Carlos Camau Espínola empezó a nutrir su armado electoral para la disputa de la gobernación de Corrientes con los liberales que apoyaban a Gustavo Valdés hasta el año pasado. Ante la pérdida de imagen de Javier Milei, el regatista aceleró a fondo para fortalecerse frente a la Casa Rosada, que le pedía que se pintara de violeta si quería contar con el respaldo de Javier Milei para ganarle al radicalismo en su provincia.
Fuentes al tanto de la situación dijeron a LPO que Espínola está construyendo con Perucho Cassani, un actor fundamental para Valdés en la legislatura correntina hasta que estalló el caso Loan, y Federico Tournier, el diputado liberal que asumió su banca en el Congreso cuando el mandatario provincial designó a Alfredo Vallejos en el Ministerio de Seguridad.
Tournier se sumó por orden de Valdés al bloque de la UCR que conduce Rodrigo De Loredo y, pese a no pertenecer al partido Centenario, se convirtió en uno de los cinco radicales con peluca para blindar el veto de Milei contra los jubilados. De la mano de Camau, ahora se aleja también de su jefe territorial.
Las versiones sobre la autonomía de Espínola frente al gobierno nacional se intensificaron después que trascendió un almuerzo que el medallista olímpico promovió para preparar un espacio por fuera del radicalismo y el PJ. La reunión fue en el restaurante del Hotel La Alondra y, además de Cassani y Tournier, participaron Any Pereira por el Partido Liberal, Flavio Serra por el PRO, José Romero Brisco, Lucía Centurión y Horacio Pozzo, legisladores provinciales.
Desde el PJ correntino se quejaron de que también habría asistido el intendente peronista de Virasoro, Emiliano Fernández. “Los peronistas que desparramaron con la intervención de Cristina hablan con Camau”, reconocieron en tierra mesopotámica.
Como sea, la jugada de Espínola no es interpretada categóricamente como una ruptura con Milei. “La primera regata del hombre era de color violeta pero parece que ahora destiñe un poco eso”, ironizaron.
La primera regata del hombre era de color violeta pero parece que ahora destiñe un poco eso.
Sin embargo, el entorno del regatista no cierra las puertas al mileísmo. Tampoco avizora una separación irreversible entre Espínola y los libertarios el peronismo, donde observan que los conservadores, el Partido Liberal y los de La Libertad Avanza podrían cosechar hasta un 30 por ciento de los votos si se encolumnan con Camau.
Los libertarios, en cambio, responden casi con despecho, acaso porque no les cayó nada bien el encuentro en La Alondra. De hecho, el diputado Lisandro Almirón es tajante: “Nuestra alianza es con los Correntinos Libres. Somos La Libertad Avanza y nadie es dueño de los votos en Corrientes”.
Hombre de Karina Milei y Lule Menem, Almirón apuesta a la pureza libertaria porque la cuenta con la que habría convencido a sus jefes en Balcarce 50 es que no solo se eligen gobernador y vice, sino también cinco senadores y 15 diputados provinciales, 75 intendentes y más de 200 concejales. “El padrón tiene 800 mil votantes y 2500 mesas, estamos preparándonos para competir como La Libertad Avanza”, dicen cerca del legislador.
Ya estaría todo armado para ir juntos en las elecciones bonaerenses.
La sociedad entre La Libertad Avanza y el PRO en la provincia de Buenos Aires toma forma, luego de que la secretaria general de la Presidencia,Karina Milei, y el armador bonaerense, Sebastián Pareja, volviera a reunirse con el titular del PRO bonaerense, Cristian Ritondo.
Este nuevo intercambio se dio el pasado miércoles en el despacho del titular de la Cámara de Diputados, Martín Menem, en el Congreso de la Nación, y contó con la participación de suprimo Lule Menem -ambos mano derecha de la menor de los Milei- y por el PRO, el diputado Diego Santilli, y el intendente de General Pueyrredón, Guillermo Montenegro.
La reunión configura la continuidad de una serie de acercamientos que tuvieron lugar en el último tiempo en post de conformar una alianza electoral para competir en las próximas elecciones legislativas bonaerense.
