El Juez rechazó pedido de detención inmediata de Cristina
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El Juez rechazó pedido de detención inmediata de Cristina

 

Gorini negó el pedido de los fiscales Luciani y Mola para detener a la expresidenta tras quedar firmes las condenas en la causa Vialidad.

El juez del Tribunal Oral Federal 2 Jorge Gorini rechazó este miércoles el pedido de detención inmediata para la expresidenta Cristina Kirchner y el resto de los condenados en la causa Vialidad que presentaron los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola, luego que la Corte Suprema de Justicia de la Nación dejara firmes todas las condenas.

Luciani y Mola habían pedido al Tribunal Oral en lo Criminal Federal 2 que revea su orden de que Cristina Kirchner se presente en los primeros cinco días hábiles para quedar detenido y solicitó que en cambio, sea arrestada «inmediatamente». No obstante, el pedido fue denegado por Gorini y ratificó que la expresidenta deberá presentarse en la Justicia en el plazo ya estipulado.

El tribunal requirió este martes al Ministerio de Seguridad que en el término de 24 horas procure asignar una dependencia de las fuerzas federales que cumpla con las condiciones adecuadas para el alojamiento. «Para determinar el lugar de detención, se deberá atender y darse una consideración específica a las características particulares individuales de cada una de ellas», agregó.

El tribunal detalló que «una vez cumplidas las detenciones, dispóngase por Secretaría las diligencias necesarias para que cada una de las personas nombradas sea ingresada en calidad de condenada a las dependencias que les sean asignadas, y practíquese de inmediato el cómputo de pena correspondiente a cada situación«.

Por su parte, el abogado de la expresidenta, Carlos Beraldi, no confirmó que la expresidenta vaya a cumplir su condena en prisión domiciliaria porque, si bien tiene la «certeza jurídica» de que es lo que corresponde, la decisión depende del tribunal.

«Tenemos un término de cinco días para que Cristina se deba presentar en el edificio de Comodoro Py. Mientras tanto, está tramitando un pedido de arresto domiciliario que el tribunal tendrá que resolver, entendemos, antes de esa fecha», explicó este miércoles en rueda de prensa.

Beraldi argumentó que Cristina «tiene 72 años, es expresidenta de la Nación, tiene una custodia específica, y para eso está este instituto de la prisión domiciliaria. Es lo que nosotros pedimos, pero lo va a decidir el tribunal. Ella no tiene miedo», sostuvo.

Agregó que el pedido, «debidamente fundado», se presentó este martes ante el TOF 2. En diálogo con el canal C5N, aclaró que no tiene «ninguna garantía» de que los jueces lo aprueben: «Lo que tengo es certeza jurídica de que es la condición que se le debe aplicar a una persona que está en la situación de Cristina», afirmó.

«Ella fue víctima de un atentado y todavía los autores intelectuales no fueron investigados. Las condiciones de seguridad a las que se debe someter se ajustan a su situación particular. No estamos pidiendo privilegios, sino que se le dé el mismo tratamiento que a cualquier otra persona que se encuentra en esta situación jurídica», señaló.

 

Mirá cómo tiembla la democracia

 

La causa ausente

Cuando el código de todos los intercambios es el dinero, quien lo posee tiene poder. La forma abreviada de esa relación, dinero y poder, es la corrupción. Los propietarios de los medios de producción (de bienes materiales pero también simbólicos), los capitales concentrados y las autoridades más encumbradas suelen agenciar ese dinero-poder.  Cuando la relación recíproca entre sus respectivos “poderes-dineros” permanece en sus límites “normales/tolerables”, todo ocurre bajo un halo de legalidad. Apenas esa frontera es transgredida por alguna disputa, se convierte en algo ominoso: genera rechazo, repulsión y, también, pánico moral. Cuando aquello que es familiar en todo sistema capitalista revela  su verdad, deviene objeto de repulsión visceral. 

A la corrupción fuera de sus circuitos habituales, permitidos, la nutre el relato que construyen los medios masivos de comunicación que cargan las marcas de la información. Se ofrece en imágenes fragmentadas expuestas de forma ininterrumpida y acompañada de leyendas explícitas. Se trata de evitar que el espectador dude. Cuando cumple bien su rol, el relato obtura la pregunta por las causas estructurales, por el grado y escala de aquello que está corrupto. Corrupción e información, juntas, desplazan  la complejidad de lo que está en juego para producir el alimento ya deglutido de audiencias siempre más deseosas y gozosas de castigo. Apuntan, sin falla, a saciar la indignación moral, la sed de condena pero también el olvido selectivo. Dejando intacta, sin embargo, la aspiración de justicia.   

La política

Cuando la corrupción se vuelve el discurso dominante produce como efecto una fuerte despolitización. La imputación de un vicio privado o falta de virtud de alguno de sus protagonistas (no tan) circunstanciales neutralizan el antagonismo político. Que sea despolitizadora no significa que no se haga un uso político de ella: se la nombra para desviar la atención de los dramas auténticos de la sociedad, para contribuir a la deslegitimación de un proyecto, para justificar la deposición de un “enemigo” político, para disciplinar a quien ose salirse de sus goznes, para ocultar la pauperización del presente. 

