Sociedad

  • Aprueban la exención del ABL al turismo en la Ciudad

     

    La Legislatura de la Ciudad aprobó dejar sin efecto durante el primer semestre de 2026 la obligación de pago del Impuesto Inmobiliario y Tasa Retributiva de los Servicios de Alumbrado, Barrido, Limpieza, Mantenimiento y Conservación de Sumideros a hoteles y restaurantes.

    La iniciativa, impulsada por el legislador Matías Lammens, busca «dar alivio al sector turístico, cuya recuperación puede generar un impacto transversal en un amplio conjunto de sectores del sistema productivo y laboral».

    «El modelo económico nacional ya produjo en la Ciudad el cierre de 2500 empresas y la destrucción de 14 mil puestos de trabajo. En ese contexto de desastre para las PyMEs porteñas, el Turismo, una de las principales actividades económicas de la Ciudad, se viene derrumbando desde hace dos años», dijo Lammens.

    En su intervención, también mencionó que el turismo internacional registra una caída interanual del 18% en territorio porteño en 2025. «Esta iniciativa no resuelve el fondo de la crisis pero va a generar un alivio imprescindible para el sector» sostuvo el ex ministro de turismo. 

    Y agregó: «Esperamos que el gobierno nacional deje de mirar para otro lado y también brinde algún tipo de apoyo concreto y material a esta actividad que genera un millón de puestos de trabajo en todo el país y es clave para la economía nacional».

     La actividad en restaurantes tradicionales en la Ciudad reflejó una retracción muy importante: el índice de volumen físico (que remite a la cantidad de cubiertos vendidos) promedió 161,3 puntos entre enero y agosto, con una caída del 2,1% frente al año anterior y un retroceso del 15,1% en relación con 2023. 

    Este beneficio surge como respuesta al contexto crítico que atraviesa el turismo en la Ciudad de Buenos Aires. Durante el primer semestre del 2025, las pernoctaciones alcanzaron un total de 3.998.701, lo que representa una caída del 6,3% respecto al mismo período de 2024 y una potente disminución acumulada del 19,7% en comparación con 2023. En cuanto a la tasa de ocupación de plazas, el promedio semestral se ubicó en 41,4%, registrando una baja del 5,9% interanual y una contracción del 18,8% respecto a 2023.

    Por su parte, la actividad en restaurantes tradicionales en la Ciudad también reflejó una retracción muy importante: el índice de volumen físico (que remite a la cantidad de cubiertos vendidos) promedió 161,3 puntos entre enero y agosto, con una caída del 2,1% frente al año anterior y un retroceso del 15,1% en relación con 2023.

    La iniciativa de exención del ABL incluye a servicios de restaurantes y cantinas con y sin espectáculo; de expendio de bebidas en bares; de expendio de comidas y bebidas en establecimiento con servicio de mesa y/o en mostrador; de expendio de helados; de alojamiento en hoteles, hosterías y residenciales similares, excepto por hora, que incluyen o no servicio de restaurante al público, según se detalla. 

     

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    El PJ le marca la cancha a Milei: rechazo total a la reforma laboral y alerta por un país en caída libre

     

    En un documento demoledor, el Partido Justicialista salió a cuestionar el “deterioro sin precedentes” del mercado de trabajo bajo la gestión de Milei y advirtió que el país vive la peor destrucción laboral desde 2001. Con números en mano, el PJ acusó al Gobierno de impulsar un modelo de ajuste que “no busca libertad, sino sumisión”.

    Por Ignacio Álvarez Alcorta para Noticias La Insuperable

    Un país que retrocede: 19.000 empresas menos y 276.000 empleos destruidos

    El comunicado del PJ fue categórico: la recesión provocada por el modelo de Milei y Caputo está devastando el corazón productivo del país. Según el espacio, desde fines de 2023 cerraron más de 19.000 empresas —casi 30 por día— y se destruyeron 276.000 empleos formales, lo que equivale a más de 400 puestos perdidos por jornada.

    En el texto se afirma que “la destrucción del tejido productivo y del empleo formal expuso la verdadera cara del modelo de Milei y Caputo”, y se subraya que no se trata de un fenómeno aislado, sino de un derrumbe generalizado que golpea por igual a pymes, industrias y economías regionales.