Según informan desde la agencia Noticias Argentinas, las conversaciones se dan de forma diaria, y hay “buena predisposición” de cerrar un acuerdo electoral entre las fuerzas para competir en la provincia y «ganarle al kirchnerismo”.
“Todavía no hay definiciones, pero se está trabajando fuerte en ese sentido. Antes de sellar la alianza, hay que ver particularidades de los 135 municipios y ver dónde hay posibilidades de acuerdo y en cuáles hay temas por resolver”, detallaron a este medio.
En la misma línea, aclararon: “Todavía tiene que pasar mucha agua bajo del puente para que haya una alianza”.
Desde las filas que lidera el expresidente Mauricio Macri, aseguran que el titular del PRO garantizó su respaldo al acuerdo en PBA y estaba al tanto de los acercamientos. “No está en la diaria de a ver con quién se reúne y qué se habla. Él bajó la directiva, marcó el camino, lo hizo público y los dirigentes llevan la diaria«, aseveraron.
Los referentes amarillos emularon la fotografía que se sacaron cuando visitaron Casa Rosada, algunas semanas atrás, aunque en esta oportunidad la imagen no salió a la luz. Se espera que adquiera visibilidad en las próximas horas.
El pasado lunes, luego de que el gobernador Axel Kicillof anunciara el desdoblamiento de los comicios, Ritondo y Santillicompartieron un café con Pareja, y dos días después, volvieron a verse las caras, esta vez con la dueña de la lapicera, la hermana del mandatario.
Pese a que José Luis Espert es el candidato designado por el presidente Javier Milei, no suele participar de la mesa chica de los armados, y bastante al margen, solo se limita a reservar su lugar en la lista.
En Balcarce 50 dan por descontado la coordinación con referentes del PRO, casi haciendo oídos sordos a las críticas que el exmandatario le profesa casi a diario a Karina Milei.
“Tenemos una gran relación, hay muchas cosas que nos juntan y estamos trabajamos en poder avanzar en esta integración de ideas», supo definir Ritondo el 17 de marzo, tras visitar el despacho ubicado en el primer piso de Casa Rosada.
Con el rumbo establecido, las terminales de los principales competidores del kirchnerismo acercan posiciones y cierran filan con la provincia como terreno de disputa.
La diputada provincial y candidata a constituyente en Santa Fe se le complicaron los últimos cien metros de la carrera. A horas de la elección sufrió otro quiebre en su bloque. La diputada de Unite, Beatriz Brouwer, avisó que se va de Somos Vida y forma un bloque propio.
Es el segundo desprendimiento que sufre la ex panelista. Meses atrás, la abandonaron el ex corredor de autos Fido Porfiri y el ex radical Omar Paredes en medio de la discusión de la reforma constitucional quedándose con cinco de las siete bancas que cosechó. Ahora, la salida de Brouwer la deja con solo cuatro votos y debilita su armado en la Legislatura.
Es que en el partido de José Bonacci le reprochan a Amalia Granata la campaña agresiva: “estamos dispuestos a discutir ideas pero no a hacer volar carpetazos”, dijeron a LPO. Es que como reveló este portal, Santiago Caputo es el asesor en las sombras de Granata y su ejército de troll se encargó de la guerra sucia en las redes.
Uno de los más activos era TraductorTeAma, el nick con el que se esconde Esteban Glavinich que es de Santa Fe donde sus padres cobraron durante años jugosos contratos de la intendenta kirchnerista de Cañada de Gómez, Stella Clerici, investigada por presunta malversación de fondos públicos.
Santiago Caputo
Su cuenta solía publicar acusaciones de la vida privada y fake news que a su vez replicaba el candidato rosarino, Eugenio Malaponte, que se la pasó acusando a los medios de comunicación de censura. De familia radical, Malaponte tuvo un paso accidentado por el Concejo Municipal de Rosario donde acumuló denuncias de empleados de bloque por quedarse con plata del sueldo, al punto tal que lo bautizaron “el chocolate rosarino” por el recaudador de la legislatura de provincia de Buenos Aires que cayó en desgracia.
