Sociedad

  • Quirno logró renovar la deuda con la ayuda de ByMA que hace de Banco Central paralelo

     

    La creatividad para esconder mecanismos de intervención del equipo económico que conduce Toto Caputo parece inagotable.  Ahora el ByMA emerge como la otra cara del Banco Central: ese alter ego que fija tasas con traje de civil, sin uniforme institucional, pero con el mismo aplomo. No es un juego de espejos: se trata de intervención, lisa y llana, desde el otro lado del mostrador. 

    En la política monetaria argentina siempre hay un doble fondo. El Banco Central ajusta perillas, pero quien aparece en escena es ByMA. Esta bolsa opera en simultáneas y REPOs que permiten fijar la tasa sin que el Central quede tan expuesto. Una especie de ventrílocuo: la voz suena fuerte, pero la boca parece moverse en otro lado. 

    Resulta que la operatoria “simultánea” es una herramienta que ByMA incorporó en julio.  Incluye una opción exclusiva para entidades financieras. Las operaciones se registran en el segmento garantizado, con BYMA actuando como Contraparte Central. Son una suerte de pases pasivos del BCRA bajo la órbita de ByMA.

    El fiscal del caso BYMA mueve la causa y le pide informes a la CNV

    La foto de la semana lo deja a la vista: el BCRA redujo 500 puntos básicos la tasa de absorción de pesos en la rueda de ByMA, primero del 45 % al 40 % anual, y luego del 40 % al 35 %. En palabras simples: abarató el costo de estacionar pesos a un día, forzando al mercado a convalidar un sendero de tasas más bajas.

    La operatoria en simultáneas representó el silencioso final para las tasas endógenas con las que tanto insistió el equipo económico.

    “Al reducirla de 45% al 40% anual a un día de plazo, cae la tasa de referencia para toda la curva de pesos en un contexto de alta iliquidez en la economía. La operatoria en simultáneas representó el silencioso final para las tasas endógenas con las que tanto insistió el equipo económico y que trajo una alta volatilidad en los niveles del costo de dinero”, explicó a LPO un operador financiero.

    Y esa coreografía explica en buena parte el éxito de la última licitación.  El Tesoro consiguió renovar $6,6 billones, es decir, un rollover de más del 91 %. El grueso de la colocación se concentró en Lecap para el 31 de octubre, se adjudicaron $3,608 billones a una tasa mensual efectiva del 3,97 %.  También hubo otras colocaciones, para el 10 de noviembre se adjudicaron $1,345 billones a 3,99 %, y para el 16 de enero $1,044 billones, al 3,94 %. 

    ByMA es el más importante de los cuatro mercados bursátiles que operan en el país (MAE, ByMA, MAV y ROFEX) y a su vez sus acciones cotizan en la bolsa. El crecimiento que experimentó el mercado fundado por Nicolás “Nicky” Caputo y Ernesto Allaria casi que triplicó el desempeño de sus competidores. 

    Nicky Caputo, Toto Caputo y Ernesto Allaria en un brindis de ByMA.

    Con esta movida se suma un nuevo capítulo a una serie de suspenso judicial que tiene a los mismos protagonistas. A inicios de año, LPO alertó sobre una explosión de interés en la acción de BYMA, lo que desató sospechas. Según operadores consultados, el crecimiento fue tan abrupto que “debiera haber señales de alarma”, insinuando que detrás del fenómeno podría haber maniobras de información privilegiada o al menos conductas poco claras. 

    Esto derivó en que el fiscal Carlos Rívolo, encargado del caso, le pidiera a la Comisión Nacional de Valores (CNV) que informe si existen expedientes abiertos por esas sospechas

    En paralelo, la causa penal alcanzó dimensiones públicas: recayó en el juzgado federal de Marcelo Martínez de Giorgi, actualmente subrogado por Sebastián Ramos, quien debe investigar si hubo conductas ilícitas protagonizadas por figuras vinculadas a BYMA . 

    Así el entramado judicial pone el foco sobre operadores de peso: se mencionan nombres clave como Nicky Caputo y otros vinculados a BYMA, así como también a la ANSES, en el centro de una trama donde la información privilegiada podría haber sido arma de privilegio para obtener beneficios bursátiles. 

     

  • Sospechan que Pino le hizo una emboscada al secretario de Agricultura porque quiere reemplazarlo

     

    El secretario de Agricultura Sergio Iraeta visitó por primera vez zonas golpeadas por la inundación desde marzo. Además de la demora en el desembarco, en el campo hay bronca porque el funcionario de Milei esquivó dar certezas de obras.

    “Tengo muchos parientes y amigos que están afectados por todo esto, así que estoy perfectamente informado de lo que ocurre”, dijo Iraeta para justificar su tardía visita a productores inundados, en una charla que organizó Nicolás Pino en la Cámara de Comercio de 9 de Julio.