    El diagnóstico es contundente: caída del consumo, salarios pulverizados, cierre de empresas y una recesión profunda que derrama desigualdad en todos los sectores de la economía real.


    Los sectores más golpeados: transporte, comercio, industria y una construcción hecha trizas

    El PJ detalló que transporte, comercio e industria vienen sufriendo fuertes impactos, pero fue especialmente crítico al analizar la situación de la construcción, un sector que perdió más del 16% de sus trabajadores registrados.

    Frente al relato oficial que intenta justificar la reforma laboral en nombre de las pymes, el comunicado fue directo: “Los datos matan al relato: cierran las pymes, pero los que más despiden son las grandes compañías”. Para el partido, el 70% de los trabajadores expulsados provienen de las empresas de mayor tamaño, lo que desmiente la narrativa libertaria sobre las supuestas “rigideces laborales”.


    Reforma laboral: el PJ advierte que no es argentina, es del FMI

    Uno de los tramos más duros del documento apunta a la reforma laboral que Milei quiere imponer como parte de su programa económico. El PJ se pregunta “¿hacia dónde nos lleva Milei?” y sostiene que estos cambios “no nacen en Argentina, nacen en Washington”, señalando que forman parte de las exigencias del FMI.

    La dirigencia justicialista denuncia que el paquete de reformas no busca generar trabajo, sino “consolidar un modelo de precarización con menos derechos, más horas, salarios más bajos y trabajadores más vulnerables”.

    Además, enfatiza que la reforma incluida en la Ley Bases no solo no creó empleo, sino que la destrucción laboral se aceleró desde su aprobación.


    Los tres ejes que propone el PJ para un país que quiera producir

    En un intento por instalar una agenda alternativa, el Partido Justicialista aclaró que “los peronistas no nos oponemos a una reforma, nos oponemos a la precarización disfrazada de reforma”, y presentó tres ejes para una transformación con ampliación de derechos:

    1. Recuperación del salario

    El PJ afirma que “sin ingresos dignos no hay consumo, y sin consumo las empresas quiebran”. Proponen recomponer el poder adquisitivo como motor para reactivar la economía.

    2. Reducción de la jornada laboral

    Buscan “recuperar libertad” permitiendo una mejor administración del tiempo de trabajo, conciliación entre vida laboral y personal, y creación de nuevos empleos formales.

    3. Reformas con ampliación de derechos

    Entre las prioridades se incluyen:

    • derecho a la desconexión digital
    • integración de nuevas tecnologías con resguardo jurídico
    • ampliación de licencias
    • cobertura para monotributistas
    • prevención de accidentes laborales
    • fortalecimiento de la salud mental
    • participación en las ganancias de los trabajadores

    El documento sostiene estos fundamentos con citas históricas de Eva Perón, recordando que “donde hay una necesidad, nace un derecho”.


    El llamado político: “No seremos el laboratorio de precarización del FMI”

    El cierre del comunicado marca el tono combativo de lo que será la posición del PJ en el Congreso y en el debate público. La fuerza política afirma que no está dispuesta a permitir la legalización de abusos, y que defenderá un modelo basado en empleo formal, protección social y trabajadores capaces de planificar su vida.

    El mensaje final sintetiza su postura frente al rumbo del Gobierno:
    “No seremos el laboratorio de precarización del FMI; seremos un ejemplo de trabajo digno y producción para el siglo XXI”.

     

  • El tiempo violentado

     

    Desde hace dos años vivimos con un ruido persistente. Es el bajo continuo de una casa en demolición. Un crujido que viene de estructuras que creíamos sólidas y que ahora se desmoronan. Junto al estruendo del Estado atacado hay otro sonido más sutil pero constante: el del tiempo violentado. El pasado se convierte en arma, el futuro es secuestrado, y el presente se vuelve eterno e inmutable. Es un fenómeno global, pero en Argentina toma forma concreta en el gobierno de Javier Milei. Desde que asumió en 2023, el presidente de la motosierra y sus acólitos han hecho de los historiadores y de su disciplina un blanco preferencial de sus ataques. Buscan instalar una Historia plana y maniquea mediante la “denuncia” de supuestas manipulaciones y tergiversaciones previas del pasado.