El fruto maduro de este proceso desatado es la negación y el desprecio in toto de la política, una de las pocas vías que podrían develar el enigma de la relación sistémica entre dinero-poder. Cuando se sucumbe a ello con el dedo en alto, jactancioso y soberbio, se malogra una de las pocas chances de trastocar la distribución desigual (e injusta) de dinero- poder que es su causa.  

La condena de la justicia 

No se trata aquí de “perdonar” la corrupción sino de comprenderla en sus raíces y ramificaciones para diferenciar escalas, grados y, luego, responsabilidades históricas. Distinguir además esas prácticas micro corruptas cotidianas que experimentamos como conquistas mínimas de libertad ante un sistema opresivo, de aquellas otras acciones afincadas en engranajes de opresión perpetuada por ella. 

Nuestras infracciones más o menos domésticas son inconmensurables respecto del “halo de legalidad” que recubre la desigual distribución organizada y administrada de poder-dinero. Esas que están detrás de lo que, no casualmente, se llama “poderes económicos concentrados” y que no casualmente actuaron en las sombras del golpe cívico-militar que selló esos niveles tolerables de corrupción (sin juicio aún) bajo el amparo de enclaves judiciales no menos corruptos. Ese momento inaugural de una redistribución socioeconómica desigual de dinero-poder se continuaría bajo aquel “halo de legalidad”. 

Quizás estamos ante otro momento inaugural de esas redistribuciones periódicas del complejo dinero-poder propias de un capitalismo mórbido que cada vez realiza menos esfuerzos paradójicamente para sostener su propio “halo”. 

Con la condena a esa corrupción (fuera de sus límites permitidos) por parte del poder judicial se consuma la condena de la justicia. Una “justicia” que se vuelve sobre sí misma para dejar al desnudo su vínculo con los poderes fácticos, asestando un golpe más a una institucionalidad democrática destartalada/abollada. Con la condena de la justicia se condena el ideal liberal de la república de la democracia capitalista sostenida en la promesa casi imposible de mantener a raya la dupla dinero-poder. Una dupla cuya hilacha, de la democracia a esta parte, cuelga de los golpes de mercado, del megacanje y los 38 muertos, del espionaje ilegal instrumentado por medios estatales, del blindaje y la fuga obscena de divisas ganadas con una deuda ilegítima, de los paraísos fiscales, de la evasión vuelta heroica, de la inconstitucionalidad de una ley que violenta la constitución.  “Si te preocupa la corrupción cuando entiendas la plusvalía vas a flashear”, graficaba una pintada anónima.

El mito 

La idea de que la aplicación del derecho es la realización de una justicia fue criticada con contundencia.. El derecho, decía Benjamin, es la reproducción mítica de la violencia: lejos de interrumpir una violencia la conserva o bien instituye una nueva. Sin  desentenderse de esa institución, invitaba a abrir en su ejercicio un momento de autorreflexión capaz de identificar cómo y en qué medida en su lengua se reproduce, intensifica, funda una violencia. 

La crítica a esa reiteración mítica de la violencia inmanente al derecho puede llevarse a cabo desde una posición capaz de interrumpir su curso desinstituyéndola. Pero sólo a condición de acompañar ese momento destructivo con otro constructivo. Esta tarea no será ya del derecho sino de la política, cuya trayectoria se orienta en el sentido de la felicidad mundana histórica. 

La lucha contra la corrupción se libra en nombre de la transparencia, un objetivo noble de la política. Pero el dominio de lo social es el de la opacidad. Si el ideal democrático de una sociedad de iguales nos obliga a bregar por la transparencia, sólo lo hace en la medida en que reconoce que ella no está dada y que será tarea de todos producirla. Pancho Aricó lo decía con palabras mejores: “pugnar porque la sociedad sea translúcida significa no aceptar como inevitable su opacidad”. 

Si la opacidad se articula con formas cada vez más sutiles de dominio, con la producción de desigualdad y la proliferación de múltiples violencias; la tarea de producir la translucidez  tendrá que apuntar a la inteligencia de una libertad fundada en lazos de igualdad, reconocimiento de la interdependencia, de la precariedad y justicia, en un sentido extrajurídico.  

Otra vez junio

La politización de la justicia, aún negada, es el gesto complementario de la judicialización de la política sobre la que tanto se dijo pero tan poco se hizo. La ratificación de esta condena entra en serie en el período corto de nuestra historia con otras: la que consiguió la destitución del presidente de Honduras en 2009, las causas a Correa en Ecuador, y la más reciente prisión de Lula en Brasil. Pero también se inscribe en una memoria histórica más extensa cuyos desbordes son impredecibles. 

En junio de 1955, en un día laboral cualquiera, aviones preparados para arrojar rosas regaron con bombas la plaza y otros sitios de la ciudad de Buenos Aires, dejando cuerpos desmembrados aún hoy sin justicia con la sóla voluntad de derrocar al “tirano”. Un 9 de junio de 1956 como represalia a la sublevación de una porción de la resistencia peronista realizaron 17 fusilamientos a la luz del día y 18 fusilamientos clandestinos en los basurales de José Leon Suarez. En cada caso se procuró extinguir no una persona particular  sino las memorias que pulsaban esas luchas. En ningún caso lo lograron. 