La situación incomodó a todo el bloque que no estaba de acuerdo con la estrategia de campaña hasta hacerse insostenible y la diputada de Unite pegó el portazo y armó su propio espacio. En su primer mandato Granata sufrió una sangría parecida, de un bloque de seis legisladores terminó en un monobloque.
Además, desde Unite que fue uno de los partidos que apoyó a Milei desde sus comienzos, pretendían una alianza entre Granata y los libertarios pero Amalia prefirió preservar su caudal de electores. Tampoco accedió a un acuerdo con le peronista Lewandowski y ahora tiene el desafío de cosechar más de 300 mil votos para preservar su potencia electoral.
No solo no llegó a un acuerdo con La Libertad Avanza sino que terminó aliándose a la Coalición Cívica que ni siquiera tiene representación legislativa: “Amalia va a terminar siendo la lilita de Santa Fe en vez de convertirse en una opción de poder real”, dijeron fuentes de su bloque que armaron las valijas.
La decisión fue oficializada este jueves en el Boletín Oficial.
Milei sigue rematando a la Argentina y, en esta oportunidad, fijó plazo para convocar a un concurso público que permita avanzar en la licitación de las centrales hidroeléctricas del Comahue, ubicadas sobre el Río Limay en Neuquén y Río Negro, mientras continúa vigente la prórroga de las concesiones actuales.
«Establécese un plazo de QUINCE (15) días contados a partir de la publicación del presente para llamar al Concurso Público Nacional e Internacional, dispuesto por el Decreto N° 718 del 9 de agosto de 2024, modificado por el Decreto N° 895 del 9 de octubre de 2024, con el fin de proceder a la venta del paquete accionario mayoritario o controlante de cada una de las siguientes sociedades, a saber: ALICURÁ HIDROELÉCTRICA ARGENTINA SOCIEDAD ANÓNIMA, CHOCÓN HIDROELÉCTRICA ARGENTINA SOCIEDAD ANÓNIMA, CERROS COLORADOS HIDROELÉCTRICA ARGENTINA SOCIEDAD ANÓNIMA y PIEDRA DEL ÁGUILA HIDROELÉCTRICA ARGENTINA SOCIEDAD ANÓNIMA», señala el artículo 1 del Decreto 263/2025 publicado hoy en el Boletín Oficial.
La medida lleva la firma de Milei y de funcionarios del gabinete económico. El Ejecutivo responde así a un pedido conjunto de los gobernadores de Neuquén, Rolando Figueroa, y Río Negro, Alberto Weretilneck, quienes solicitaron más tiempo para que los equipos técnicos provinciales puedan analizar el proceso de privatización y formular observaciones.
Las cuatro represas involucradas en este proceso fueron transferidas a nuevas sociedades creadas por ENARSA y Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA) mediante el Decreto 718/2024, que establecía un plazo inicial de 180 días para convocar el concurso de privatización. Luego, el Decreto 895/2024 modificó ese cronograma e incorporó a la Agencia de Transformación de Empresas Públicas como ente coordinador del proceso, en conjunto con la Secretaría de Energía.
Con la prórroga ahora oficializada, el Gobierno ratifica su intención de avanzar con la venta de activos estratégicos, aunque busca dar espacio a la participación de las provincias involucradas y de los organismos interjurisdiccionales que gestionan los recursos hídricos del sistema energético nacional.
Milei parecía todo iniciativa. La oposición un repliegue perpetuo. Pero la actual parálisis presidencial, multiplicada por su entrega al FMI, obliga a recalcular la economía de las fuerzas. La debilidad del gobierno alineó la oposición parlamentaria, la protesta social y un sindicalismo que convocó el tercer paro general. La impotencia de las mayorías nunca es simétrica con la de los poderosos. Esta última es un simple caer, como la bolsa, hacia el 0 de un excel. La impotencia de las mayorías, por el contrario, es siempre una fuerza vital impedida, es una potencia obstruida, que en la activa tensión que su obstrucción promueve, va cultivando las memorias, los saberes, las energías y las estrategias para su activación futura. Una que quiere amanecer en estas, las más oscuras semanas de la ultraderecha criolla.