    La reemplazan con una puesta en escena de símbolos imperiales romanos, con imágenes y retóricas de evidentes reminiscencias fascistas, como se pudo ver en los estandartes de las agrupaciones de las “Fuerzas del Cielo” y en la misma escenografía del reciente acto de cierre de campaña en Rosario de La Libertad Avanza. Reviven el “Día de la Raza” para blanquear su racismo elitista y homenajean a represores como si fueran héroes, como hizo recientemente la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, durante un acto de la Policía Federal: en un solo movimiento, reinstaló la figura de Ramón Falcón, represor y asesino de obreros a comienzos del siglo XX, y la de Alberto Villar, uno de los organizadores de la Triple A y seguramente responsable del asesinato de muchos compañeros de militancia de cuando la ministra era una revolucionaria montonera en los setenta. Son operaciones banales, pero para nada ingenuas. Abrevan en el pasado para hacer una cuidadosa selección de momentos de la historia en los que se reconocen y anclan su relato fundacional. Momentos en los que se emocionan y con los que se encandilan, lo que les permite correr argumentalmente —sin demasiada precisión— la frontera del “comienzo de la decadencia argentina”.

    Reviven el “Día de la Raza” para blanquear su racismo elitista y homenajean a represores como si fueran héroes.

    Frente a este embate, la pregunta no es solo cómo defendernos, sino cómo recuperar el potencial político de pensar un sentido para la Historia mientras todo parece derrumbarse. ¿Para qué sirve? La respuesta no puede ser un lamento. Tiene que ser una trinchera. Giuliano da Empoli, en su libro La era de los depredadores, describe un mundo donde los señores de la tecnología ya no necesitan ni a la “casta” política ni al Estado. Tampoco a la Historia ni a la democracia. No es que no usen el pasado, sino que, además de maleable, lo vuelven algo volátil. Los sectores dominantes apuestan por memorias difusas que les permiten reescribir la Historia y reactivar las pasiones antidemocráticas del siglo XX. Los gurúes tecnológicos hacen de su ignorancia histórica una estrategia de marketing. En ese cruce entre la nostalgia distópica y la amnesia digital, pensar históricamente se vuelve un acto de resistencia. No como un mero refugio, sino como una forma de recuperar su condición de herramienta política. Preguntarse por el pasado es, en el fondo, preguntarse por el futuro. ¿Qué sociedad queremos? ¿Cómo la construiremos? ¿Qué utopías imaginaron otros antes que nosotros? ¿Cuáles son las nuestras?

    Para responder, necesitamos afilar nuestras herramientas conceptuales y convertirlas en gestos de insubordinación. Investigar, enseñar y escribir Historia implica la práctica de un anacronismo consciente. En la disonancia, en lo incomprensible y exótico, anuda la pregunta por la realidad en la que vivimos, y cómo enfrentarla. Anacronismo que no es para juzgar el pasado con los ojos del presente (lo que sería un error analítico), o tomarlo sin más como brújula (lo que sería un endiosamiento), sino para traer al presente discusiones y proyectos aún inconclusos y ver qué formas tienen hoy nuestros propios sueños. El anacronismo no es un error metodológico. Es una estrategia para mostrar que el pasado es un territorio en disputa. Una tierra viva, hecha de capas de luchas y conflictos que, a veces, tiembla. Y cuando la hacemos temblar, desde nuestro pequeño lugar, tratamos de revalidar la idea de que tenemos que pensar en los usos que le damos al pasado. No se trata de traer sin más, nostálgicamente, las luchas del pasado, los nombres respetados y queridos, sino el gesto rebelde, el principio básico de la indignación, que movió a las mayorías populares a lo largo de la historia.

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    En primer lugar, la crítica histórica debe ser anticlimática. Debe oponerse al clímax vacío del “momento histórico” agonal en el que nos quieren hacer creer que vivimos, y a la promesa de un destino manifiesto que, “esta vez sí”, alcanzaremos, obviamente si aceptamos “la única solución posible”: ser de derechas, ser como ellos. Consideran, como expresó en un reciente tuit Agustín Laje, uno de los propagandistas cercanos a Milei, que están ganando la “batalla cultural”: “Qué lindo que se ha puesto todo (…) Pensar que, hace dos décadas, cuando iba al colegio, decir que no eran 30.000 te costaba una sanción; el Che era un santo laico que estampaba camisetas; Néstor y Cristina encabezaban una revolución ‘nacional y popular’ (…) y decir que uno era de derecha, en cualquier rincón, era tabú (…) «Veinte años después nos cagamos en las mentiras del setentismo, y afirmar que no fueron 30 mil se convirtió en un lugar común; ya nadie usa las remeras del Che: el socialismo revolucionario ya no está de moda (…) La agenda woke está en crisis, y la juventud occidental empieza a girar rápidamente a la derecha”. 