Con la proscripción viene la apertura de otra temporalidad capaz de revitalizar el compromiso con las expectativas igualitarias abiertas por ese mismo movimiento. Del hostigamiento, de la saña, de la mortificación y las ruinas que los actos de proscripción arrojan procede su débil fuerza redentora.

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La orfandad

La orfandad

 

El peronismo, desde la recuperación democrática de 1983, es la única fuerza política que vio cómo dos de sus expresidentes terminaban presos. Primero, Carlos Menem. Ahora, Cristina Fernández de Kirchner. Este movimiento puso mucho en la política de este país: dos grandes reformadores presos. Carlos Menem construyó una derecha y una economía liberal para una Argentina corroída por la hiperinflación. Y Cristina –junto con Néstor Kirchner-, una plataforma progresista para el desierto político que dejaba la crisis del 2001. Tanto Carlos como Cristina consolidaron un proyecto con el fracaso del radicalismo (bajo los gobiernos de Alfonsín y De la Rúa), y se subieron a los grandes acontecimientos latinoamericanos y globales. A continuación, el papel de Macri fue deslucido. Aunque quedó acotado a la búsqueda de un laboratorio híbrido sin reformas estructurales ni épicas narrativas, aprovechó para desembarcar en diversos poderes del Estado y empoderar a empresarios y medios que asumieron un lugar importante en la disputa política. Macri construyó una resistencia al poder kirchnerista y tiró lazos hacia aquellos sectores que se iban alejando del peronismo. Milei es otra cosa. Posiblemente, el gran competidor de la sociología peronista (a la cual el macrismo sólo se acercó o soñó acercarse al ganar elecciones en los grandes distritos). 

Ayer, la Corte Suprema ratificó las condenas de Cristina Fernandez de Kirchner. La opositora más importante de este gobierno queda fuera de juego. Ya no estará en ninguna boleta ni se le permitirá fatigar para volver a competir por la presidencia. Se corre del camino a una dirigente que se inscribe en la larga tradición de los liderazgos argentinos y latinoamericanos. Liderazgos presidencialistas que, como Roca, Yrigoyen, Perón, Menem y ahora Milei, pretendieron ocupar todo el centro de la escena política y nacional, y así construir una hegemonía beligerante. CFK lo hizo en sintonía con las reivindicaciones, sensibilidades y vidas populares.  

Pero algo deberíamos destacar si consideramos una sociología de quienes encabezan movimientos políticos y gobiernos: un liderazgo se establece a partir de la inversión social que hace un sector de la sociedad y del sostén de instituciones que ayudan a recrear y a devolver esa inversión social en realización de expectativas, deseos, emociones y necesidades.

La condena de Cristina llega en momentos de profunda debilidad. A través de su presidencia del Partido Justicialista puede observarse la poca capacidad de conducción y dominación de un peronismo nacional que atraviesa un momento de fragmentación y descapitalización social y electoral. El poder judicial, al que el propio peronismo junto con otras grandes fuerzas diseñaron o le proveyeron cuadros judiciales, optaron por abandonar a Cristina. 

Como el peronismo, Cristina se fue quedando huérfana de sectores del Estado que podían protegerla o cuidarla. En este sentido, un liderazgo no se construye solo con apoyo social sino con las instituciones que permiten seguir haciendo política. Esta condena es una demostración de debilidad y de interrupción de un liderazgo popular que tiene problemas con instituciones que alguna vez ayudó a construir y con un electorado popular en fuga hacia otras tiendas políticas. 

La beligerancia kirchnerista, la polarización y la poca gobernabilidad de la inflación, por ejemplo, le hizo perder apoyos y votos. Esa sociología peronista que había reconfigurado el kirchnerismo –que implicó grandes sectores beneficiados a partir de intervencionismo económico y ampliación de derechos– se fue desmantelando por sus propias incapacidades de gobernar la economía, por la mutación del mercado laboral, la reestructuración del empresariado y las grandes modificaciones de las vidas populares que imprimía el mundo global. El peronismo se  desestabilizó, y le costó mucho mantenerse en el poder. Su electorado clásico había probado fortuna en otras opciones políticas. En parte su “déficit sociológico”, la pérdida de “ese pueblo” al que el peronismo dice representar, permitió que ciertos actores políticos y empresariales promuevan la condena. El peronismo fue perdiendo defensas (políticas e institucionales) y con ello la capacidad de cuidar a una parte de su electorado. Cuando sus adversarios leyeron debilidad, actuaron. La lucha por el poder es así: los adversarios buscan persistir, dañar y sacar de juego. Vengarse. Quedar agazapados hasta que la oportunidad lo amerite y lanzarse. De eso se trata. Por tanto, su condena no se debe solo a su debilidad sino también a actores que promovieron y buscaron herir el liderazgo de Cristina. 