Un poder que no puede
Nunca en su historia la humanidad pudo tanto. Y, sin embargo, nunca estuvo tan en riesgo como en nuestro tiempo. Potencia e impotencia como las dos caras de una moneda que hoy gira en el aire: podemos tanto que no podemos nada. Como si una desmesura de escala nos hubiera tornado desproporcionados respecto a nosotros mismos. Esa contradicción marca una época de prepotencia quebradiza y de parálisis frenética. La violencia y la imposibilidad atenazan, desde los extremos, el efectivo poder de decisión sobre nuestras vidas. Crisis climática y gobiernos neofascistas son las dos manifestaciones más elocuentes de esa contradicción: nuestro poder sobre la naturaleza es tan grande que desencadenamos poderes que amenazan destruirnos; las ultraderechas vienen a satisfacer un deseo desesperado de orden y jerarquía, y su ascenso sólo está produciendo convulsión, caos y anomia.
“Antropoceno” y “nuevas derechas” son fenómenos concurrentes de un tiempo de hiperconcentración del poder y de los recursos, ambos reunidos en un recalentamiento de la guerra a nivel global.
El marxismo hablaba de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, y el desbalance entre lo que las primeras habilitaban y lo que las segundas contenían producía las distorsiones de las que derivaban fuerzas destructivas tanto de la naturaleza como de la sociedad: la guerra como punto de llegada de este espiral de fuerzas mal canalizadas. “Antropoceno” y “nuevas derechas” son fenómenos concurrentes de un tiempo de hiperconcentración del poder y de los recursos, ambos reunidos en un recalentamiento de la guerra a nivel global. El poder sobre la naturaleza, el poder sobre la sociedad, es más grande que nunca. La impotencia que atraviesa el temple mayoritario de este tiempo no deriva de una falta de poder, sino de su concentración destructiva en cada vez menos manos. La IA instala la misma sensación de omnipotencia y vulnerabilidad: hay mucho poder, pero no es nuestro. En este contexto, poder e impotencia se entrelazan de maneras múltiples y siniestras, generando figuras rabiosas de manía y depresión.
El acelerador roto
Expresión fiel de este tiempo extraño, Milei y su gobierno parecían sacudirnos de la modorra de impotencia exasperante en que nos había dejado la gestión de Alberto Fernández. La fascinación que generó el primer año de Milei era la fascinación ante el retorno impensado, como en un contragolpe, de la “política como herramienta de transformación de la realidad”, ese mandato que supo ser el gran valor del kirchnerismo en los primeros años del siglo y que fuera traicionado por el propio kirchnerismo en su último paso por la gestión. Con Milei asistimos a la recuperación de la política por vía de una exasperación de la antipolítica, y esa paradoja generó un desconcierto y una efervescencia que nos mantuvieron en vilo y hechizadxs todo el primer año de este gobierno. La estrategia implacable de acelerar en toda curva, de duplicar toda apuesta, de permanente provocación y de fuga hacia adelante aunque no hubiera norte claro, reinstaló, de la mano de un gobierno que decía entregarlo todo al mercado, la idea de la eficacia y el primado de lo político, la certeza de un decisionismo con tintes mesiánicos, que era todo lo que había faltado en el gobierno anterior. Parecía que podía llevarse todo por delante, que nada se resistía a su audacia y que ninguna bala le hacía mella.
Hoy, cuando la invulnerabilidad del gobierno es cuestionada desde todos los frentes, se deja ver que esa audacia inagotable no brotaba sino de la fuente límpida de su debilidad, y que la aceleración como política era menos un plan a largo plazo que el permanente aplazamiento de un cortoplacismo sin norte. La agenda se convirtió en espuma hipnótica y la velocidad era sólo el modo de mantenerla en estado de espuma permanente. Sí: atribuimos demasiado rápidamente al gesto aceleracionista la fortaleza de la iniciativa y la capacidad de hacer, sin atender a la impotencia que se escondía detrás del gesto, y que comandaba sus movimientos más histriónicos y frenéticos. La crisis del aceleracionismo libertario le llega con la velocidad justiciera de su propia lógica: “lo mismo, pero más rápido” era, también, chocarla antes de tiempo.