    No son buenos tiempos para pensar a la Historia y al pasado como lo que son: conceptualizaciones densas, la acumulación de procesos sociales, con sus flujos y reflujos. Al achatar el tiempo, intentan quitarle a la Historia su razón de ser: no se puede aplicar la crítica a algo que cambia todo el tiempo o es plano.

    El pasado está allí para avisar que quizás se apresuren en cantar victoria. Más allá de esa provocadora fanfarronada, la historia en sus distintas formas puede mostrar que la experiencia humana es lenta, compleja, llena de idas y vueltas, pactos oscuros y victorias pírricas. No hay fechas fundacionales puras, sino procesos largos donde lo nuevo convive con lo viejo, donde las revoluciones terminan administrando lo que juraron destruir. En esa complejidad está su fuerza: desactiva los relatos épicos y simplificadores. Si los poderosos la banalizan y la convierten en cotillón, nosotros, los estigmatizados, no podemos darnos ese lujo. Frente a la voluntad monolítica del nazismo, hubo quienes resistieron. Frente al discurso estigmatizador contra los sindicatos, por ejemplo, es en la historia donde encontramos tanto ejemplos de dignidad, como la certeza de que cada vez que los más débiles se dividieron, los poderosos avanzaron sobre ellos. Puede decirse que son cuestiones de sentido común, pero en un momento en que alguien puede afirmar algo y contradecirse en minutos, balbucear explicaciones insuficientes para salir indemne de una denuncia por corrupción, no está de más recuperar una idea: frente a tantas certezas y verdades tajantes, frente a tanta fragmentación condenatoria (“mandriles”, “comunistas”, “kukas”, wokes”), la mera duda y la argumentación son anticlimáticas y, en el mediano plazo, poderosas. ¿Cuántos de quienes abrazan “las ideas de la libertad” sabrán que se la deben, en gran medida, al enorme sacrificio de “los comunistas” que resistieron en la Europa ocupada o fueron parte del Ejército Rojo?

    No son buenos tiempos para pensar a la Historia y al pasado como lo que son: conceptualizaciones densas, la acumulación de procesos sociales, con sus flujos y reflujos. Al achatar el tiempo, intentan quitarle a la Historia su razón de ser: no se puede aplicar la crítica a algo que cambia todo el tiempo o es plano. En segundo lugar, y en un presente perpetuo, debemos aprender a ser anaeróbicos, a vivir como si existiera el tiempo histórico, cuando la realidad y la política en las redes lo niegan. Todo es instantáneo: tanto que pasado, presente y futuro son lo mismo. En consecuencia, debemos ser como bacterias que sobreviven sin oxígeno en ambientes hostiles, necesitamos mantener viva la conciencia del tiempo. Separar pasado, presente y futuro en un contexto que los mezcla y los niega. Esto es tan vital como respirar, y sin esa división en tres tiempos, no hay experiencia histórica ni política posibles. ¿Hacia donde proyectar, si las líneas del presente y el futuro se superponen hasta ser la misma?

    En tercer lugar, y sobre todo, debemos ser anamnésicos. Recordar no como un acto de nostalgia, sino como exploración de lo humano. Ver cómo otros enfrentaron sus circunstancias y construyeron caminos hacia los futuros que imaginaron. La anamnesis no es solamente el “rescate del olvido”, sino que es un prolijo trabajo de selección de temas y preguntas orientados por una mirada política. Hay una tarea en recuperar palabras que la ultraderecha reaccionaria se ha apropiado hasta vaciarlas de significado: “libertad”, la más notoria de ellas. Pero ¿qué es un proyecto político sino un pensamiento apoyado en una tradición de lucha y de ideas, adaptadas a su tiempo? 