    También recordó que campos familiares estuvieron bajo agua en 1987. “Entiendo perfectamente lo que es el drama”. Sin embargo, Iraeta congeló la reactivación de obras que los ruralistas vienen reclamando, sobre todo en la Cuenca del Salado.

    “Lo tenemos en agenda, es un tema complejo porque es un tema de plata, pura y exclusivamente, es un tema de presupuesto. Pero bueno, quiero escuchar”, dijo.

     Tengo muchos parientes y amigos que están afectados por todo esto, así que estoy perfectamente informado de las inundaciones

    La presentación de Iraeta provocó más discordia que su ausencia en estos seis meses. “Todavía estoy intentando saber para qué vino. De lo único que habló es de homologar las emergencias, burocracia”, dijo a LPO un productor del noroeste provincial.

    En el campo denuncian que Milei paralizó una obra clave para mitigar inundaciones a pesar de tener los fondos

    Frente a eso, en el sector hay quienes creen que Nicolás Pino organizó esa actividad para exponer a Iraeta y su falta de respuestas en una maniobra tendiente a acelerar una dimisión de Iraeta que le permita al hoy titular de la Sociedad Rural asumir al frente de la Secretaría de Agricultura.

    El secretario de Agricultura, Sergio Iraeta.

    Dentro de la Mesa de Enlace, Pino es el único que mantiene línea directa con el Gobierno y desde junio es tanteado como posible miembro del gabinete de Milei. En medio del temblor interno post derrota, hay quienes creen que es el momento para que Pino asuma el control formal de las políticas para el sector.

    Como fuere, en el campo persiste el reclamo por la reactivación de obras clave en la Cuenca del Salado.

    Como contó LPO, se trata de un tramo de dragado de 30 kilómetros que comprende los municipios de Lobos, 25 de Mayo y Roque Pérez, sin el cual se complica el avance del resto de las obras que hacen al Plan Maestro del río Salado, proyecto que en el campo consideran central para mitigar el impacto de las inundaciones en la provincia.

     

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    Milei redobla la apuesta: tras la derrota, vetará las leyes de Emergencia Pediátrica, Universidades y ATN

     

    Pese al cachetazo electoral recibido en la provincia de Buenos Aires, Milei eligió cerrar toda posibilidad de diálogo real con la oposición y con los gobernadores. Desde la Casa Rosada confirmaron que el libertario vetará de manera total los proyectos de Ley de Emergencia Pediátrica, Financiamiento Universitario y Adelantos del Tesoro de la Nación (ATN), todos aprobados por el Congreso de la Nación.

    Por Ignacio Álvarez Alcorta para Noticias La Insuperable

    Veto como respuesta a las urnas

    La decisión, señalan desde C5N, se conoció pocas horas después de que el oficialismo anunciara la conformación de una supuesta “mesa política y federal” para recomponer la relación con mandatarios provinciales “afines”. Sin embargo, lejos de mostrar apertura, Milei eligió endurecer su postura: las iniciativas votadas por amplia mayoría legislativa serán directamente arrojadas al tacho de basura.

    El plazo para que el jefe de Estado firme el veto vence este jueves a la medianoche. Según confirmaron fuentes de Balcarce 50, la decisión se tomó durante la reunión de Gabinete de este miércoles, en la que participaron todos los ministros. La única silla vacía fue la de Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados, cuya ausencia no pasó desapercibida.

    Emergencias que no serán atendidas

    La negativa al financiamiento universitario golpea de lleno a un sistema que ya viene reclamando recursos básicos para su funcionamiento, mientras que el veto a la Emergencia Pediátrica deja en orfandad a miles de familias que dependen de un refuerzo sanitario en un contexto de crisis.

    En el caso de los ATN, el rechazo implica recortar a las provincias una herramienta clave para cubrir gastos urgentes en salud, educación y asistencia social. Una señal más del desprecio de Milei hacia el federalismo real.

    El fantasma de la Emergencia en Discapacidad

    Pero no es todo. El Gobierno también deberá definir qué hará con la Ley de Emergencia en Discapacidad, otra iniciativa que cosechó amplio respaldo parlamentario. Según trascendió, en Casa Rosada analizan dos caminos: judicializar la normativa o bien reglamentarla de modo tal que quede sin efecto práctico.

    En cualquiera de los escenarios, la orientación es clara: desconocer la voluntad popular expresada en el Congreso y sostener una política de ajuste brutal sobre los sectores más vulnerables.

    Contradicciones a la vista

    Lo llamativo es que mientras Milei habla de tender puentes con los gobernadores, en la práctica dinamita cualquier posibilidad de cooperación. El veto total funciona como un gesto de disciplinamiento político que busca marcar territorio después de la derrota electoral.

    Lo que el libertario presenta como “coherencia ideológica” no es más que un nuevo ataque al sistema democrático y a la soberanía de las provincias. Y una muestra de que, aún golpeado en las urnas, Milei prefiere profundizar la confrontación antes que escuchar el mensaje de la ciudadanía.

