrancas de Belgrano, del subte, de Plaza Italia, de la avenida Santa Fé o del Congreso? ¿Cómo fue la irrupción de esas viñetas en sus lectores? Una invasión extraterrestre había elegido como blanco Buenos Aires, la ciudad propia, el escenario de la vida cotidiana.
Dice Sasturain que la mitología construida en torno a El eternauta fue deformando ciertas imágenes. La más importante es la del mismo Juan Salvo. Ese hombre valiente y decidido al combate no existió nunca. La única motivación inicial de salir a la nevada mortal tiene que ver con proveer de alimento a los suyos y atrincherarse mejor. Y más aún, el deseo de organización y combate no surge del grupo inicial, sino que son los vecinos, los trabajadores y el ejército los que los convocan. Esa mezquindad, la desconfianza, el miedo, cuidar lo propio, querer escapar, están presentes en la adaptación. La serie no sucumbe al deseo externo e idealista de que estos personajes sean héroes desde la hora cero, es fiel a lo que Oesterheld contó sobre esos hombres de Vicente López que se juntaban todos los viernes a jugar al truco en la buhardilla y permite una mirada menos moralista de la historia.
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Con el libro entre las manos, la primera decisión que tomaron el director Bruno Stagnaro y su equipo fue trasladar la historia que transcurría en la década del cincuenta al siglo XXI. Casi como si hubiera sido la única posibilidad, porque El Eternauta es una historia que trasciende el tiempo y a la vez es siempre presente. Desde su aura de profecía que, escrita en los 50 y narrando tangencialmente su propia época -una podría aventurar: los bombardeos a la Plaza de Mayo en el 55, la proscripción peronista, los asesinatos de José León Suárez en el 56-, funciona 20 años después para contar una dictadura que terminaría con la desaparición de Oesterheld, sus cuatro hijas, sus nietos y yernos. De modo que El Eternauta, como memoria del porvenir, tiene un don: funcionar en cualquier contexto. Pero en un sólo territorio: Buenos Aires. Para Stagnaro el juego que propone la obra es el de la contemporaneidad, un mundo paralelo pero cercano, en el que los lectores podían sentir las calles que habitaban a diario. Haber forzado una historia en los cincuenta hubiera ido en contra del propio espíritu del libro y hubiera impedido una de las cosas mejores logradas de esta producción: que la ciudad sea un personaje, una presencia viva.
El miedo que le tenía a los fanáticos lo superó, dice Stagnaro, porque él mismo se considera un fan y, por lo tanto, una voz autorizada. Resulta una respuesta preciosa: a la amenaza del fanático abstracto y purista, anteponer la confianza propia de quien es materialmente un autor. Aunque una traducción perfecta sea imposible, la libertad con la que los realizadores miran el libro y piensan su serie vuelven a esta adaptación fidedigna porque es fiel a sí misma.
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Volviendo a la materia prima de la serie, en los primeros fascículos de tres páginas de El Eternauta estaba muy presente la necesidad de crear suspenso y enganche para la próxima entrega, un vértigo muy propio del cómic, pero impensado en el minuto a minuto de una serie de seis capítulos. La temporalidad de la entrega semanal permitía que los eventos decantaran en el lector. Las primeras tres horas de la historia (truco, nevada, muerte de Polsky, búsqueda de recursos, asesinato), en la historieta transcurrieron a lo largo de tres meses de entregas. En la serie los eventos se comprimen en capítulos de cuarenta minutos. La historia tiene otro ritmo, los estímulos aparecen distribuidos de otro modo, con momentos de mucha tensión y otros, a lo Stagnaro (pero podríamos decir también, a lo nuevo cine argentino), de humor que distiende.
El otro cambio fundamental que produce la serie es narrativo. En la versión de Stagnaro, el eternauta no se le aparece a un guionista de historietas a las tres de la mañana mientras trabaja, y la historia no tiene, como la original, un narrador. La serie transcurre en una sola línea temporal y Juan Salvo no le cuenta esta historia a nadie. Sin embargo, el protagonista sí narra una segunda historia a través de alucinaciones y recuerdos. “¿Cuándo volvieron las islas?” le pregunta su mujer cuando lo ve temblando en el baño en el que están encerrados: el Juan Salvo de Stagnaro estuvo en la guerra, combatió en Malvinas. Si El Eternauta siempre había servido para alumbrar la historia argentina, aquí el director produce un giro inédito: el hombre dibujado una y otra vez con traje impermeable, escafandra y escopeta, ese hombre solo que usamos para, paradójicamente, ilustrar al héroe colectivo, es veterano de Malvinas, un hombre roto que teme, tiembla, alucina. Pero a la vez, si en la historieta Juan Salvo se convertía en el eternauta al fallar en el intento de salvar a los suyos activando una máquina extraterrestre, resulta orgánico pensar que el eternauta del siglo XXI sea un hombre que peleó en Malvinas y que quedó encapsulado en esa guerra.
