¿Quién llamó a Wanda Nara en plena madrugada neuquina?

¿Quién llamó a Wanda Nara en plena madrugada neuquina?

 

A las cuatro de la madrugada alguien llamó a Wanda Nara mientras dormía en Villa La Angostura, Neuquén. Fue ella misma quien dio a conocer la situación y se preguntó pícaramente: “Ayer alguien que tomó de más me llamó de madrugada. ¿Un te amo vale lo mismo bajo los efectos de alcohol?».

La empresaria no dio a conocer quién fue la persona que la llamó, aunque en las redes virtuales donde ella compartió el posteo se especuló que quien le declaró su amor de madrugada podría ser Mauro Icardi o L-Gante.

“Recibí dos llamadas, la tercera la respondí porque me desperté y me quedé pensando eso. No sé si vale lo mismo”, reflexionó.

Conociendo a Wanda Nara, nada de lo que comparte es “sin razón alguna”, por lo que sus fieles seguidores se preguntaron si el llamado fue de Mauro Icardi, quien actualmente se encuentra solo en Turquía porque la China Suárez viajó a Buenos Aires para estar presente en el cumple de su hija Rufina Cabré.

Otros dudan que se trate de L-Gante, a quien vio cuando el cantante regresaba de un viaje de Europa.

Esta mañana, compartió otro mensaje con sus seguidores, asegurando que tiene un audio comprometedor de la persona que le habló, en caso de que este decidiera eliminarlo: “Hablando de lo de ayer, tengo el audio que me mandaron y obvio se lo mandé a mi mejor amiga por si lo borraban. ¿Y qué paso? Lo borraron y yo lo tengo. No es nada nuevo”.

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El Calafate: mataron a tres perros y los tiraron como basura

El Calafate: mataron a tres perros y los tiraron como basura

 

“¿Quién puede cometer ese delito?”, se preguntó un vecino de El Calafate mientras paseaba con sus perros y se topaba con una escena espeluznante: tres perros adultos, atados con sogas y asesinados a balazos, tirados en un descampado.

El hallazgo ocurrió en la zona oeste, cerca del barrio Soberana. Los cuerpos, con signos evidentes de haber sido ejecutados, fueron encontrados a unos 250 metros del lugar señalado inicialmente, luego de un rastrillaje de la policía y peritos forenses. La escena mostraba una clara intención de ocultar el crimen: sogas manchadas, rastros de sangre y evidencias de uso de armas de fuego.

Foto: Policía de Santa Cruz

En mayo, dos perros fueron asesinados a tiros, uno de ellos en el estacionamiento del hospital SAMIC. Proteccionistas aseguran que los envenenamientos y los disparos a perros «cimarrones» son prácticas frecuentes y crueles en zonas rurales.

Este jueves, la Policía de Santa Cruz allanó una vivienda en el barrio Linda Vista tras identificar al dueño de los animales muertos. En el operativo secuestraron una soga similar a la hallada en el lugar del crimen y realizaron requisas personales y vehiculares al principal sospechoso, bajo orden judicial.

Desde la fuerza recordaron que el maltrato y la crueldad animal están penados por la ley. La investigación continúa, pero la comunidad pide justicia.

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AMIA: una escalera imposible

AMIA: una escalera imposible

 

Esta historia comienza con dos amigas y un astrólogo en septiembre de 1985. Diana Wassner, de 25 años, estaba de visita en Buenos Aires por primera vez desde que en 1976 se había exiliado, primero a Israel, después a México. Una tarde, junto a su amiga Claudia, decidieron ir a lo de un astrólogo para que les interpretara la carta natal. Apenas entraron al departamento del barrio de Colegiales, un hombre rubio y jovencito le pidió a Diana que le indicara el día y la hora exacta de su nacimiento. Colocó unas hojas sobre la mesa y comenzó. “Cuatro hijos, todos varones y dos matrimonios”. Sí, eso lo veía clarísimo si se analizaba la posición del sol, la luna y los planetas al momento de su nacimiento. Pero había otras dos cosas que no eran del todo comprensibles. El astrólogo vio una escalera. ¿Era algo metafórico como la escalera bíblica de Jacob que conectaba el cielo con la tierra? ¿O se trataba literalmente de una escalera? Ninguno de los tres podía saberlo en ese momento. Sin embargo, lo que más la inquietó a Diana fue la visión final: “Vos vas a ser famosa”. Ella sonrió. Su sueño era ser escritora. Pero el hombre fue tajante: “No vas a escribir libros. Vos vas a salir en la televisión, en los diarios, en la radio. Es por otra cosa”. 