Macri, quien retiene recursos institucionales y porciones del Estado, promovió el proyecto Ficha limpia y alimento la posibilidad de correr a la expresidenta de la contienda electoral. Algo de antropología calabresa y maquiavelismo rápido puede leerse en un dirigente que buscó venganza desde un inicio. En Calabria los enemigos se buscan hasta en la eternidad. Mientras alquila su fuerza política al oficialismo para retener algo de poder legislativo corre cualquier posibilidad que el oficialismo enfrente al liderazgo de Cristina. Macri es vengativo y al mismo tiempo busca retacear una victoria simbólica a su socio libertario. Del video hecho con IA en el que se lo veía llamando a votar al candidato oficialista en las elecciones legislativas de CABA no se olvida. Grandes medios de comunicación también fueron por eso. Es el momento de las venganzas concurrentes. El oficialismo, si bien destacó el rol de la Corte Suprema, tenía dilemas acerca de retirar a Cristina de la competencia. 

Nadie es capaz de imaginar qué puede pasar desde ahora. 

Lo que sí sabe el oficialismo es que tendrá que esforzarse para que Cristina no revitalice –encerrada- su músculo político. Deberá retirarle cualquier posibilidad de hacer política efectiva y de convertirse en una víctima. Seguramente podrá mostrar que la detención de Cristina hizo subir las acciones y tal vez, logre reducir el riesgo país. El mercado y las empresas apoyaron la decisión de la Corte.

Los compañeros latinoamericanos de esa ruta progresista iniciada a principios del siglo XXI también han sufrido acciones judiciales que los dejaron fuera de competencia electoral. Evo Morales hoy es asediado por sectores que vienen del masismo. Rafael Correa, perseguido desde el gobierno de su exsocio Lenin Moreno. Lula, aunque es presidente, también sufrió acoso judicial en manos del Juez Moro (2017). Fernando Lugo fue enjuiciado por el parlamento. Salvo en Bolivia, las derechas han recuperado el poder político en esos países. Lula debió acordar con un sector de la centroderecha anti Bolsonaro para conformar gobierno y limitar su adversario. En Argentina es posible que el universo de derechas y Milei amplifiquen su territorialidad y poder, comiéndose parte del voto peronista. 

El discurso que indica que el peronismo que representa al pueblo o que el pueblo que vota a esta fuerza política está en crisis. Como el voto peronista, la categoría “pueblo” estalló. Y no hay perspectivas de una reinvención inmediata que no suponga tener en cuenta las transformaciones de la subjetividad política de la última década. El “pueblo” estalló y se resignificó en mil pedazos (distintos deseos, trayectorias, formas de trabajo, maneras de participación, miradas controversiales sobre la política y el Estado).

La dirigencia peronista de todas las provincias –pese a su fragmentación y división- lo sabe: Milei es un gran competidor. Ha introducido reformas que todavía lo mantienen en un lugar importante de aprobación social. Y el voto popular sigue siendo una orientación inapelable colocando a toda la dirigencia ante la pregunta de qué hacer con el oficialismo.  

La condena de Cristina puede reorganizar el poder peronista bonaerense y competir en buenas condiciones con el oficialismo. Esto quizá le otorgue cierto aire. Pero no resuelve la trabazón de su figura y de sus posturas para propiciar la reunificación familiar del peronismo. Solo una crisis provocada por el gobierno de Milei o una significativa participación social que reclame por Cristina pueden empujar el acercamiento de ciertos dirigentes y al armado de una fuerza con capacidades de disputa. Si eso no se logra los dirigentes provinciales deberán fundar otros liderazgos, acercarse a otras fuerzas o continuar una trayectoria dictada por los intereses locales. En momentos de un gran ajuste fiscal, el peronismo no ha logrado volverse una opción mayoritaria nacional. Ni siquiera ha probado cómo acercarse a protestas -como las de los jubilados, el Garrahan, la Feria de la Salada o los despidos en la empresa Verónica- que movilizan emociones que pueden disputar la sensibilidad de un electorado que a Milei le interesa. De hecho, ante estas protestas y las emociones que ponen en circulación, el gobierno nacional interviene rápidamente y las vacía de potencia. 

El liderazgo de Cristina se encuentra atrapado entre los buenos números del oficialismo y la fragmentación de un peronismo. Inclusive su propio bastión electoral se vio desafiada por el gobernador bonaerense. Pero el mayor desafío es la construcción de un consenso peronista que le hable a aquellas personas que se molestaron con las insuficiencias de las políticas estatales, que vieron empobrecer sus vidas con la inflación, que padecen la inseguridad, que se quedaron solas ante las transformaciones laborales y que reclaman un partido que vuelva a poner sobre la escena una idea de orden y bienestar.

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Cristina Kirchner se enfrenta al más brutal ataque político-judicial que redefine las reglas de la democracia en Argentina
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Cristina Kirchner se enfrenta al más brutal ataque político-judicial que redefine las reglas de la democracia en Argentina

 

Mientras Milei aplica con mano de hierro su ajuste libertario, destruye el sistema universitario, arrasa con derechos laborales y precariza hasta la esperanza, el foco mediático se corre hacia la figura de Cristina.

Por Nicolás Valdez para EnOrsai

El fallo de la Corte Suprema que sella el destino judicial de la expresidenta no es sólo una sentencia penal: es un mensaje político con olor a revancha. En un contexto marcado por el ajuste salvaje de Javier Milei, la ofensiva contra Cristina Fernández de Kirchner se convierte en cortina de humo para tapar la devastación social. Pero el operativo no sólo busca silenciar a una figura clave del peronismo: pretende reescribir la historia y vaciar de contenido la voluntad popular.