    La anamnesis nos da la posibilidad de encontrar en el pasado señales de que nada es permanente, de que todo orden puede cambiar. Sobre todo, pensar históricamente no es visitar un santuario, sino prepararse para una batalla. Exhumamos para interrogar, no solo para venerar. La lucha contra la desmemoria es también contra el olvido de las ideas que movilizaron a otras personas antes que a nosotros. Olvido que, gradualmente, llevará a que no nos reconozcamos capaces de construir nuestros propios proyectos; que podemos elaborar nuestro plan de acción en función de un futuro.

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    Hace poco, ante las denuncias del gobierno sobre “adoctrinamiento” en escuelas, circulaba en broma la idea de que, si tan eficaz hubiera sido ese trabajo de propaganda, los libertarios no habrían ganado las elecciones. En ese chiste subyace una idea tan limitada como la de los libertarios sobre el uso político de la historia. Les ha parecido a muchos que con instalar ciertas fechas, recuperar algunos lugares para la memoria, era suficiente. Y eso fue un gran error que llevó a una ritualización excluyente. De allí que los simpatizantes de LLA se sientan excluidos y ahora simplemente piensen en reemplazar el clavo que sacan con otro (obviamente, verdadero). El ejercicio de la memoria histórica es algo vivo, el pasado no es una religión. A los luchadores se los recuerda luchando. A los seres humanos, por su imaginación, su razón, su capacidad de distinguir lo correcto de lo incorrecto. Por sus posicionamientos éticos, construidos a partir de una imaginación de sociedad. Por sus proyectos comunitarios. Porque un ser humano, antes que nada, es alguien a quien no le da todo lo mismo. Y por eso decide. Decide, por ejemplo, decir que no. El acto más profundo de resistencia.

    Sin aislarnos, debemos abstraernos. Bajar de la rueda, practicar cierto analfabetismo digital, volver a la carne y el hueso. Nos arrastraron a un campo de juego donde podemos perder todo lo que nos hace humanos. Frente a la virtualización de la existencia y la distorsión digital del tiempo, la memoria se ancla en lo corpóreo.

    La batalla también es en los cuerpos. Sin aislarnos, debemos abstraernos. Bajar de la rueda, practicar cierto analfabetismo digital, volver a la carne y el hueso. Nos arrastraron a un campo de juego donde podemos perder todo lo que nos hace humanos. Frente a la virtualización de la existencia y la distorsión digital del tiempo, la memoria se ancla en lo corpóreo. Es el hueso que no se disuelve, la herida que cicatriza pero no desaparece, el abrazo que perdura. La Historia no se escribe solo en papeles; se inscribe en los cuerpos. En el cansancio del maestro que siembra en el aula. En los gestos cotidianos que tejen comunidad. Volver a la carne y el hueso es resistir el desarraigo. Es recordar que la patria es un territorio compartido por seres que sienten, aman, luchan y construyen.

    La batalla por la memoria se libra en dos frentes inseparables: la reflexión serena y la acción urgente. Y sucede en bibliotecas, universidades y aulas, allí donde se examinan fuentes y se practica la anamnesis contra el olvido programado. Un telegrama, una factura, una minuta pueden revelar la mecánica de decisiones que cambiaron vidas. Este trabajo silencioso, riguroso, es la base de toda afirmación creíble. Y es el que hoy se subestima.

    Debemos “embarrarnos”. Porque la batalla en redes es la manifestación actual de la batalla en las calles. En plazas, asambleas, aulas como ágoras, donde la Historia se socializa, se discute, se convierte en herramienta para leer el presente e imaginar futuros. Abandonar cualquiera de estos frentes es claudicar. La investigación sin anclaje en lo cotidiano está al borde de la erudición estéril, de lógica endogámica. A lo sumo, preserva, pero no construye. La calle sin archivo es presente efímero, manipulable, sin profundidad. Nuestra tarea es conectar ambos territorios. La calle da sentido al archivo; el archivo da profundidad a la calle.