Cuando Pasolini se preguntaba qué arte hacer, la respuesta era: un arte menor. Un arte que logre fusionar lo íntimo y lo colectivo. Al Juan Salvo de Stagnaro la nevada mortal, la paranoia, la violencia en las calles, las armas, el combate, el refugio en Campo de Mayo, lo acorralan contra su historia personal que también es nuestra. Tanto Stagnaro como director y Oesterheld como guionista, logran hacer un arte menor, logran que lo nimio se mezcle con lo extraordinario, que la vida material se mezcle con la tragedia sin perder su espesor, su densidad cotidiana. Hay envido y real envido, hay una rappi venezolana que trae un whisky, hay un tren celeste y blanco, hay una radio que se enciende en medio del desastre. Hay terror, pero también hay encuentro, y eso es quizás lo más estremecedor: que en el medio del fin del mundo siga habiendo afecto, rutina, memoria, cuerpo.
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“Lo viejo funciona, Juan”, dice Favalli manejando la furgoneta y los nostálgicos sonreímos. Aunque la historia se desarrolla en el presente, la serie encuentra un modo de que la tecnología se meta lo menos posible en la trama. En la historieta no había luz ni teléfono, pero los autos y los camiones funcionaban. Acá hay algunos objetos que recuperan su valor por basarse en sistemas analógicos o mecánicos de algunas décadas atrás. Acá se apagó “lo nuevo”, pero lo viejo funciona y el instante en el que desde una radio antigua con una antena casera logran captar la señal de ayuda mientras se calientan con fogones improvisados y gritan “¡se escucha! ¡se escucha!”, se transforma en un oasis. Lo viejo funciona: andan handys, autos antiguos y radios. Aparecen caminos alternativos, artesanales, creativos. Así, sin melancolía pero con ingenio, la distopía cobra otro color cuando vemos esa Buenos Aires nevada con sus autos, carteles y celulares obsoletos. Y lo viejo funciona se transforma también en una declaración de amor a la historieta escrita hace casi 70 años que hoy, reinterpretada por el cine, se ubica en el top de contenidos vistos por streaming en todo el mundo.
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En la serie cambian algunos de los escenarios en los que tenían lugar los combates y la resistencia. Aunque la ciudad sigue siendo Buenos Aires, el recorrido que hacen los personajes no sigue exactamente la cronología del cómic. La serie intenta capturar las atmósferas y el espíritu de la hazaña y lo logra, tiene arraigo: es imposible no apuntar con el dedo la tele cada vez que encontramos una parada de colectivos familiar, una intersección de calles conocida o la pizzería en la que alguna vez tuvimos una cita. Y también inventa, produce un escenario nuevo que da lugar a la escena más stagnaro de todas: la iglesia. Cuando Juan y Favalli intentan cruzar la General Paz y son sorprendidos por los cascarudos, terminan siendo salvados por unos boy scouts que armaron una especie de asilo en una iglesia. Ahí se encuentran con un grupo de marginales, humildes, locos y tullidos que los refugian y los alimentan. La atmósfera de ranchada recuerda a Okupas. Hay un contraste, un lugar santo profanado por la necesidad que se impone. Hay gritos y hay organización. Hay obsesiones, en el apocalipsis todavía existe el deseo: “me muero por un cigarro”. Hay peleas y hay soluciones: “algo vamos a hacer”.