Rebeldía resignada
La emergencia de las nuevas derechas se maceró en un clima social que combina de manera confusa y explosiva sentimientos contradictorios. Por un lado, hay una certeza de que las cosas van mal, de que la historia no puede seguir así, y el hartazgo con lo dado alienta transformaciones y prepara estallidos sordos. Hay, en este sentido, un humor arisco y rebelde que lo impregna todo, una ansiedad y fastidio que da el tono a la violencia que circula entre nuestros nervios y las redes. Por el otro lado, hay una resignación ante la ausencia de perspectivas de transformación real, y nadie cree que realmente pueda cambiar algo de fondo. Cunde, en este sentido, un agobio cínico que impide ver en las perspectivas de cambio más que una máscara de lo mismo y una simple renovación de temporada del discurso de un amo que ya no es puesto en cuestión verdaderamente.
La crisis del aceleracionismo libertario le llega con la velocidad justiciera de su propia lógica: “lo mismo, pero más rápido” era, también, chocarla antes de tiempo.
La combinación de ambas tonalidades afectivas en un mismo sentimiento de época viene generando formaciones de compromiso aberrantes: formas enrarecidas y deseos distorsionados que la ultraderecha supo capitalizar como nadie. La figura del “outsider” y del “antisistema” representado por magnates o títeres de magnates ultrarricos, es la figura de compromiso perfecta entre ambos lados del pathos presente. Si Mark Fisher captó muy bien un lado de la ecuación con su “realismo capitalista”, y los efectos de impotencia y depresión que éste implicaba, le faltó sin embargo capturar la dimensión revulsiva y vibrante que comenzaba a movilizarse el mismo año en que publica su libro, 2016: el “realismo capitalista” del neoliberalismo zombie fue mutando a este capitalismo punk en el que toda la furia sin sentido es puesta a trabajar para el sostenimiento de estructuras insostenibles de reproducción social. Así entendemos también lo que “la rebeldía se volvió de derechas” significaba: nada menos que identificar a la rebeldía con la movilización violenta de las fuerzas de la resignación, transformar a la revuelta en un momento activo de la adhesión afectiva con lo dado. El resentimiento neofascista es el producto de estas fuerzas oscuras que componen nuestro tiempo, y que habilitan la extraña alianza entre ultrarricos y ultraprecarizados en un proyecto que enlaza pulsiones antisistema y consolidación de un deep establishment recargado: todo tiene que revolucionarse para que todo siga igual –pero acelerado, intensificado.
La pregunta que se impone: ¿cómo se sale de este círculo de rebeldía y resignación en que nos han paralizado las nuevas derechas?
Insensatez y resentimientos
“Adolescencia”, la exitosa serie inglesa, suscitó una saturación tan grande de comentarios y discusiones, una necesidad tan masiva de hablar de ella, que podemos considerarla síntoma de algo que desborda su tema más explícito. Más allá del tópico de las “masculinidades”, la explosión de comentarios se puede interpretar también como efecto del modo tan sugerente en que expresa este clima de época, más general, de fuerzas impedidas y de acciones fallidas. El relato entrelaza la impotencia de los padres para entender, la de los adolescentes para relacionarse, y la de ambas generaciones para comunicarse, manteniendo en el centro vacío que imanta y reúne estas formas de impotencia contemporánea al asesinato como signo mayor de aquellas imposibilidades, es decir, como actuación violenta y convulsiva de la imposibilidad de actuar.
El “realismo capitalista” del neoliberalismo zombie fue mutando a este capitalismo punk en el que toda la furia sin sentido es puesta a trabajar para sostener estructuras insostenibles de reproducción social.
Las distintas fracturas tematizadas en la serie redundan en la pregunta por el quiebre entre deseo y acción como signo de nuestra época. El asesinato, como pasaje al acto más que como acto, funciona como revés perfecto de la impotencia y su manifestación más precisa. El pasaje al acto, en cuanto acción estrepitosa suscitada por una fractura simbólica, expresa bien lo que ofrece el neofascismo como compensación por la imposibilidad de actuar que produce y reproduce a cada paso: la violencia de la acción es proporcional a su incapacidad de cambiar nada. O mejor: el deseo reaccionario de no cambiar nada en un contexto que no da para más, se ve instrumentado a través de la movilización neofascista de violencias que garanticen agitación en medio de la inmovilidad, y que a través de la agitación consoliden la impotencia.