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    Recuerdo a mis estudiantes del Colegio Nacional en 2021, en plena pandemia, escribiéndose cartas para leer cuando terminaran su quinto año. Sin saberlo, realizaron una acción profundamente histórica. Le hablaban al futuro; inscribieron su presente en una línea de tiempo que proyectaban hacia adelante. Afirmaron, recién salidos de la pandemia, que habría un “después”. Que el tiempo seguiría. Hoy, al abrir esos sobres, imagino algunas de las preguntas que les surgieron. ¿Dónde estaba entonces? ¿Qué recorrí desde aquel adolescente encerrado? ¿Siguen vivos mis deseos? ¿Qué quiero construir ahora? Ese diálogo entre lo que fuimos, somos y queremos ser es el núcleo de la conciencia histórica. Pero para poder entablarlo, necesitamos que la experiencia del tiempo vuelva a ser multidimensional.

    Una de mis alumnas, al terminar de leer, me dijo: “Abracé a quien era entonces”. No es solo una metáfora. Es prueba de que el tiempo no es una línea recta, sino un diálogo permanente. Ese abrazo a través del tiempo es lo que hacemos cuando enfrentamos críticamente el pasado colectivo. Es negar esta realidad plana que nos quieren imponer como única.

    En un presente que busca clausurar el porvenir, vendernos consumo y resignación, afirmar que el futuro existe —y que podemos moldearlo— es revolucionario. La Historia no mira solo hacia atrás. Es un bucle, un eco que viaja en todas las direcciones. Interpretamos el pasado para habitar críticamente el presente y abrir la posibilidad de un futuro distinto.

    Más allá del sueldo mezquino, más allá de la derrota coyuntural de los valores que defendemos, el oficio de la Historia es sostener ese espacio de posibilidad. Ese lugar donde un pibe, en una escuela fría o en una casa humilde, pueda no solo imaginar su futuro, sino empezar a construirlo. Y lo hace preguntándose por su lugar en el tiempo, por lo que vino antes, por lo que puede venir después.

    Nuestra derrota más profunda no sería aceptar un relato histórico falso. Sería renunciar a la capacidad de imaginar y luchar por los futuros posibles que están ahí, como semillas dormidas en las lecciones del pasado. Porque en el teatro de lo político, la crítica al adversario se ha vuelto un ritual cómodo: un exorcismo que nos absuelve de toda culpa. Nos reunimos para denunciar al otro, ese espejo deformado de nuestros propios errores, y en esa condena encontramos una identidad rápida, sin esfuerzo. Pero esa práctica, tan común, es en realidad una forma de evasión. Al poner todo el error en el enemigo, evitamos mirarnos a nosotros mismos. La energía que debería ir a la introspección se gasta en fabricar monstruos externos. Y aunque eso genera el calor efímero de la indignación, nos deja vacíos, atrapados en un presente sin salida.

    Nuestra derrota más profunda no sería aceptar un relato histórico falso. Sería renunciar a la capacidad de imaginar y luchar por los futuros posibles que están ahí, como semillas dormidas en las lecciones del pasado.

    La autocrítica, en cambio, es incómoda. Nos obliga a sacarnos la armadura de la lucha partidaria y mirar de frente nuestros errores, nuestras complicidades, nuestras oportunidades perdidas. Duele, porque rompe la narrativa heroica que nos contamos. Señalar al otro nos confirma en nuestra virtud; mirarnos al espejo nos enfrenta a nuestra fragilidad. Esta reticencia no es ingenua: es la defensa de un aparato ideológico que teme más a la disolución interna que a los ataques externos. Prefiere la solidez de un relato incuestionable a la riqueza inestable de la revisión.

    El verdadero desafío no es solo superar esa comodidad de criticar al otro. Es redirigir esa energía hacia la imaginación del futuro. Porque si nos obsesionamos con el enemigo, nos volvemos reactivos. Definimos nuestro horizonte en oposición, nunca en afirmación. Si logramos reducir esa lógica de espejos, liberaremos una energía que puede alimentar algo mucho más difícil y más valioso: la imaginación. No como evasión utópica, sino como construcción política concreta. Diseñar instituciones, vínculos sociales, sentidos comunes para un porvenir que aún no existe.

    Ahí es donde la autocrítica se vuelve fértil. Limpia el terreno y nos permite construir, con humildad y audacia, sobre cimientos verdaderos. En este presente que quiere borrar las huellas y cerrar los caminos, la Historia —con sus herramientas críticas y su capacidad de recordar— no es un lujo académico. Es el terreno donde se libra la batalla más importante: la batalla por la posibilidad misma de un mañana.