En la iglesia, entre altares corroídos y santos caídos, se arma la primera comunidad: lo viejo funciona. Desde ahí se organizan para, juntos, cruzar la autopista tapiada por una muralla de autos. Hay pocas palabras en las escenas de nieve, los protagonistas se comunican con gestos, corren incómodos en sus trajes, apuntan con escopetas al cielo, se esconden de las bestias. Cada pequeño logro, como picar ladrillo y encontrar un túnel, se celebra. Mientras tanto desde el campanario de la iglesia la pareja que eligió quedarse trama una emboscada para los bichos gigantes. Empieza a sonar de a poco el bombo de una chacarera y después las campanas y seguido un charango y después un coro eclesiástico que susurra padre todopoderoso creador de cielo y tierra y los atrincherados derraman combustible por las escaleras de la iglesia y aparece la voz de Mercedes Sosa: creo en Dios, y la iglesia se enciende. Suena la Misa Criolla de Ariel Ramírez. Ese dispositivo argentino que se mete con el mito cristiano y lo trae a la pampa, le mete changos y chinitas a los reyes, albahaca y cedrón, tomillo y laurel al niño, chacarera, chamamé y vidala al texto bíblico. La liturgia y el pueblo. Todo se mezcla. Como Bruno Stagnaro se mete con el eternauta y lo convierte en un veterano de guerra, o como Héctor Oesterheld se metía con el género del norte y arrastraba una invasión alienígena a Buenos Aires. Todas las reglas rotas. Todo lo sagrado profanado.
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El director de Pizza, birra y faso, Okupas, Un gallo para esculapio, siempre filmó con los pies en la tierra. La cámara de Stagnaro se mueve entre veredas rotas, casas prestadas, pasillos que huelen a humedad. Filma lo cotidiano sin estetizarlo, como si el mundo real ya fuera suficientemente dramático. Hay algo llano en su forma de mirar: una apuesta por la verdad del gesto mínimo, por los márgenes como centro narrativo. Para este director, El Eternauta representa un desafío: ¿cómo sostener esa mirada atenta a las cosas cuando la ciudad se llena de nieve tóxica y criaturas monstruosas? ¿Cómo seguir filmando desde la tierra si lo que irrumpe viene desde el cielo? Y sin embargo lo hace. No abandona su lógica realista: la invasión aparece filtrada por lo cotidiano, como si lo extraordinario tuviera que rendirse ante el pulso de lo real. En sus palabras: un neorrealismo de la ciencia ficción. Un neorrealismo distópico. El aspecto físico de la aventura y la escala de producción no encandilan. No hay épica grandilocuente: hay vecinos, hambre, miedo, decisiones urgentes. La ciencia ficción, el CGI, la post-producción, no borran su estilo, lo tensionan, lo llevan a otro umbral. Lo que resiste en su cine —la materia viva de lo social— no desaparece, se transforma. El Eternauta no es un giro en su forma de hacer cine: es una ampliación de su mirada.
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Si la irrupción de El Eternauta con su nevada mortal, que no elegía el norte del planeta sino el Congreso Nacional Argentino para establecer su base de operaciones, quebraba lo que hasta ese momento se podía imaginar en la literatura argentina, la producción de Netflix, hecha enteramente en nuestro país, corre el límite de lo imaginable para la industria del cine nacional y latinoamericano. Hay que hacer un esfuerzo para recordar películas argentinas que se atrevan a la ciencia ficción (aparecen rápido Invasión, Moebius, Hombre mirando al sudeste). En El Eternauta hubo un esfuerzo para que nada se tercerizara en productoras extranjeras, un intento por apropiarse de esa tecnología innovadora para el cine argentino y que todo estuviera permeado por nuestra idiosincrasia. El equipo encontró un camino para hacer ciencia ficción de una forma propia, local, sin convertirse en una traslación o imitación de códigos sajones. Esa decisión, como metáfora de lo que además El Eternauta propone (todo pasa acá, todo se resuelve con lo que hay) tiene un eco importante en lo que vemos: no se parece a nada. No se parece a las películas de ciencia ficción hechas en Hollywood, transcurre en Av. Cabildo, el que dispara es Ricardo Darín y esos cascarudos que envuelven en una especie de baba a sus presas y se comen entre sí cuando están muertos, son nuestros, tienen el sello de la industria nacional.