El gobierno de Milei fue, en su primer año, un gran pasaje al acto colectivo (el famoso “salto al vacío”), en el que la ausencia de mediación rigió una violencia que permitió descargar toda la impotencia que nuestra sociedad había acumulado a lo largo de años de frustración económica y política. Las nuevas derechas en general vienen siendo ese pasaje al acto en el que sociedades desarticuladas descargan su resentimiento en un espasmo de furia. No debería sorprender que una tal política, sostenida en tan frágiles supuestos, agote su potencia tras la expresión violenta de su propia impotencia. Una vez desplegada, no sobreviene un cambio en el campo simbólico, sino la angustia y la frustración, incrementadas. Y la necesidad de entender, es decir, de poner algún límite.
Milei, el limitado
Hay un impasse en el aceleracionismo neofascista. El reordenamiento imperial está quebrando la “internacional reaccionaria” según viejos y nuevos clivajes coloniales. Esa fragmentación está teniendo un alto costo para los neofascismos bananeros como el nuestro, al que de pronto se le recuerda que la internacional neoconservadora, esa que se reúne periódicamente en la ahora famosa CPAC, no era una coalición o alianza política ni un frente ultraconservador, sino la aceleración del coloniaje, la fuga hacia delante de un imperio en crisis. Por eso se viene produciendo esta extraña paradoja de que el triunfo de Trump en vez significar el apuntalamiento del gobierno de Milei implicó el inicio su desmadre: de la ingeniería del caos al caos de su ingeniería, puntualmente desde la asunción de Trump. El rosario de errores no forzados inicia apenas tres días después de su toma de poder, con el discurso de Milei en Davos del 23 de enero. Desde entonces hasta esta semana negra no paró de derrapar, y si hasta hace poco parecía que ante la aceleración las curvas se le enderezaban mágicamente, ahora no hay curva que no se coma.
El gobierno de Milei fue, en su primer año, un gran pasaje al acto colectivo.
Hay un impasse, hay una nueva fragilidad del gobierno que obliga a aprovechar este momento, y que compromete nuestra responsabilidad ante esta ventana de fragilidad, esta disfunción del acelerador libertario. La debilidad del gobierno alineó las fuerzas de la oposición parlamentaria, la protesta social y la agenda sindical, en una semana que acaso sea la más oscura para Milei desde su llegada al poder. El parlamento parecía definitivamente domado por el gobierno, y después del fracaso del pliego de los jueces de la semana pasada en la cámara alta, esta semana la cámara de diputados, más sojuzgada aún, le aprueba una comisión para investigar el criptogate. La protesta social se viene articulando en torno a la lucha de los jubiladxs de una manera que logró integrar distintas luchas y a la vez poner en cuestión el show represivo-punitivista del gobierno. El sindicalismo, que dormía el sueño de los (in)justos, convoca el tercer paro general al gobierno de Milei, y aunque “general” suene irónico en un país con casi la mitad de lxs trabajadores en la informalidad, expresa el grado de debilidad oficial, y ayuda a articular una semana de duros reveses al gobierno, en un mismo golpe contra los libertarios al poder.
Milei es lo ilimitado, lo desorbitado, lo desmesurado del capital desencadenado y sin freno ni contención. “Ponerle límites a Milei” equivale a negarlo, a anularlo, pues su esencia es canalizar esa carencia de límites de un neoliberalismo en crisis que acelera para demorar su muerte. Un Milei con límites es el fin de Milei, aunque su persona siga estando al frente del ejecutivo.
A la intemperie
Hoy la sensación es la de un suspenso tenso entre dos impotencias: el gobierno parece haber estropeado su máquina, sin haber perdido su poder, y la oposición parece estar despertando, sin tomar el toro por las astas. Pero ya fue sugerido: la intemperie es letal para el poder, mientras que para la resistencia es su hábitat natural, donde se cultivan sus memorias y se gestan sus estrategias.