De las cuatro predicciones que las amigas oyeron esa tarde de 1985, ocho años y diez meses antes de que explotara la bomba en la AMIA, tres se cumplieron. Aunque no, aún no había manera de saberlo. 

***

La primera vez que entraron al departamento dijeron “es este”. Tiene sentido. En el primer piso ubicado entre dos médanos, en una localidad turística de la costa atlántica, la luz natural encandila. Uno de los ventanales del living da al mar y eso es lo que enamoró a Diana Wassner y a su segundo marido, Enrique Burbinski, cuando, hace un año y medio, alquilaron este departamento al que viajan seguido desde Capital Federal, donde residen. En el balneario se instalaron todo el verano del 2024 y no se movieron de ahí, con la excepción del viaje de emergencia que Diana tuvo que hacer a México los primeros días de febrero por la muerte de su padre, a los 96 años. El departamento es refugio de familia y amigos. Como Claudia, la amiga con la que fue al astrólogo, y que ahora está sentada en el sillón con un vestidito fresco, floreado y una computadora Mac sobre sus piernas cruzadas. Son casi las dos de la tarde del jueves 22 de febrero de 2024, la mesa está servida para cuatro. Diana tiene una musculosa deportiva rosa fluorescente, un short negro, sandalias con velcro, anteojos oscuros, un rodete en el pelo. Es curioso verla así, liviana, con ropa de verano. Ella aparece en los diarios, en la radio, en la televisión, tal como vaticinó el astrólogo, cada 18 de julio, abrigada, porque es pleno invierno cuando se conmemora el aniversario del atentado a la AMIA. 

Diana perdió a su primer marido, Andrés Malamud, el arquitecto que llevaba adelante las reformas en el edificio ubicado en Pasteur 633. Desde 1994, ininterrumpidamente, Diana es la oradora principal del acto y una de las referentas de Memoria Activa, el colectivo que se conformó por fuera de las instituciones judías para reclamar justicia. En cada aniversario, los actos de Memoria Activa frente a los Tribunales son un ritual necesario que se repite de manera performática, una y otra vez. No importa si es 1998, 2005 o 2019. En un escenario montado ad hoc, con un micrófono de pie y un cartel en el que se leen los años que pasaron desde el atentado, alguien toca el Shofar, el cuerno milenario, y luego se leen los nombres de las 85 víctimas al grito seguido de “presente”. Un invitado que puede ser un periodista, un abogado, un intelectual, un artista, un rabino, pronuncia un discurso. Por los altoparlantes suena la canción “La memoria”, de León Gieco. Y finalmente habla Diana. Con su vozarrón inconfundible, áspero, punzante, dice: Llevo 25 años parada en el mismo lugar, o dice: En este mismo lugar, a esta misma, hora hace 24 años todo era horror, o dice: Hoy, como cada 18 de julio hace 29 años, nos volvemos a encontrar en el frío de la plaza Lavalle. No importa si es 1999, 2007 o 2018, Diana repite palabras como justicia, olvido, memoria, impunidad, Estado ausente, encubrimiento, resistencia, lucha, desesperanza, incredulidad. Pronuncia nombres como Menem, Beraja, Galeano, Canicoba Corral, Mullen y Barbaccia, Telleldín, Ribelli, Nisman, Anzorreguy. Cuando termina el acto, algunos medios de comunicación la entrevistan. No importa si es 1995, 2004 o 2013, ella declara: Es muy doloroso saber que tenemos en nuestras casas una silla vacía o un año más, es increíble que estemos acá, pero seguimos en la lucha. Todo se repite como en un ritual necesario, una y otra vez. 