    Y en ese abrazo a través del tiempo, en esa obstinación por la memoria, en ese cuestionamiento vital sobre nuestra trayectoria en el mundo, está la esperanza que nos impide rendirnos.

    La entrada El tiempo violentado se publicó primero en Revista Anfibia.

     

  • Los panaderos en una situación crítica tras la suba de tarifas: «En el Conurbano ya no se venden sánguches de miga»

     

     Los panaderos se volvieron un espejo nítido de la economía argentina. Mientras el Gobierno celebra el orden macroeconómico, las pymes del rubro advierten que en la vida cotidiana de los pequeños comercios esa disciplina se traduce en ahogo. 

    Martín Pinto, presidente del Centro de Panaderos de Merlo y referente de la Cámara de Industriales Panaderos (CIPAN), advirtió que en algunos casos las boletas de luz llegaron con aumentos de hasta $450.000 más que el mes pasado. 

    «Estamos arrancando una semana bastante complicada. Muchos colegas nos informan desde distintas partes de la Provincia de Buenos Aires que están recibiendo facturas de luz con incrementos de casi medio millón de pesos. Este Gobierno sigue haciendo lo que quiere, sigue asfixiando a las pymes», denunció. 

    Detectan que Lavagna tocó seis meses de la serie de datos para que no dé recesión y tuvo que dar explicaciones

    Pinto sostuvo que la crisis no se explica solo por los servicios públicos, sino también por el alza del combustible que «la semana pasada aumentó seis días seguidos» y la caída del consumo. En ese sentido, remarcó que el Gobierno «no informa nada, simplemente aumentan y listo». 

    En los últimos 18 meses cerraron 1.700 panaderías en todo el país, lo que significó la pérdida de entre 10.000 y 15.000 empleos.

    La situación de los panaderos condensa el choque entre la micro y la macro. En las cuentas de los panaderos, la harina y la energía dolarizadas, las tarifas desreguladas y los alquileres indexados chocan contra una demanda en retroceso. «Lo que pasa en la micro es consecuencia de las decisiones de la macro», señaló Pinto. 

    Según datos del sector, en los últimos 18 meses cerraron 1.700 panaderías en todo el país, lo que significó la pérdida de entre 10.000 y 15.000 empleos. El consumo de pan cayó 55% en dos años y el de pastelería 80%. La ecuación es brutal: menos ventas, más costos. El pan,  símbolo de lo cotidiano, se convirtió en el mejor termómetro del desajuste económico.

    «Anda a encontrar un sanguchito de miga en el conurbano. No existe más, desapareció de esa geografía. Es lastimoso, pero con suerte se llevan un par de pancitos y un alfajorcito de maizena, de esos que antes vendíamos por docena», graficó Pinto y contó que son más las personas que van a buscar lo que sobró del día que las que entran al local. 

     

     

  • El PJ de Entre Ríos echó a la kirchnerista Gaillard por armar lista por afuera

     

    El Partido Justicialista de Entre Ríos separó de su cargo a la diputada nacional Carolina Gaillard por haber armado una lista por fuera en las elecciones del 26 de octubre pasado, en la que sacó 3,5%.

    El Consejo Provincial del PJ entrerriano la separó por amplia mayoría de su cargo de vocal de la conducción partidaria y avanza un pedido para expulsarla. 

    Gaillard fue candidata a senadora nacional por la alianza «Ahora 503» y compitió contra la lista de Fuerza Entre Ríos, el nombre adoptado por el peronismo que quedó en segundo lugar ganando un senador y dos diputados.

    La lista de la kirchnerista Gaillard con el respaldo de Juan Grabois quedó en tercer lugar muy lejos, con el 3,5 por ciento de los votos y a más de 30 puntos del peronismo. Gaillard superó por muy poco al voto blanco y los nulos.

    Además de Gaillard fue separada de su cargo la vicepresidenta del PJ, la dirigente de UPCN Carina Domínguez que acompañó desde el gremio la postulación de Héctor Maya, por el Partido Socialista. El Tribunal de Disciplina también tratará la expulsión de otros trece dirigentes que no apoyaron el armado oficial del peronismo. 

