Los otros países europeos que pidieron energía y la tuvieron gracias a la UE
“Después de esto, solo puede venir la guerra”, comenta un grupo de vecinos en el barrio madrileño de Quintana agazapados en torno a una radio. Pasadas un par de horas, seguían en la misma postura, pero ahora hablaban preocupados sobre el criticado kit de emergencia de la UE. El apagón del pasado lunes 28 de abril que dejó sin electricidad a la península ibérica venía a recordar algunas lecciones, aprendidas o no, de la guerra de Ucrania, como que detrás de una crisis energética puede haber algo más grande.
Aún así, con la restauración de la red, la calma dio paso a muchas preguntas: ¿Por qué no afectó a más países? ¿Por qué en Portugal se restableció antes el suministro? Si nosotros dejamos de funcionar, ¿los demás también? Las respuestas están en la red de interconexiones.
Según define Red Eléctrica Española, se trata de un sistema que conecta redes eléctricas de distintos países, permitiendo así el intercambio de electricidad. En Europa, esta es clave para garantizar la estabilidad del suministro, mejorar la eficiencia energética y facilitar la integración de energías renovables. Sin embargo, esta red es más conocido por su comercial como parte de la realidad de exportaciones e importaciones.
Desde su creación en 1993, la Unión Europea ha regulado y diseñado el marco común del mercado eléctrico europeo a través de los conocidos como ‘Energy Packages’, que buscaban no solo unificar las condiciones de este sino también fortalecer la seguridad energética del continente. Eso sí, durante fenómenos extremos como olas de calor, apagones masivos o conflictos bélicos, estas interconexiones entre torres de alta tensión permiten que un país pueda atender rápidamente a las naciones con las que comparte frontera. Así, la solidaridad energética se posiciona como concepto clave en la estrategia de la UE para garantizar este suministro energético seguro y sostenible hasta en situaciones de crisis.
“Estas interconexiones se convierten en carreteras donde los flujos cambian la dirección habitual para ser vía de apoyo en situaciones de riesgo”, explica José Antonio Aguado, Catedrático y Director del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Málaga. De esta forma, el mismo sistema que se utiliza para exportar e importar energía, sirve como abastecimiento.
Dependencia, para lo bueno y lo mal
A lo largo de la historia de la Red de Interconexiones Europeas se han dado numerosas situaciones donde la solidaridad energética ha demostrado ser la base de la seguridad. El más reciente, la asistencia de Marruecos y Francia a España durante el mencionado apagón del pasado 28 de abril. En un principio, el gestor francés RTE anunció que estaba preparado para apoyar a España con 950 MW, pero aumentó su asistencia a medida que la situación lo requería, llegando finalmente a los 2.000 MW, mientras Marruecos llegó a movilizar hasta el 38% de su capacidad de producción.
“Se trata simplemente de aumentar la producción, mientras la propia nación asegure su propio abastecimiento. No se trata de un excedente”, explica Aguado. Aún así, matiza que las actuaciones pueden ser más eficientes en función de la previsión de estos eventos, pero que en ningún caso existe una reserva que sirva para operar en caso de emergencia, sino que se produce en mayor o menor medida en función de las necesidades.
El reto que tiene España: ¿cómo hacer frente a la demanda eléctrica que habrá en 2030?
EC Brands
Por ejemplo, en 2018, ante el pronóstico de una bajada masiva de temperaturas, España exportó energía a Francia de forma excepcional para evitar el colapso de la red gala. Por el contrario, el verano de 2024 y sus altas temperaturas hicieron saltar las alertas en los Balcanes, pero un corte de luz en Montenegro se adelantó. La red eléctrica montenegrina se había estado sobrecargando durante días debido al consumo excesivo y el uso de aire acondicionado, lo que produjo inestabilidad en el abastecimiento en zonas como Croacia, Bosnia y Albania, quienes comparten aún conexiones desde la década de 1990.