Ahora, en este refugio de la costa, el acto por los 30 años de la AMIA queda lejano. El frío también queda lejano y lo que hay que disfrutar son las tartas con ensaladas que Enrique y Diana apoyan sobre la mesa en este día cálido, soleado. En el almuerzo se habla de series y películas, de los beneficios de ir a un club, de cómo se llevan los tres hijos de Enrique con las dos hijas de Diana y las cinco nietas que ahora comparten. Se planifica la tarde: Diana irá a una clase de pilates, a tomar mate a la playa con Claudia, a comprar pollo para la cena. Apenas unos minutos después de almorzar, mientras toma un café negro con edulcorante que Enrique lleva al balcón en una bandeja, ante un silencio atronador que solo interrumpen algunos pájaros, Diana, con la voz un poco más pulida porque hace siete años dejó de fumar, dice: 

—A mí me encanta la playa, es mi lugar en el mundo. Con Andrés decíamos que cuando fuéramos viejitos íbamos a vivir frente al mar. 

***

El 18 de julio de 1994 a las 9:53 Diana estaba impaciente esperando a que viniera Sara, la empleada que cuidaba a sus hijas para que ella pudiera irse a trabajar. Desde 1987 tenía un cargo en un sector administrativo del Conicet. Esa mañana, Andrés salió temprano a trabajar y le dio un beso a su mujer que aún dormía. Ese era el pacto que tenían, aunque ella estuviera dormida, él estaba obligado a darle un beso. Ese lunes comenzaba la segunda semana de las vacaciones de invierno, entonces Débora, de 5 años, y Astrid, de 2, también dormían porque no había clases. A las 9:53 Diana escuchó una explosión. El estruendo fue tan fuerte que salió al balcón que daba al pulmón del edificio. Creyó que había ocurrido algo dentro de su propia vivienda. No vio nada, cerró la ventana y volvió a su estado de impaciencia ante la tardanza de la niñera. Lo que sonó a continuación no fue el timbre, sino el teléfono. Era Gustavo, el mejor amigo de Andrés. Se habían conocido en la adolescencia cuando iban juntos al colegio secundario Otto Krause, pero además participaban en los movimientos juveniles judíos progresistas. Gustavo le preguntó si sabía dónde estaba su marido. Diana se sorprendió con la pregunta. Dónde iba a estar a esa hora si no era en el trabajo. “¿Pasó algo?”. Gustavo desvió la respuesta. “Nada, nada, como no lo encontré en el Movicom, quería saber dónde estaba”. 

—Mientras hablaba con ella, me di cuenta de que no sabía nada. Intenté no alarmarla, pero ya era demasiado tarde —reflexiona Gustavo una tarde, desde su casa en Madrid, donde vive desde hace veinte años. 

Sara seguía sin llegar, pero el llamado de Gustavo la preocupó. Diana prendió la radio y la noticia de que algo había pasado en la AMIA —aún nadie precisaba qué— era lo único de lo que se hablaba. Marcó el teléfono de Andrés, pero no pudo dejarle un mensaje en el contestador. La casilla ya estaba llena. Ella no estaba segura de que Andrés estuviera ahí. Tenía varios trabajos y no todos los días tenía que ir al edificio de la calle Pasteur. No podía seguir esperando. Bajó hasta el primer piso, tocó el timbre de la vecina y le pidió que cuidara a las nenas hasta que llegara Sara. Paró el primer taxi que encontró y le indicó que la llevara a la AMIA. Eran diecisiete cuadras desde su casa, pero el chofer la alcanzó hasta donde pudo. Diana se bajó y vio el aire enrarecido. Polvo, escombros, esquirlas de vidrio. Los gritos de la gente se mezclaban con el sonido de sirenas, de ambulancias, de policías, de bomberos. Caminó perdida y comenzó a acelerar el paso. Trotó, después corrió, hasta que llegó a la esquina del edificio. Quiso pasar del otro lado, pero no se lo permitieron. 

—Era como una guerra. Imaginate eso. Como si hubiera habido una guerra — dice Diana. 

Ella siguió caminando, entró a una panadería y pidió un vaso de agua. Temblaba. Mientras intentaba pensar cómo saber si su marido estaba dentro de la AMIA, tuvo una idea y corrió al estacionamiento de la calle Tucumán. Llegó sin aliento y lo vio. Vio el Fiat Regatta blanco, el mismo en el que la noche anterior habían vuelto del club en Tigre, escuchando a todo volumen el cassette de “Vivitos y Coleando”, la obra infantil de Hugo Midón. Cinco días después, el viernes 23 de julio, el cuerpo de Andrés apareció entre los escombros. 