El Eternauta tiene, desde la historieta, un carácter muy local en la forma en que los personajes enfrentan dificultades enormes con elementos cotidianos. Aunque el libro ya era “muy argentino”, el audiovisual potencia este rasgo. Tal vez por la escena inicial en la que el grupo de amigos queda varado en Cabildo y Vedia por un cacerolazo de vecinos sin luz en diciembre, por el uso de la música diegética (la que los personajes escuchan) que arma una playlist que pasa por Manal, Billy Bond y la pesada del rock, Pescado Rabioso, Soda Stereo, Gilda y Mercedes Sosa (casi todos los episodios tienen nombres de canciones), por esos planos aleatorios del conurbano nevado (hay lugar hasta para la estatua de la libertad de Munro), por la escena inicial del capítulo llamado Paisaje (la canción que dice que no se piensa en el verano cuando cae la nieve) que filma un enfrentamiento en Malvinas con un joven Salvo escondiéndose de las granadas en las trincheras, o por la elección de Darín para encarnar al Eternauta, esos ojos inconfundibles detrás de la escafandra. Lo singular de la serie, su rasgo de argentinidad, vuelve aún más potente su carácter universal, esa apuesta a lo local no circunscribe sus fronteras: en los primeros días de circulación fue la serie más vista en 27 países.
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El Eternauta, escrito por Oesterheld e ilustrado por Solano López, aparece por primera vez en entregas en Hora Cero Semanal, la revista de la editorial Frontera,en 1957. Fue una serie de 106 episodios que llegó a los lectores todos los miércoles hasta 1959. Cuando el libro se reedita en un solo tomo durante 1969, Oesterheld escribe el prólogo donde resuena la frase que conocemos de memoria: “El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe “en grupo”, nunca el héroe individual, el héroe solo”. Oesterheld ofrece una guía de lectura para su libro que, como él mismo reconoce, sin intención previa, ya reflejaba su sentir. La serie parece hacer más pie en la publicación original que en el prólogo del 69. Parece encontrar su arena más en el territorio de la invasión alienígena a Buenos Aires, que en subrayar una intención política o en dar un ejemplo de cómo debería comportarse el mundo frente a una invasión externa. Ese espacio de libertad que la serie deja abierto es su mayor valor. Ese pliegue que produce es el que permite la interpretación de los que vemos y la imaginación política que produjo la imagen más viral de los últimos días, la intervención pública y callejera de los afiches que anuncian la serie con la pregunta que nos hacemos hace casi 50 años: ¿dónde está Oesterheld?
Con el apocalipsis en la puerta y el final abierto, vuelve la pregunta de Mekas: ¿cómo podría haber sobrevivido? La serie no sólo adapta la historieta: actualiza su potencia política. Lo viejo funciona, lo nuevo también. El Eternauta es una memoria que insiste, una pregunta que no se agota: si nadie se salva solo, ¿cómo nos salvamos juntos? ¿Cómo gestamos el héroe colectivo? ¿Cómo nos armamos en este mundo peligroso? ¿Cómo serán nuestras trincheras? La intemperie sigue ahí, habrá que seguir preguntándonos juntos.
Cristina Kirchner armó una cumbre para definir las candidaturas en Tucumán pero que puede ser de alto impacto para el peronismo nacional.
La ex presidenta planea recibir esta semana a Juan Manzur para armarle una lista en contra al gobernador Osvaldo Jaldo, el mandatario peronista que está alineado con Javier Milei.
Manzur irá acompañado de Javier Noguera, el ex intendente de Tafí Viejo que es el elegido para encabezar la lista de diputados nacionales del manzurismo. Enfrente tendrá probablemente al vicegobernador de Jaldo, Miguel Acevedo, que tiene buena imagen.
Pero no tuvo éxito y ahora el peronismo corre el riesgo de perder. Es que Jaldo también tendrá enfrente a los libertarios, que le armaron en la provincia con Lisandro Catalán pese a todos los gestos que el tucumano le hizo a Milei durante su mandato.
Noguera ya estuvo con Cristina junto a Pablo Yedlin.
“Guarda, no vaya a ser que demos sorpresa”, dijeron a LPO en el espacio de Manzur. Es que si Jaldo no gana, creen que llegará debilitado a las elecciones de 2027.
La estrategia de Jaldo, que mide bien en Tucumán, es buscar el voto promileista dentro del peronismo. “Suerte con eso”, ironizan en el sector de Manzur, en donde buscarán el voto antimileista. Lo único que puede mantener unido al peronismo tucumano en esta instancia es la esperanza de algunos de juntarse luego de la elección con la suma de ambos electorados. No sería la primera vez que Jaldo y Manzur dejan las diferencias de lado.