A las 01:00 del 11 de junio de 2025, mientras las calles de Buenos Aires aún resonaban con los ecos de la última protesta universitaria, se conoció una noticia que golpeó como un mazazo a la política argentina: la Corte Suprema había dejado firme la condena contra Cristina Fernández de Kirchner. Seis años de prisión por administración fraudulenta y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Una decisión unánime, veloz, quirúrgica. No hay más instancias nacionales a las que recurrir. Y lo más grave: no hay dudas de que lo que se juega aquí va mucho más allá del destino individual de una expresidenta.

La maquinaria judicial ya está en movimiento. El Tribunal Oral Federal 2, a cargo del juez Jorge Gorini, notificó a Cristina y a los otros ocho condenados: tienen cinco días hábiles —hasta el miércoles próximo— para presentarse ante la Justicia. Si no lo hacen, la orden de detención será inmediata. El espectáculo está servido. Lo que en otros países sería un hecho jurídico, en Argentina se transforma en show político, en linchamiento mediático, en oportunismo judicial.

Pero ¿es justicia o escarmiento?

Mientras Milei aplica con mano de hierro su ajuste libertario, destruye el sistema universitario, arrasa con derechos laborales y precariza hasta la esperanza, el foco mediático se corre hacia la figura de Cristina. ¿Casualidad? Difícil de creer. En este momento de crisis estructural, la confirmación de la condena aparece como un gesto dirigido a consolidar el relato de la antipolítica: todos los políticos son corruptos, todos son parte del “sistema” a destruir. Todos… menos los que gobiernan ahora, claro. Los que se enriquecen en dólares mientras reparten miseria en pesos.

La estrategia judicial contra Cristina no es nueva. Lleva años de acumulación, de foros truchos, de jueces que almuerzan con espías y fiscales que operan desde sets de televisión. La llamada “Causa Vialidad”, origen de esta condena, fue emblemática en su construcción: desde la manipulación de pruebas hasta la selección selectiva de acusados. La condena, ahora firme, no sólo la excluye de la competencia electoral del 7 de septiembre en Buenos Aires: busca sepultarla políticamente. Borrar del mapa a una dirigente que, con aciertos y errores, representa un proyecto nacional, popular y democrático que incomoda profundamente al poder económico y mediático.

¿Dónde cumplirá la pena? El juez Gorini pidió al Ministerio de Seguridad que le asigne una dependencia adecuada. Se supone que habrá “consideración específica” por sus características personales. Cristina tiene 72 años y, en ese sentido, su defensa puede solicitar el beneficio de la prisión domiciliaria, algo previsto en la legislación argentina. Si se la otorgan, es probable que cumpla la condena en su domicilio del barrio porteño de Constitución. Aunque, como todo en esta historia, ese detalle también será explotado para la estigmatización: si la encarcelan, será un “acto de justicia”; si va a su casa, será “un privilegio más”.

El mensaje está claro: quien ose disputar el poder real, paga caro. Y si lo hace desde una identidad popular, con apellido peronista, con peso electoral, peor aún.

La jugada del oficialismo judicial no es inocente ni aséptica. En plena campaña, mientras el Gobierno de Milei revienta los sueldos y hunde las universidades públicas, la escena de Cristina detenida o bajo arresto domiciliario funcionará como distracción y herramienta disciplinadora. Porque esto no se trata sólo de Cristina. Se trata de lo que representa. De una matriz de país que garantizó derechos, redistribuyó recursos y tuvo la osadía de enfrentar a las corporaciones. Un modelo que, con todos sus límites, todavía despierta esperanzas en amplios sectores populares.

En el terreno internacional, la expresidenta prepara una contraofensiva. Su abogado, Gregorio Dalbón, anunció que el caso será llevado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Penal Internacional y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Tiene seis meses para presentar la denuncia. Pero el daño ya está hecho: la imagen de una líder política condenada por corrupción será usada hasta el hartazgo para equiparar a la militancia con el delito, al compromiso con el robo, a la política con la traición.

Mientras tanto, el escenario político se recalienta. El peronismo se queda sin su figura más potente para las elecciones de septiembre en la provincia de Buenos Aires. La prohibición es categórica: la inhabilitación perpetua ya fue comunicada a la Cámara Nacional Electoral. La intención de Cristina de postularse a diputada se estrella contra el muro del lawfare. ¿Qué puede hacer el peronismo ante esta avanzada? ¿Replegarse? ¿Resignarse? ¿Renovarse? El interrogante está abierto, pero la sensación dominante es que se está librando una batalla decisiva no sólo por un liderazgo, sino por la posibilidad misma de una alternativa política al ajuste feroz del oficialismo.

La Argentina de hoy está sitiada. Por la inflación, por el dólar, por el hambre. Por un gobierno que celebra el cierre de universidades y el desmantelamiento del Estado mientras garantiza aumentos salariales a las fuerzas de seguridad. En este clima asfixiante, donde se criminaliza la protesta y se deslegitima toda disidencia, la condena a Cristina Fernández de Kirchner aparece como una pieza más del engranaje represivo y disciplinador. No es casualidad, es método.