     

  • Jugar a la pelota

     

    Este perfil empieza con un puntinazo para arriba y sigue con un largo poema escrito en prosa. El puntinazo es de Marquinhos, el central de Brasil, en la puerta de su área grande, a los diez minutos y 23 segundos del partido que su equipo juega contra la Selección Argentina por las Eliminatorias que acaban de terminar. El poema, luego, tendrá dos versiones. La primera empieza en ese mismo momento, cuando Marquinhos cree que el peligro ha pasado y la pelota le cae a Nicolás Otamendi, zaguero argentino, en la mitad de la cancha, cincuenta metros más allá. Ésa es la versión aumentada, que acá abreviaremos rápido: en ella, hasta los 11 minutos y 23 segundos, habrá 20 pases sin que roce la pelota un solo jugador de Brasil. Otamendi y Enzo Fernández la pasarán cuatro veces cada uno. Leandro Paredes, Rodrigo De Paul y Cristian Romero lo harán tres. A Nicolás Tagliafico, Alexis MacAllister y Emiliano Martínez (el arquero) les tocará hacer un pase a cada uno. El perfil, mientras tanto, es sobre cómo piensa el fútbol un hombre que en la jugada no aparecerá nunca: Lionel Scaloni, su entrenador. Es el 25 de marzo de 2025 en Buenos Aires y Lionel Messi está viendo el partido por televisión.

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    “Entonces —le cuenta Scaloni a Jorge Valdano, también campeón del mundo, en su programa Universo Valdano, unos meses después del torneo en Qatar— empecé a mostrarles a los chicos jugadas en las que juntaban más de diez pases. ¿Por qué? ¿Qué pasaba? Porque vi que cada vez que hacían diez pases la jugada terminaba en una situación de gol. O gol, o situación de gol. Les ponía un video: ‘Miren, ¿ven? Más de diez pases, situación de gol’. Y otra vez: otra jugada, otro video. ‘¿Ven? Es esto’. Obviamente, pases sin franeleo, pases con sentido. Pero siempre, siempre, alrededor de la pelota. Eso es lo fundamental”.

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    Ahora van 20 pases en 56 segundos. Hubo cuatro segundos en los que la pelota no fue de nadie, fue del cielo, entre el puntinazo de Marquinhos y cuando Otamendi la controló. El brasileño la había reventado porque Thiago Almada quiso entrar en diagonal al área, desde la izquierda, tirando una pared con MacAllister (que estaba de espalda al arco), y ahí apareció el bombazo para despejar. Hay que recordar esto: un jugador entra patinando como enganche mientras un compañero parado de 9 lo espera para rebotar. De aquí hasta que termine el poema, Almada tocará la pelota solamente una vez más.

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    “Paredes juega bien, De Paul juega bien. ¿Qué significa jugar bien? Jugar bien significa que se junten, que se asocien –insiste Scaloni–. Si les pedimos velocidad o pases de 30, 40 metros, no, eso no va relacionado con lo que puede hacer esta Selección. Nosotros necesitamos juntar muchos pases para que la cosa salga”.

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    Muchos pases, muchos, un montón: con el que Cuti Romero le acaba de dar al Dibu Martínez, ya son 20. Y acá es donde empieza la segunda versión, el poema abreviado. La pelota está ahora en el área chica y hay un brasileño que va a apretar: se llama Vinicius y juega en el Real Madrid. Es el minuto 11 con 23 segundos. Hace un minuto —entero, enterito— que no la toca ningún jugador de Brasil.

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    “Yo no me identifico tanto con un sistema —intenta definir su estilo el entrenador en una charla con AFA Estudio—, en cambio sí lo hago con un jugador al que le guste la pelota, que no tenga miedo, que no le queme. Es el fútbol que nos gusta a los argentinos: intentar jugar. Contra Holanda, por ejemplo, en el Mundial, el 2-2 ya era un premio para ellos; los penales, psicológicamente, eran suyos también, y ¿qué hicieron los chicos? Siguieron atacando. Es eso: jugar. Sea cual sea el momento, intentar jugar”.

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    El pase 21 es uno que cualquier profesional podría dar. Presionado por Vinicius, Dibu Martínez se la da a Otamendi. Van 11 minutos y 27 segundos y la pelota fue apenas desde el área chica hasta el borde izquierdo del área grande. Hace un minuto y un segundo Otamendi la había tocado por primera vez, y ahora que la vuelve a tener, su equipo, Argentina, está parado más atrás, mucho más atrás, treinta metros más atrás: acaso haya sido eso lo que envalentonó a un delantero rival (Raphinha, que juega en el Barcelona) a irlo a apretar. Otamendi, mientras camina, le pasa la pelota a Tagliafico. Entre ellos hay aproximadamente 15 metros —podría montarse un hermoso café boutique ahí— y solo ese rival. Entonces Tagliafico se la da a  Enzo Fernández —que está de espaldas, a 70 metros del arco de Brasil—, y mientras ahora son tres visitantes los que ahogan, son cuatro los argentinos que buscan salir. Enzo la rebota rápido para Almada, que se la devuelve, y se la da a Otamendi, rápido, de primera, otra vez.