    La lista de la kirchnerista Gaillard con el respaldo de Juan Grabois quedó en tercer lugar muy lejos, con el 3,5 por ciento de los votos y a más de 30 puntos del peronismo

    «Decidieron ir por fuera de la propuesta electoral que integró el Partido Justicialista de Entre Ríos, y de esa manera resultaron funcionales a los intereses de la alianza conformada por el gobernador Frigerio y el presidente Milei en la provincia», sostuvo el Consejo Provincial del PJ.

    «Consideramos que esa acción es en sí misma una afrenta a nuestro partido y una falta grave a nuestra Carta Orgánica, a lo que se agrega, en algunos casos particulares, la saña irracional o motivada por intereses inconfesables con que se atacó como principales enemigos en la contienda electoral a nuestros candidatos y nuestro Partido», agregó.

     

  • Alak tiene aprobado el presupuesto y avanza en un nuevo sistema de transporte en La Plata

     

    Este jueves el Concejo Deliberante de La Plata aprobó tres proyectos clave para la gestión de Julio Alak: el presupuesto, la fiscal-impositiva y el pliego que implica la renovación del sistema de transporte público en la capital provincial.

    El presupuesto de 462 mil millones de pesos ratifica la centralidad de la obra pública para Alak, ya que las intervenciones urbanas se llevan casi el 60% del total.

    «Se han hecho muchísimas obras, se han puesto en valor plazas, avenidas, edificios públicos, se ha pavimentado», dijo la concejal oficialista Micaela Maggio, quien también defendió la inversión en materia de seguridad.

    «A los peronistas se nos suele reprochar que no invertimos en seguridad. Se han comprado cámaras y domos, se va a hacer el monitoreo de patentes. Se está poniendo en acción el plan de seguridad modelo», sostuvo.

    Además del bloque oficialista, el presupuesto fue acompañado por la UCR, ASAP y Propuesta Vecinal, sumando así 17 votos a favor. El PRO y los libertarios lo rechazaron.

    «Si gobernara La Libertad Avanza y el PRO en La Plata, el 60% del presupuesto no iría a obras, sino a seguridad porque la ciudad está atravesando una crisis en seguridad sin precedentes», dijo el concejal PRO Nicolás Morzone.

    Además, se votaron los presupuestos para los entes municipales, a los que se incluirá el cementerio, que dejará de depender de la Secretaría General y pasará a ser un ente autárquico con recursos propios.

    Se trata de una propuesta de Alak, que apunta a optimizar la gestión ahí, luego de las denuncias por el mal estado en que recibieron el cementerio de la pasada gestión.

    Kicillof y Alak inauguraron las obras de remodelación de otra plaza céntrica de La Plata

    En lo relativo a la fiscal-impositiva, se prevé una suba promedio del 30% en la Tasa de Servicios Municipales (SUM), pero si la inflación supera los 20 puntos se podrá aplicar un aumento mayor. El municipio espera ecaudar 28.500 millones de pesos por Tasa SUM y $101.000 millones en concepto de Tasa de Seguridad e Higiene.

    Por otro lado, avanza el nueva sistema de transporte en La Plata. El pliego de licitación aprobado por unanimidad (incluso por el PRO y LLA) establece cambios que apuntan a mejorar la flota de colectivos y la frecuencia de los servicios.

    Entre las novedades, la concesión pasa de 10 a 12 años, con posibilidad de prórroga, con el fin de que las empresas adjudicatarias apuesten a inversiones a largo plazo.

     El pliego de transporte apunta a dotar de mayor conexión con el centro de la ciudad a aquellos barrios periféricos que hoy cuentan con una escasa frecuencia de micros. Así, se incluirán más unidades en las distintas líneas y se incrementarán las frecuencias 

    También, se prevé que todas las modificaciones de rutas, frecuencias y paradas deben ser aprobadas por el Concejo Deliberante.

    Por lo pronto, el pliego apunta a dotar de mayor conexión con el centro de la ciudad a aquellos barrios periféricos que hoy cuentan con una escasa frecuencia de micros. Así, se incluirán más unidades en las distintas líneas y se incrementarán las frecuencias, con ampliación de recorridos hacia nuevas zonas, actualmente poco cubiertas.

    Además, incluye la implementación de nuevas tecnologías en los micros, como vehículos a GNC o eléctricos y se mejorará la semaforización inteligente.