La democracia no se construye sobre sentencias dictadas entre bambalinas ni sobre operaciones judiciales ejecutadas con precisión quirúrgica. Se construye con debates abiertos, elecciones limpias y ciudadanía movilizada. Hoy, más que nunca, lo que está en juego no es el futuro de una persona. Es el alma de una nación.

Y mientras Milei avanza con motosierra en mano, Cristina, con sus luces y sombras, se convierte en un símbolo incómodo para quienes quieren refundar la Argentina sobre las ruinas del Estado y el silencio de la política. Silenciarla a ella es silenciar a millones. Pero la historia, ya lo sabemos, no siempre responde al capricho de los poderosos.

 

FALLO CONTRA CRISTINA: Estudiantes toman facultades en repudio
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FALLO CONTRA CRISTINA: Estudiantes toman facultades en repudio

 

Tras conocerse la ratificación de la condena a la expresidenta, las facultades de Filosofía y Letras, de Ciencias Sociales, y de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) expresaron su repudio y suspendieron las clases.

A horas de conocerse el fallo que ratifica la condena de la expresidenta Cristina Kirchner, estudiantes de la Universidad de Buenos Aires tomaron distintas facultades en respaldo a la líder de la oposición.

Durante la noche del martes, las facultades de Filosofía y Letras, de Ciencias Sociales, y de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) expresaron su repudio y anunciaron la toma de facultad junto con la suspensión de las clases.

Desde la facultad de Filosofía explicaron sus argumentos en un comunicado y adelantaron que se movilizarán esta misma tarde: “En defensa de los derechos democráticos. Contra el ajuste integral de Milei en educación, salud, ciencia y todos los sectores. Exigimos a la CGT un paro general para frenar estos ataques. Movilizamos a la casa de CFK a mostrar nuestro apoyo. Mañana permanecemos en Filo y seguimos en estado de alerta. A las 16hs acompañamos la movilización del Garrahan a Plaza de Mayo”.

«Facultad tomada. No a la proscripción de Cristina», dice una de las banderas colocadas en la fachada del edificio educativo de Filosofía y Letras. Isabel González Fuente, presidenta del Centro de Estudiantes, habló con el programa Mañanas Argentinas por C5N y contó: «Estamos muy preocupados y muy enojados por lo que pasó ayer. Entendemos que se rompió el estado de derecho y por eso se generó una instancia de encuentro entre de encuentro para saber cómo seguir».

«No importa lo que piense uno, es un fallo político en una causa llena de irregularidades que demuestran que en 10 años solo tenía objetivos políticos como lo son sacarla del mapa electoral de la Argentina. No nos podemos quedar como si nada, es muy grave y para nosotros está en riesgo la democracia y la tenemos que cuidar», resaltó.

 

Nunca más candidata

Nunca más candidata

 

Una masa de cuerpos salta y canta como si esto fuera una fiesta. Todos saben que no lo es. Están ahí porque es “inminente”, dicen en todas partes los periodistas que anunciaron el hecho por años: Cristina Fernández de Kirchner será finalmente condenada y ya no podrá volver a ser candidata. Y sin embargo los tipos, las minas cantan y saltan todos juntos sin parar. En la puerta de la sede porteña del Partido Justicialista, en la calle Matheu al 130, además de gente muy de acuerdo, se acumulan las vallas y las banderas blancas. Cristina, Cristina, Cristina corazón, acá tenés los pibes para la liberación. Podría ser ese patio de la Rosada donde Cristina hablaba con los pibes, pero no. Es esta tarde invernal. Y son más de las cuatro de la tarde. A esta hora, a 30 cuadras, en el Palacio de Tribunales, los jueces de la Corte Suprema Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti definen la condena a la ex presidenta. Seis años. 

La juntada es, o parece, una celebración de la militancia. Las cámaras de televisión enfocan la puerta por donde, en minutos, saldrá Cristina. Los carteles hechos a mano tienen frases de Nestor Kirchner: “Formo parte de una generación diezmada”; “Somos hijos de las Madres y Abuelas”. Otros sostienen fotos de Cristina con el Indio Solari, una bandera de la agrupación Jamandreu, Peronismo de diversidad y transfeminista, Whipalas, pañuelos verdes. Ya se huele el choripan. Hasta que aparezca la rubia cabellera de Myriam Bregman, más tarde, ya noche en la casa de la ex presidenta, esto será puro peronismo. Kirchnerismo, del más peronista. 

Como si la escena lo necesitara, en el parlante que lleva el “militante de la bici”, Marcelo Mercante, suenan la marcha peronista y la voz de Eva Perón. “A Cristina la cuida el pueblo” dice un cartel impreso en hoja A4. La coreografía del movimiento y la impro, esa mezcla que vuelve a la manifestación una verdad peronista. Mariela llega del trabajo envuelta en una bufanda violeta. Tiene una bandera que dice “Contala como quieras” y una remera con una foto de Cristina sacando la lengua. Mariela le pone un poco de rock a la liturgia. Está contenta por la cantidad de gente y por el encuentro “aunque sea en estas circunstancias”. Mariela es consciente de lo extraordinario de este juntarnos en la calle. Y agradece lo poco. También llega Luis D’Elía: algunos le piden fotos y otros lo abuchean tímidamente. El movimiento apenas se horada a sí mismo con viejas cuitas: ¿alguno recordará por qué es chiflable el dirigente piquetero? Él dice que debería haber un millón de personas en Plaza de Mayo. Casi no nombra a Cristina, de su boca sale una y otra vez el nombre de Néstor Kirchner. Si alguno lo olvidó, acá está el que dice todo sin filtro. La masa es un bloque, pero no es masiva. ¿Qué es masivo en este peronismo del 2025? ¿Seremos los suficientes aunque la plaza no se llene más? 