    Más que una jugada, los movimientos parecen a veces un ejercicio de hipnosis, un baile tribal. Es una obra extraña. El zurdazo de Messi a México duró cinco segundos, el sombrerito de Di María en el Maracaná fue de ocho, el contragolpe a Francia se estiró hasta diez. Los hits son todos tiktokeros. El baile de Messi al croata Gvardiol, por ejemplo, había sido experimental: 13 segundos. Ahora van un minuto y 11 segundos. Y acaso Brasil crea que estamos donde comenzamos, pero no.

    Cuti Romero recibe el pase 27 (de Otamendi) aún en el área grande, y el 28 es el que le da fuerte, rasante —pero también digamos esto, sencillito, recto, a menos de diez metros—, a Rodrigo De Paul. Es el minuto 11, con 40 segundos. Si congeláramos el partido en este momento y tres amigos brasileños lo estuvieran viendo en una tele mediana colgada en la pared de un bar, al menos dos de ellos le gritarían a esa tele que es ahora: ahora, ya. De Paul está en su campo, recibió la pelota de espaldas, hay cuatro argentinos atrás de su línea (los centrales, Paredes y Tagliafico allá) y, cuando gire, tendrá a Matheus Cunha (Manchester United) pegando un pique para puntearle la pelota desde atrás y a dos rivales adelante, como búfalos, esperándolo: Rodrygo (Real Madrid) a su derecha y Joelinton (Newcastle) de frente a él. Los amigos no lo saben, lo sienten aunque no lo saben, sería inverosímil que se hubieran puesto a contar, más atentos esa noche a sus cervezas y la alteración, pero ya van un minuto y 13 segundos que Brasil, su Brasil, el Brasil de toda la vida, no toca la pelota. Y ahora son tres contra un argentino. Un triángulo amarillo, y en el centro, encima, el cancherito de ellos, ese De Paul. Es ahora. Corran ya.

    Sin embargo, De Paul avanza. Es el primer jugador local que agarra la pelota y conduce, acelera, la cubre (frente a Cunha), la toca tres veces y va para adelante, sabe, como los superhéroes, que es inmune, nadie se le puede acercar. Rodrygo está atento al pase a Molina (el lateral, que todavía no tocó la pelota) y Joelinton y André, los dos volantes centrales, retroceden para cubrir a MacAllister y Almada, que se les pusieron atrás. De Paul avanza, entonces, como si estuviera hecho de radioactividad.

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    “En los entrenamientos hacemos un ejercicio que llamamos ‘11 contra 0’ —cuenta Scaloni en Clank!, el programa de entrevistas que el periodista Juan Pablo Varsky tiene en YouTube—, que es atacar sin rival. No ponemos a nadie adelante. Los jugadores van moviendo la pelota según el lugar en el que están sus compañeros. Atacan de memoria, sin rival”. También en Clank! profundizará sobre ese duelo contra el equipo invisible Lisandro Martínez, el zaguero del Manchester United, quien —como Messi— también está mirando el partido por televisión: “El 11 contra 0 tiene todo: conexiones, pases, movimientos, ver cómo te perfilás. De ahí viene nuestra fluidez. Sabemos cuándo ponerla de un lado al otro, cuándo la pelota es cruzada, cuándo atacar. Es un ejercicio que no se hace en los clubes, y son cosas básicas, esenciales. Parece una boludez, pero… cuando termina en gol… —se sonríe Licha, quizá tímido, orgulloso— después vas y trasladás eso al partido”.

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    Para el pase 29, De Paul se la deja cortita a Paredes, que está solo, de 5, apenas un metro atrás de él.

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    Este lunes 8 de septiembre se cumplieron siete años del debut de Scaloni en la Selección. El único futbolista de mitad de la cancha para adelante que jugó de titular ese día (un 3-0 a Guatemala en el Memorial de Los Ángeles) y también está ahora, en Buenos Aires, este 25 de marzo de 2025, en el Monumental, es el hombre que tiene la pelota. Leandro Paredes jugaba en el Zenit, en el frío de Rusia, cuando Scaloni lo convocó para aquel debut. Su último partido antes de ponerse por primera vez la 5 de la Argentina había sido un 0-0 contra el Spartak Moscú. Hacía apenas tres meses había terminado el Mundial de Rusia, donde Scaloni había estado, y de ahí se llevó un aprendizaje, una observación: “El fútbol va camino a ser más vertical —explicó en una de sus primeras entrevistas como entrenador—, y a mí me gusta eso: robar para llegar lo más rápido posible al arco de enfrente, porque es cuando el rival está desacomodado (…) El fútbol va hacia las transiciones, poner jugadores rápidos”.