La unidad que necesitamos no es sólo la unidad del peronismo. Necesitamos, en mil dimensiones, restaurar los puentes rotos entre deseo y acción, desplegar el músculo de una imaginación política renovada, sin la que no habrá unidad ni proyección del campo popular. Pero sin la unidad del peronismo, la rearticulación más amplia del campo popular se vuelve una ilusión. El peronismo es hoy la única herramienta electoral viable para derrotar al mileísmo en las urnas. Su interna, esta vez, no se da mientras son gobierno, pero esperemos que no sea tan dañina para el pueblo como lo fue la anterior. Y está claro que el poder para zanjar esta interna se concentra en una sola persona. No será la historia la que defina el lugar de Cristina en sus páginas, sino las decisiones que ella misma tome en estas semanas.
Milei es lo ilimitado, lo desorbitado, lo desmesurado del capital desencadenado y sin freno ni contención. “Ponerle límites a Milei” equivale a negarlo, a anularlo.
Queda pendiente la pregunta por las relaciones entre el movimiento popular que abra un futuro distinto y la tradición peronista, un movimiento anclado, en su imaginario y sus propuestas, en una sociedad industrial que este siglo XXI está dejando cada vez más atrás. Sin embargo, no hay dudas de que hoy se necesitan mutuamente. Mientras el peronismo resuelve su interna, por arriba, un movimiento social multiforme dirime, por abajo, la primera línea del enfrentamiento con la ultraderecha. Universitarixs, diversidades, mujeres, jubiladxs, hinchas. Sus rostros son conocidos y cercanos, y sus acciones refutan el clima de impotencia, diseñando múltiples articulaciones de deseo y acción en un contexto de violencia creciente. Por supuesto que ese movimiento múltiple ve en el peronismo una herramienta clave para articular políticamente su lucha. Pero sabe que la mejor manera de fortalecer esa herramienta es desbordarla por todos lados, en la acción, en el deseo, en la imaginación.
Mientras exige transparencia y ficha limpia para otros, la candidata PRO carga con un historial opaco de favores estatales, irregularidades documentales y contrataciones directas a empresas de su entorno familiar.
Por Walter Onorato y Guillermo Carlos Delgado Jordan
La candidata bendecida por Mauricio Macri para encabezar la lista en la Ciudad de Buenos Aires, Silvia Lospennato, no solo carece de domicilio en el distrito que pretende representar, sino que arrastra un largo historial de contratos millonarios adjudicados a empresas dirigidas por su esposo y su cuñada. La bandera de la ética, cuando es sostenida por manos tan sucias, no solo es un acto de cinismo: es un insulto a la inteligencia colectiva.
Silvia Gabriela Lospennato tiene algo de camaleónica y mucho de contradictoria. Su carrera política, alimentada a base de acomodos estratégicos y lealtades convenientes, está teñida por un patrón tan repetido como revelador: estar siempre en el lugar donde el poder ofrece sombra, visibilidad y contratos. Hoy, ungida por Mauricio Macri como la candidata del PRO para las elecciones legislativas de mayo en la Ciudad de Buenos Aires, se alza con fuerza discursiva bajo la consigna de la “ficha limpia”. Pero basta un repaso mínimo por su trayectoria para notar que es precisamente lo que no tiene.
En 2015, Lospennato fue electa diputada por la provincia de Buenos Aires. Y no fue la primera vez que intentó colarse en el Congreso desde ese territorio. Ya en 2009 figuraba en las listas de Francisco de Narváez, tras haberse desempeñado como funcionaria del gobernador Daniel Scioli. Su migración al macrismo se dio en simultáneo con la de su jefe político de entonces, Emilio Monzó, y fue, desde un inicio, un pase sin escrúpulos ni convicciones claras. Hoy, de repente, es candidata en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué cambió? Nada. Ni siquiera su domicilio.