Cerca de las cinco la calle sigue dividida en dos. Por el centro pasa un auto de vidrios polarizados. Otro level. Otro tufo. Otro personaje. Es Sergio Massa. Axel Kicillof ya se fue, avisa alguien. ¿Por qué? Dicen que tiene que coordinar movimientos. Fue un acto de presencia. Al menos vino. Ayer ella con él en primera fila le pegó por lo de los cargos. Y él, hermoso, con su hermosa cara de culo, la escuchó estoico. A la autopista Buenos Aires La Plata la cortaron a la altura de Quilmes y la fila es infinita, entrar ahí es no salir más. Pero parece que es sólo viniendo a Buenos Aires. También hay cortes en Panamericana y Pacheco, en Camino del Buen Ayre, en el Acceso Oeste y en el Puente Pueyrredón. ¿Desde La Plata llegarán los obreros de los frigoríficos de Berisso y Ensenada? ¿Secco moviliza? ¿Hasta dónde está acompañada Cristina? Al menos los cantos no cesan. Ahí siguen gritando en perfecto estado los pibes. Rugen los pibes. Se los escucha a cuadras, porque el grito rebota contra los edificios de San Cristóbal, clarito.  

Un vendedor de café pregunta a un periodista de C5N si ya se sabe algo. Hace horas circula por Whatsapp un fallo falso que anticipa la confirmación de la condena. El rumor vuela como el trino de un ave oscura. Algunos lo repiten en la radio, sin importarles nada. Los medios se ilusionan en vivo y en directo. Quizás incluso a los que no son ni nunca fueron kirchneristas semejante nivel de alienación democrática les de asco. La gente revisa los celulares. Es esa calma que le dicen tensa, y es ese minuto que no debería haber llegado, porque el trino del ave era mentiroso pero anunciaba lo cantado. Alguien llora de pronto, alguien suelta el lagrimón bajito, y una está ahí para saber que se llora por una líder, y son dos, cuatro, diez, la gente llora la condena. Uno de ellos es Daniel Silva, secretario de DDHH del sindicato de trabajadores municipales de San Martín: “El pueblo tiene memoria, así como Perón retornó después de 18 años, a Cristina la vamos a hacer retornar. Estoy convencido, dice. Estoy convencido”. Llora, y pide disculpas. Y se aferra la masa a la historia, porque líderes es lo que el peronismo ha tenido, y proscripto es lo que ha sido. ¿Por qué no reciclar la mística? ¿Por qué no construir una verdad nueva que desmienta los apocalipsis? Aquí todos juntos es más fácil. Acá nadie está derrotado. Y se llora. 

Santiago es sociólogo y vino apenas se enteró de la convocatoria. Piensa que hay que recuperar la movilización en las calles y que la condena va a aglutinar a sectores que estaban desencontrados. Delfina tiene 38 años y es politóloga, estudió en la UBA. Vino directo desde el trabajo: “No podemos no hacer nada. Aunque estar acá no represente demasiado. Ya sabemos cuál es la mirada de la sociedad en este momento, pero yo no podía salir de trabajar e irme a mi casa cómo si nada estuviese pasando”. No está segura de las repercusiones pero fantasea que va a generar una reorganización del arco político opositor, más allá del peronismo y de Cristina. “No podemos permitir que la justicia se entrometa con los candidatos en democracia”, dice. La sensación la tiene instalada en el cuerpo: necesitaba venir a juntarse con otros. Esteban se autopercibe el más trosko de los tres amigos. Pelo largo atado con una colita, suéter norteño, estudiante inconcluso de Filosofía. Para él esta condena es un peligro a largo plazo: “Siento que es un ataque a la democracia como forma de organización política, y es sentar una base de la que es muy difícil volver, algo que ya pasó en este país”. La palabra democracia suena real en estas lamentaciones y en estas defensas. Como si algo real hubiese en esta ruptura, en este momento histórico en que una líder pierde su potestad de ser candidata, de ser diputada provincial por la Tercera sección, de volver a ser presidenta. 

Paula tiene 53 años, llora abrazada a su marido. Es trabajadora del subte y ahora es parte de la ola que llega a la calle Matheu después del anuncio. Estudia Trabajo Social en la Universidad de Lomas de Zamora. Casi no puede hablar. Dice que lo que vivió con Cristina y Néstor no lo había vivido nunca, que con ellos siempre tuvo una esperanza. Y que hoy esa esperanza está muerta. Usa esa palabra, muerta. La misma que usa Cristina cuando define la condena que sobre ella pesa hace años: presa o muerta. La esperanza muerta es una derivación política de ese otro adjetivo que por fortuna solo quedó en la intención homicida de un marginal armado con una pistola lumpen y fallida. ¿Serán estos custodios de un liderazgo los mismos que la custodiaban en aquellos días? Algunos sí, otros están acá porque esto es más grave que la primera condena de la Sala de Casación Penal. Esto es la Corte. Ahora no hay marcha atrás. Ya no podrá ser candidata. 