    En sus primeros dos meses de trabajo (un 0-0 con Colombia, dos victorias por 2-0 a México, un 0-1 con Brasil, un 4-0 a Irak y el 3-0 del debut) Scaloni, Roberto Ayala, Walter Samuel y Pablo Aimar probarán atacar por afuera con Cristian Pavón, Matías Vargas, Maximiliano Meza, Eduardo Salvio, Roberto Pereyra, el Pity Martínez y —también de delantero— Rodrigo De Paul. “Yo quería hacer un equipo rápido —se confesará Scaloni, ahora en Universo Valdano, tras ser campeón del mundo—, pero después vi que los jugadores argentinos, o los mejores jugadores argentinos, no son así. Los mejores jugaban a otra cosa. El fuerte, entendí, era la pelota”.

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    Es el minuto 11.47 y el que ahora la recibe —solo, sobre la izquierda— es Enzo Fernández. Cuando la pare con zurda estará aún en campo argentino. Cuando se la adelante con la derecha ya habrá cruzado la mitad. Hace 58 segundos había recibido la pelota exactamente en el mismo lugar, y también se la había dado Paredes. Entonces también avanzó, pero André, volante brasileño, estaba cerquita, lo mismo que el lateral por la derecha, Wesley, que lo miraba a Tagliafico, su única compañía, porque por el medio apenas andaban Alexis y un poquito más lejos Almada y Julián. Ahora, 58 segundos y 23 pases después, Enzo sabe que el lugar es el mismo, los compañeros y los rivales que tiene cerca son los mismos, pero la situación no.

    Diez minutos con 51 segundos. Enzo conduce y cuatro compañeros van con él. Seis brasileños marcan, vuelven.

    Once minutos, 48 segundos. Enzo conduce y cuatro compañeros van con él. Seis brasileños marcan, vuelven.

    Pero como el fútbol es distancia, espacios, técnica, coordinación, engaño, amistad, Enzo sabe, Enzo siente, Enzo ve, que Alexis, Almada y Julián están ahora un poquito más cerca entre ellos, así que acelera, y sus tres compañeros —con Tagliafico, allá afuera, cuatro— lo hacen con él. El jugador del Chelsea acaba de activar una estampida. Los cuatro le apuntan al pecho a la defensa de Brasil.

    Wesley, Marquinhos, Murillo y Arana corren hacia atrás como si lo que avanzara fuera un incendio. Enzo tiene ahora un metro que antes no tenía: el que lo aleja de André, el mismo brasileño que lo marcaba, en el mismo sector de la cancha, 58 segundos y 23 pases atrás, y el que le dan los cuatro brasileños que, hundidos por los cuatro argentinos, pican hacia su arco. Hay un sexto visitante que vuelve (Joelinton) y un sexto argentino que también irrumpe, avanza: De Paul. La jugada, sabe Enzo, ya no es la misma. Se decide, empieza a patinar. En cuatro toques y seis segundos ya está en el área de Brasil.

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    “Estos chicos juegan muy bien. No les enseño yo a jugar a la pelota, basta con haberme visto a mí cuando jugaba para entender eso —dirá Scaloni esa misma noche, unas horas después del pase que en un instante dará Enzo, el número 31, en el estadio Monumental—. Sí les digo que hay veces que es importante que ellos vean que si se juntan, si juegan a un toque, a veces será a dos, a veces habrá que conducir, esas cosas sí les digo, cuándo conviene qué cosa, pero bueno, cuando se juntan, tocan, juegan, ellos saben que algo lindo puede pasar”.

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    El pase número 31 todavía no sucedió pero será el que Marquinhos desactivó en el comienzo de este perfil. Lo que entonces era una amenaza habrá sido, finalmente, un boceto, un borrador: minuto 10, segundo 22. Almada se había mandado en diagonal desde la izquierda mientras Alexis, un paso adelante de Marquinhos, se acomodaba de espalda al arco para rebotar. Tagliafico picaba para pasar por afuera. Julián estaba entre el 6 y el 3. Por el segundo palo asomaba, todavía lejos, De Paul. Seis brasileños —cuatro defensores, dos volantes— esperaban de frente la embestida. Eso, en el boceto. Ahora —minuto 11, segundo 52— la escena tiene a los mismos protagonistas: los mismos seis brasileños —cuatro defensores, dos volantes— retroceden en el mismo orden, el mismo lugar.

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    “Los que juegan bien siempre pueden jugar juntos. Los que juegan bien, al lado de los que juegan bien, juegan mejor. Lo que hay que hacer, lo importante, en definitiva, es jugar como equipo. Y jugar como equipo es saber ocupar los espacios —explicará Scaloni en la conferencia—. A veces Thiago quedaba adentro y Alexis iba afuera. O Enzo quedaba a la derecha, y entonces Alexis iba a la izquierda. Lo importante es simplemente eso: ocupar los espacios. Nada más”.