Leandro Santoro lo dijo sin medias tintas: “Silvia Lospennato no está empadronada en CABA y no va a votar el 18 de mayo”. Así, la pretendida representante de los porteños ni siquiera tiene arraigo legal en el distrito. Y esto no es un tecnicismo menor, sino una violación explícita de la normativa electoral, que exige al menos dos años de residencia en el distrito de postulación. Esta no es la primera vez que Lospennato juega con domicilios falsos para colarse en una lista: en 2009, la Justicia ya le había bajado el pulgar cuando quiso presentarse en Buenos Aires sin acreditar adecuadamente su residencia. Lo más bochornoso: como “prueba” presentó una escritura a nombre de su marido —Fernando Lucas Depalma— y de su cuñada, Anabella, de un inmueble en Francisco Álvarez, en el que ni ella figuraba.
Ese mismo esposo, hoy prolijamente oculto de sus declaraciones y actos públicos, es el eje de otro de los grandes escándalos que rodean a Lospennato. Fernando Lucas Depalma es director de la Editorial Hammurabi, una empresa que desde hace años factura millones en contratos directos con el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En un país donde miles de editoriales independientes se disputan las migajas de la cultura, Hammurabi goza de la exclusividad de negocios con el Estado porteño sin pasar por licitaciones abiertas ni procesos competitivos.
En 2024, por ejemplo, el Consejo de la Magistratura de la Ciudad firmó la Contratación Directa N° 2-0012-CDI24 con Hammurabi S.R.L., por un total superior a los 9 millones y medio de pesos. ¿El objeto? Adquisición de material bibliográfico. En paralelo, la Dirección General de Administración de CABA contrató a Hammurabi Digital SH —también dirigida por Depalma y su hermana— para una suscripción anual exclusiva. El patrón se repite: contrataciones directas, montos elevados, favoritismo escandaloso.
Pero la cosa no queda ahí. Anabella Depalma, la cuñada de Lospennato, también forma parte del equipo editorial y, desde 2022, integra la planta contratada de la Secretaría Legal y Técnica del Gobierno porteño. El círculo se cierra con eficiencia: editorial proveedora del Estado, directores familiares de la candidata y su cuñada colocada estratégicamente dentro del mismo aparato que les compra. ¿Lobbies institucionalizados o corrupción estructural? No hace falta ser malicioso para encontrar la respuesta.
Todo este andamiaje es cuidadosamente silenciado por la diputada del PRO, quien ha hecho un esfuerzo quirúrgico por mantener alejada su vida privada de su actividad pública. El motivo es evidente: su esposo y su cuñada son engranajes clave en un mecanismo aceitado de negocios con el Estado que se repite año tras año. Y mientras la editorial Hammurabi se vuelve una suerte de ministerio paralelo del saber jurídico, con contratos que se renuevan sin competencia, Lospennato pontifica en los medios sobre la necesidad de “transparencia” y “ética pública”.
La farsa no solo indigna por su cinismo, sino porque se presenta envuelta en el celofán de la moral republicana. ¿Ficha limpia? ¿Dónde empieza y dónde termina el concepto? ¿Alcanza con no tener una condena penal para ser considerado íntegro? ¿Y qué pasa con quienes hacen del Estado una caja registradora privada a través de familiares y amigos? La ley podrá no alcanzarla, pero la ética política la aplasta.
La doble moral de Lospennato también se evidencia en sus vaivenes ideológicos. Años atrás, fue funcionaria de Daniel Scioli. Luego migró sin rubores al universo macrista. Hoy, se erige como “la candidata de Macri” para recuperar protagonismo en un PRO desgastado y acorralado por sus propias internas. Pero nada de eso importa si la caja sigue funcionando, si los contratos siguen firmándose, si los vínculos con el Estado no se cortan. Esa es, al fin de cuentas, la verdadera boleta de Lospennato: una lista de contrataciones públicas con apellidos familiares.
¿Quién puede hablar de “ficha limpia” cuando ha construido su carrera sobre domicilios falsos, acomodos, y una maquinaria de negocios en la que el Estado es cliente obligado? ¿Cómo se atreve una candidata a exigir ética en la política mientras sus lazos más íntimos se enriquecen gracias al partido que la postula y a la gestión que dice representar?
Silvia Lospennato es mucho más que una contradicción: es el emblema de una clase política que simula decencia mientras factura, que declama transparencia mientras reparte contratos, que ondea banderas morales con las manos embarradas. Y si eso no mancha su ficha, el problema no es el currículum de la candidata, sino el sistema que la habilita.