A paso rápido y con las mejillas coloradas se abre camino entre la gente la historiadora Julia Rosemberg: “Básicamente se nos está prohibiendo a los argentinos votar a nuestros representantes, y en un momento tan crítico de la Argentina me parece que eso cobra todavía más relevancia”. Rosemberg es docente universitaria y autora de “Eva y las Mujeres: Historia de una Irreverencia”. Cree que la crisis del peronismo tiene que dar paso a una unidad para revertir la sentencia, pero sobre todo que piense estrategias para enfrentar a un gobierno como el de Milei. “Me parece que si el peronismo tiene 80 años de vida, algo de esto sabe, y tiene que apelar a su pasado, donde hay tesoros y utopías. Recuperar la historia”. ¿Qué sería revertir la sentencia en este contexto? ¿Quién será el candidato de la Tercera? ¿Será vencido el libertario que envíe un Milei envalentonado a terminar de aplastar  a la Jefa? ¿Si no se gana la Tercera hay reversión, retorno posible a algún lado? 

En un escenario improvisado en la puerta del edificio, Cristina habla para los manifestantes. A la izquierda y casi pegada a ella, su cuñada, Alicia Kirchner. A la derecha y un paso más atrás, su hijo, Máximo Kirchner. Se impone como un manto que cae sobre todos un silencio atento, no ceremonial. Los que vinieron en familia lloran abrazados ahora que Cristina les habla: “El partido judicial le agrega un cepo al voto popular. (…) la Justicia avanza contra los dirigentes políticos que gobiernan para el pueblo y logran la distribución del ingreso más equitativa, que es lo que nunca nos van a perdonar a los peronistas”. 

Un cocacolero dice que era obvio que iban a querer sacarla del juego. “Ella les molesta, vos sabés”. Tiene una gorra del Sindicato de obreros y empleados de la industria del chacinado, tripería y sus derivados. Perdió su trabajo en el 97. Desde entonces hace changas. Justo detrás suyo, coreando “no nos han vencido”, está Francisco Taiana, el hijo de Jorge, ex ministro de Defensa de la Nación. Está indignado, como muchos, por la “corrupción innegable de las instituciones republicanas de parte de quienes sostienen ser sus guardianes”. Cree que se simplifica la discusión, porque ahora se trata de la defensa de las instituciones y de una democracia que costó mucha sangre consolidar. “Si algo positivo puede salir de hoy es una nueva conciencia del pueblo argentino para entender lo que está en juego, para defender nuestra república y oponerse a la desmovilización que alimenta el gobierno”. 

La masa, el bloque, dedos en V en alto, avanza ahora en dirección contraria. Desconcentran. Somos de la gloriosa Juventud Peronista. Somos los herederos de Perón y Evita. A pesar de las bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos. No nos han vencido. Caminan hacia la casa de Cristina. Abrazado al mate los sigue por la vereda Sergio Cobaccio. Está con su esposa y su hijo, que se llama Enrique igual que su hermano desaparecido por la dictadura. Ella también llora. Sergio dice que es un día muy triste para todos los argentinos. Que la mitad de su familia fue secuestrada por la dictadura, que si no hubiese sido por las políticas de memoria, verdad y justicia que impulsaron los Kirchner “nunca hubiese visto un milico sentado en los tribunales, ni preso, y eso va más allá de todas las mejoras sociales. Vamos a luchar para que esto se revierta”. Dice y se seca las lágrimas. 

La marea que avanza es un campo de fuerza donde coinciden temporalidades de unas vidas y unos cuerpos muy distintos en un yo plural. No es una proyección nostálgica, están clavados en el presente, donde al menos creen que se teje la Historia. Y por eso el día se hace noche. Y toca volver, volver a la calle porque ahora el bloque masivo crece en la puerta de su casa, crece hasta desbordar su calle, sus calles, el chino donde dicen que una vez la vieron hacer una compra.¿Será cierto? ¿Se quedó sin queso rallado? ¿Sin yogurt para el nieto? La masa es más masiva de noche en San Cristóbal. Los trinos oscuros ya sonaron. Ya se sabe que son cinco días hasta que se entregue y venga ese lugar donde quizás pase una noche, y luego la vida encerrada en este departamento o en un lugar con patio y con árboles, donde el trino de los pájaros sea otro. La masa crece hasta ocupar toda esa cuadra, y una más por lado y lado. Desde arriba un drone la muestra como una cruz de fieles. Ella, tan católica, y abajo de su departamento medio pelo en este barrio medio pelo, le montan una vigilia. Ella tan viva, tan exultante, que salta y baila al ritmo de todos los pibes, desde un balcón pequeño y humilde, en un edificio viejo y tranquilo. La noche cae sobre el barrio. Sobre todos nosotros cae la noche. 

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