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    Exactamente un minuto y medio después, los que cambiaron de lugar fueron —obedientes— los argentinos. Antes conducía Almada y ahora Enzo. Antes respaldaba Enzo y ahora lo hace De Paul. MacAllister va por el segundo palo. Entre el 6 y el 3 se infiltra Almada. De 9 quedó Julián. El fútbol suele demandar conocimientos sobre matemática, ingeniería: hay que calcular distancias, pensar cómo reducir una equis cantidad de metros, moverse al compás de la velocidad de los demás. Acaso Marquinhos se había cansado de eso. Habían pasado 90 segundos y 30 pases. Los argentinos —los mismos, simplemente que en otro orden— están ahora más arriba, están todos más juntitos. El pase del boceto había sido fuera del área. Éste, el que Enzo da tres dedos, es simplemente una corrección.

    Minuto 11, segundo 53.

    Esta vez Marquinhos no llega.

    El pase 32 es rapidito: Julián la rebota de primera para De Paul. Cincuenta y cuatro segundos, cincuenta y cinco: los brasileños ahora tienen que correr hacia adelante. De Paul sabe que acaso tendrá un breve hueco —y medio segundo— para patear. Arma el derechazo. El próximo 11 de octubre se cumplirán siete años de su primer partido con la Selección. Jugó por afuera, de wing por la izquierda, en un 4-0 a Irak. Le dieron la camiseta número 27 y lo sacaron en el entretiempo: Eduardo Salvio entró por él. Scaloni se lo había marcado por primera vez a Jorge Sampaoli cuando era su quinto o sexto ayudante, en enero de 2018. De Paul era el enganche de un Udinese que esa temporada se salvaría del descenso por cuatro puntos. Ya entrenador, Scaloni entendió algo, y se lo dijo a Aimar. Paredes tenía un gran pase pero no recorrido, galopes, sudor. De Paul podía hacer, entonces, lo que a Paredes no le salía. Un animal de dos cabezas. El Minotauro de la Selección. Recién diez meses después de esa charla los pusieron a los dos, de entrada, en un mediocampo. La Argentina de Scaloni ganó su primer partido oficial, el 23 de junio de 2019, por la Copa América —y si no, nos íbamos todos a casa: tras una derrota y un empate, cerró la fase de grupos con un 2-0 a Qatar.

    “Hay un poco de prejuicio cuando se dice: ‘Ha cambiado el fútbol, el potrero no está más’ —se planta el entrenador en Universo Valdano—. Es un tema que hablamos mucho con Aimar. El niño ya no está más en el potrero, sino que se va a entrenar a su club, o a la Selección. El entrenador, entonces, pasa a ser el potrero. Y si yo estoy continuamente diciéndole ‘pasá la pelota a dos toques’ le estoy sacando la inventiva, que es lo mejor que tiene el futbolista argentino. Si antes, acá, lo que más salían eran enganches; ahora te sacás dos, tres jugadores de encima y te dicen ‘pasala’. ¿Cómo ‘pasala’? ¿Me limpié a dos, puedo hacer el gol y le voy a dar el pase a mi compañero de al lado? Bueno: ése es el que después va a marcar la diferencia. El fútbol no es obligar a los chicos a jugar a dos toques. Nuestra cultura futbolística es la picardía, sacarse jugadores de encima, tirar caños, buscar una pared”.

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    En este caso, la pared es entre todos. De Paul entiende que la picardía no será patear (porque ya lo tiene a Joelinton encima) ni tampoco gambetear, sino —ya no es un chico: potrero, ahora, es pensar— estirar un poquitito más a Brasil. Estirarlo hasta el hartazgo, la tortura. Minuto 11, segundo 56. De Paul acaba de dar, hacia afuera, el pase número 33. A su derecha hay una autopista vacía. Por ella aparece el único futbolista argentino que no había tocado la pelota en toda la jugada. Otamendi la había controlado a los 10.27. Van 11 minutos y 58 segundos. No se puede hacer más lento. Nahuel Molina Lucero se mete en el área y va a tocar la pelota por primera y única vez.

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    “El equipo de fútbol que consigue evitar el pensamiento individual es el que prevalece. Hay una pelota y 22 tipos: cada uno la toca tres minutos sobre 90. Es decir que se juega, en promedio, 87 minutos sin la pelota. Entonces, si vos conseguís moverte para que el gol lo haga un compañero, sos un genio”, piensa Aimar en el suplemento Enganche, de Página 12, el 22 de julio de 2017. Siete días después de esa publicación, Molina Lucero jugaría su penúltimo partido en Boca, el club del que salió: un amistoso en Ciudad del Este contra Nacional de Montevideo (Copa de Campeones del Río de la Plata) que terminó 1-1 y ganó Boca por penales. Guillermo Sara, arquero del equipo que dirigió Guillermo Barros Schelotto, atajó dos.