Con el tiempo, con testimonios de sobrevivientes, pudo reconstruir lo que pasó: a las 9:53, Andrés estaba sobre una escalera. ¿Pensó en ese momento en la predicción que había hecho el astrólogo ocho años y diez meses antes? 

—Por algún motivo extraño, el fin de semana anterior había sido especial. No sé bien por qué o solo lo recuerdo como especial. De repente, Andrés se paró y me dijo: “¿Cómo se puede querer tanto a alguien? ¿Es posible?”. Eso me quedó sonando y pensé: ya nadie me va a querer como él me quería.

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Una Moneda al Aire: Una Semana Después de la Batalla en el Senado

Una Moneda al Aire: Una Semana Después de la Batalla en el Senado

La semana pasada, el viernes 11 de julio, la jornada estuvo cargada de trascendencia, y es fundamental analizar cada una de sus aristas para comprender el panorama actual. No nos referimos, claro está, al retorno de Paredes a Boca, sino a las votaciones que tuvieron lugar en el Senado de la Nación. Examinemos qué balance…

Karina no le quiere dar el 75% de la lista a intendentes del PRO y tensiona el acuerdo

Karina no le quiere dar el 75% de la lista a intendentes del PRO y tensiona el acuerdo

 

Karina Milei está obsesionada con pasarle la motosierra al poder territorial de los intendentes del PRO y se niega a darles el 75% de la lista de concejales, condición que se había incluido en el acuerdo inicial que, ahora, cruje a horas del cierre.

Semejante postura puede ser determinante para algunos intendentes que vienen amenazando con irse del frente libertario, tal como ya lo hicieron Javier Martínez (Pergamino) y Diego Reyes (Puan).

El mayor grado de intransigencia de la hermana presidencial está en los municipios gobernados por aquellos alineados a Jorge Macri, entre los que aparecen Soledad Martínez (Vicente López), Pablo Petrecca (Junín) y María José Gentile (9 de Julio).

A ellos, se suma el caso de Campana, donde los libertarios no le perdonan a Sebastián Abella (que responde a Diego Santilli) el hecho de hacer público su voto por Sergio Massa en el ballotage.

El temor que aparece en algunos municipios es el factor gobernabilidad. De eso se habló mucho en las reuniones de intendentes PRO con Cristian Ritondo, previo a oficializarse el frente.

 “Pero ¿cuánto te cuesta comprar a estos cachivaches?, no rompas las bolas”, le dijo un alto dirigente que promueve el acuerdo a otra figura del PRO que desconfía de lo que puede llegar a venir si los intendentes aceptan las condiciones de Karina y el ingreso de varios concejales libertarios. 

El planteo abre interrogantes sobre lo que puede llegar a pasar en los concejos deliberantes frente a un escenario donde la mayoría oficialista quede condicionada al voto de los concejales libertarios y cómo ellos podrían hacer uso de ese poder.

A primeras luces, no resulta una preocupación disparatada. Por caso, en 9 de Julio los concejales de LLA quisieron destituir a la intendente Gentile e hicieron dos denuncias penales en su contra.

Como fuere, la avanzada de Karina está generando fuertes discusiones en el PRO, donde revelaron a LPO algunos cruces para graficar la tensión que domina la interna amarilla.

Relegados por Karina, los intendentes del PRO amenazan con un éxodo de las listas libertarias

“Pero cuánto te cuesta comprar a estos cachivaches, no rompas las bolas”, le dijo un alto dirigente que promueve el acuerdo a otra figura del partido que desconfía de lo que puede llegar a venir si los municipios PRO aceptan las condiciones de Karina.

Dentro de los que quieren terminar con las tensiones y cerrar el acuerdo creen que hay intendentes que exageran los riesgos y sobreestiman a los libertarios locales que juegan con Pareja, a los que ven de rápida absorción una vez que asuman sus bancas.

El intendente de Pergamino rompe el acuerdo con los libertarios y se va con los Passaglia 

A pocas horas del cierre, la desconfianza de varios intendentes no desaparece y no es un tema menor ya que en el reglamento del frente, a diferencia de los municipios sin tierra donde pueden avalarse las listas solo con la firma de los apoderados libertarios, en el caso de los municipios PRO, los apoderados son dos para cada lado.

De persistir las diferencias en las próximas horas, algunos aseguraron a LPO que se irán y que, para eso, ya tienen alternativas, entre listas locales y otras alianzas.