    “Todos los chicos tienen buen pie. Todos. Y además —se suma Scaloni— están los que, sin tocar la pelota, igual preocupan al rival. Eso es clave. Contra Holanda, por ejemplo, sabíamos que Molina podía hacer daño allá. Entonces ¿qué hicimos? La entreteníamos acá”.

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    Es el minuto 11.58 y Molina abre el pie para dar el pase 34. Seguramente no, pero acaso sí, se le cruce por la cabeza lo que le pasó la última vez que se la dieron, un minuto y 57 segundos atrás. Fue terrible, horroroso, sencillo: habría que chequear si las agencias de datos contabilizan eso como un toque de balón. De Paul recibió por la derecha y lo fue a apretar Matheus Cunha. Como la pelota venía picando, aprovechó para hacerlo pasar de largo y se la dio de sombrerito, de primera, a su ex compañero en el Atlético de Madrid. Minuto 10 con un segundo: hace una vida. Molina quiere pararla y ponerse de frente, girar, todo a la vez: la pelota se le va por abajo del botín. El director de la transmisión televisiva entiende la gravedad de lo que acaba de pasar y le hace un plano medio al jugador. Mientras vuelve, ya preparado para la marca, Molina junta las palmas, las agita. Todavía no hay subtítulos mentales en las transmisiones pero Molina se está diciendo: “No me puede pasar eso”. Se mancilla: “Qué burro que soy”. Es lateral para Brasil.

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    “La idea, nuestra idea, es jugar a la pelota. Algunos dicen ‘La Nuestra’ —parece sonrojarse Scaloni, pensar en voz alta, en una nota con AFA Estudio—. No sé cómo decirlo. ¿Jugar al fútbol? Bueno, eso. Jugar al fútbol”. 

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    Así que Nahuel Molina Lucero ahora pone fuerte el pie, afirma el pase. Es el número 34, el último de todos. Con él pasarán de largo cinco jugadores de Brasil. Hay uno que, en el camino, llega a rascar la pelota, la levanta. Enzo Fernández entra volando por el segundo palo. A los 12 años su papá le consiguió un gimnasio para que se entrenara solo, en doble turno. A Enzo le decían El Gordo y lo que él quería era no parar de correr nunca, su fútbol —soñaba— consistía en estar en todos lados, volar, más que volar: flotar. Y Enzo flota. Hace 29 segundos entretenía la pelota en la puerta del área argentina y ahora la empuja en el área chica de Brasil. Pasaron un minuto, 37 segundos y 34 pases desde que la reventó Marquinhos. Es el gol colectivo más maravilloso de la historia de la Selección. Una reinterpretación del Gol de Diego a los Ingleses, aumentado, hecho por todos. Y pasó este año. En un 4-1 a Brasil.

    Scaloni ni lo celebra. Tampoco se detendrá en él durante la conferencia. En un siglo en el que a los equipos se los trata como la filmografía de un director —el Boca de Bianchi, el River de Gallardo, el Barcelona de Guardiola, el Liverpool de Klopp—, lo único que le sale es desaparecer. Menottismo, bilardismo, bielsismo, guardiolismo: ¿existe el scalonismo, podrá existir? Si scalonismo es poner a todos los habilidosos inteligentes juntos —ganar por afano, en el fútbol de la calle, un pan y queso imperial— y que se junten a gambetear y tocar cortito —porque en la calle, las veredas, el empedrado, los pases largos no van—, entonces sí. Luego, acaso no haya scalonismo sin Scaloneta. Ése es el primer movimiento. Un grupo, cracks que se mandan corazoncitos en Instagram, gente que se quiere. El micro descapotable, los pibes arriba: muchos pases cortitos y una botella cortada de Fernet.

    La entrada Jugar a la pelota se publicó primero en Revista Anfibia.

     

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    KICILLOF: “Lo que fracasó es la política económica de Milei”

     

    El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, celebró la contundente victoria del peronismo en las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires y consideró que el resultado fue “un sacudón para Milei”, al tiempo que advirtió que lo que quedó en evidencia el domingo es el fracaso del rumbo económico del Gobierno.

    Un resultado histórico

    En diálogo con Gustavo Sylvestre en C5N, Kicillof subrayó la magnitud del triunfo de Frente Patria y lo definió como “impactante” e “impresionante”. “El peronismo no ganaba una elección intermedia hace 20 años, y fue por una diferencia impresionante. Hasta medios que no son afines a nosotros hablaban de paliza”, destacó el mandatario.

    El gobernador remarcó que el voto mayoritario de los bonaerenses fue una señal inequívoca hacia la Casa Rosada: “Lo que fracasó es la política económica, porque los resultados son la destrucción del trabajo y la producción”.

    Críticas a la campaña libertaria

    Kicillof apuntó directamente contra la estrategia electoral de Milei en la provincia: “El Presidente puso todas las fichas en la provincia de Buenos Aires. Fue a provocar, despreció a los bonaerenses, desfinanció a la Provincia… ¿Y así esperaba ganar la elección? Perdieron en más de 100 distritos”.

    Con ironía, el mandatario utilizó una de las frases de campaña de Milei para ilustrar la magnitud de la derrota: “Dijo que iba a pintar la provincia de violeta, pero se ve que no había pintura ese día. La provincia quedó celeste”.

    Un plebiscito al Gobierno

    Para el gobernador, la elección se convirtió en “una especie de plebiscito” a la gestión nacional. “El llamado de atención viene de las urnas. Milei va a tener que revisar esto porque la gente no está de acuerdo”, sostuvo.

    Kicillof advirtió que los resultados no son un hecho aislado sino una clara manifestación del descontento social con el ajuste libertario: “Milei fue a provocar y despreció a los bonaerenses. La gente le contestó con el voto”.

    Mensaje al FMI

    El mandatario bonaerense también apuntó al Fondo Monetario Internacional (FMI), al que responsabilizó por ser socio de las políticas libertarias: “El FMI tiene un papel de responsabilidad en el gobierno de Milei. Le prestó u$s20 mil millones más para sostener el tipo de cambio y se la timbearon toda”.

    Con ese señalamiento, Kicillof cerró su análisis político marcando que la derrota de Milei en la provincia más populosa del país fue una advertencia doble: al Gobierno y a los acreedores externos que condicionan la economía argentina.

     

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    El bisabuelo holandés de Charly García y su obra en la Argentina

     

    Así como la música, la ingeniería fue un área troncal en la familia del genio.

    Por Guillermo Carlos Delgado Jordan para Noticias La Insuperable

    La genealogía de Charly García arroja datos novedosos e interesantes para comprender el universo familiar en que se desarrolló el músico. Sabido es que su padre fue Carlos Jaime García Lange, un ingeniero, químico y matemático, dueño de la primera fábrica de muebles de fórmica en el país.

    Pero la profesión de su padre venía de larga data en la sangre familiar, y llegó a estas tierras con el bisabuelo del músico, conocido en Argentina como Enrique Marcos Lange, pero nacido en los actuales Países Bajos como Hendrik Merkus Lange, hijo de su homónimo padre y de Petronella Adriana Mautritsz Ganderheijden.

    Enrique Marcos Lange había llegado al mundo un 11 de febrero de 1856 en Wageningen, una ciudad ubicada en la provincia de Gelderland, situada a orillas del río Nederrijn y conocida por su animada vida cultural y su entorno natural. Históricamente es recordada pues allí ocurrió la rendición formal de los alemanes ante los aliados en los Países Bajos el 5 de mayo de 1945.

    Lange llegó a nuestro país a fines del siglo XIX. Con título de Ingeniero fue rápidamente captado por el gobierno nacional convirtiéndose en una pieza fundamental en el desarrollo portuario argentino.

    El nombre de Enrique Lange aparece plasmado en el Censo nacional de 1895, cuando contaba con 39 años de edad.

    Desarrollo portuario

    En el plano profesional, en el año 1902, Lange por entonces Inspector de Navegación y Puertos del Ministerio de Obras Públicas, fue comisionado por el presidente Julio Argentino Roca, el 26 de noviembre de ese año, junto al Ingeniero Enrique Carmona, para fijar el monto de la expropiación del puerto de Diamante, Entre Ríos, convertido así en un muelle público.

    Al año siguiente, en relación al puerto Nuevo de Paraná, Lange, como Director General de Obras Hidráulicas, firmó el llamado a licitación pública para las obras portuarias.

    Continuando con su participación en el desarrollo del movimiento marítimo del país, en 1904 el bisabuelo de Charly formó parte de la Comisión que estudió cómo llevar adelante la mejor explotación del recientemente adquirido puerto de La Plata así como redactar una nueva reglamentación para su operatoria.

    Para 1911 ya era Director de Obras Hidráulicas; como tal le otorgó la concesión al ingeniero francés Abel Pagnard la obra de un puerto de aguas profundas en Arroyo Pareja (actual Puerto Rosales). Pagnard constituyó en París el 23 de enero de 1912 la Compañía del Puerto Comercial de Bahía Blanca. El complejo preveía cinco mil metros de muelles, dique de carena, dársenas, grúas, galpones, vías férreas: sería el mayor puerto de aguas profundas del continente.

    Durante la presidencia de Roque Sáenz Peña, Enrique Lange fue designado como Director General de Obras Públicas.

    Familia

    En el país, Enrique Lange conocerá a Irenea del Carmen van Donaselear Godoy, una dama nacida en la localidad de San Vicente el 28 de junio de 1861, hija de la argentina Mauricia Godoy y del inmigrante holandés Cornelio van Domselaar, matrimonio del cual nacerá, entre otros, Maurine Lange van Domselaar, casada con el español Castor García Yáñez, abuelos de Charly.