El caso de los Balcanes dejó en evidencia la dependencia interna entre los propios países que conforman una red eléctrica. Sin embargo, lo que hace que el vecino no se apague, explica el experto, es un “proceso complejo” donde entran en acción varios factores: “La reposición de servicios para evitar que haya otro apagón debe hacerse por etapas, tanto para ir equilibrando entre demanda y generación como para no saturar. Además, debe ser una respuesta coordinada, que no espontánea, entre operadores nacionales y países vecinos”. Por eso, y para evitar el contagio, lo primero que hicieron los franceses fue “desenchufarse” de su vecina España y, una vez estabilizados, servir de ayuda.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F884%2Fd97%2F838%2F884d97838fe182b3d3a82fbe4929f1f4.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F884%2Fd97%2F838%2F884d97838fe182b3d3a82fbe4929f1f4.jpg)
Pero, ¿existe un protocolo? En 2003, Italia sufrió un apagón causado por el sobrecalentamiento de una línea eléctrica aérea. En ese momento, el 17% de la electricidad del país era importada, informa la periodista italiana Marta Abbà. Aunque Italia siguió los procedimientos establecidos, la respuesta lenta de Suiza, junto con fallos de coordinación, agravaron la situación.
Después del incidente, se revisaron los protocolos de seguridad tanto a nivel nacional como europeo. Se implementaron sistemas innovadores de seguridad energética que permitieran monitorear el comportamiento de las redes eléctricas europeas y detectar fluctuaciones que podrían anticipar apagones o sobrecargas, similar a cómo se detectan terremotos. “Para manejar mejor futuras emergencias es esencial diversificar los recursos energéticos y distribuirlos geográficamente y por tipo”, matiza Maurizio Delfanti, ingeniero energético del Politécnico de Milán.
En la actualidad, la prioridad de Italia en relación con Francia y Suiza es asegurar un suministro continuo. EDF (Francia) tiene acuerdos con ENEA y otras entidades italianas, incluyendo colaboraciones en pequeños reactores nucleares.
La guerra cambió las prioridades
Esta cooperación no solo se da de manera interna. La guerra en Ucrania cambió el paradigma de esta respuesta ante emergencias en dos sentidos: se estableció un suministro a un país externo a la UE y se planteó el reto ante un posible desabastecimiento como respuesta de Rusia.
Sin apoyo externo, el sistema eléctrico ucraniano habría colapsado, según informa el periodista ucraniano Sergiy Sydorenko. Desde entonces, la red europea se ha convertido en su principal salvavidas energético. En junio de 2024, tras nuevos ataques rusos, las importaciones eléctricas desde países de la UE alcanzaron el máximo técnico permitido de 1,7 GW diarios. La UE ya ha autorizado elevar esa cifra a 2,1 GW en caso de necesidad, aunque por ahora solo se han activado suministros más modestos de forma regular.
Aunque no forma parte de la UE, su red eléctrica está conectada desde 2022 al sistema continental ENTSO-E, una integración que logró justo antes de la invasión rusa. Durante años, el país buscó esta conexión para exportar su excedente energético, apoyado en su fuerte capacidad nuclear. Pero la guerra invirtió el flujo: “El ejemplo más claro de la eficiencia de la red de interconexiones en situaciones de apoyo fue el de Ucrania”, confirma Aguado.
A la par, Europa sufría la presión de una Rusia que evidenció el grado de dependencia energética de las importaciones en el continente. Según el Consejo Europeo, en 2023, la tasa de dependencia energética, parámetro que indica la proporción de energía que la Unión Europea (UE) importa para satisfacer su consumo total, fue del 58%. Esto significa que cerca del 60% de la energía consumida en la UE provino de importaciones netas.
Este nivel de dependencia varía significativamente entre los Estados miembros: mientras que países como Malta (98%), Chipre (92%) y Luxemburgo (91%) presentan altas tasas de dependencia, otros como Estonia tienen una tasa mucho más baja, del 3%.
“Cada país debe tener su propia red y fuentes variadas, manteniendo reservas para infraestructuras críticas”, destaca Delfanti como clave para sobrevivir en un contexto donde se sabe que existe tanto dependencia como interconexión.
La asignatura pendiente
Precisamente es la calidad de estas infraestructuras la que determina la respuesta. Ya no solo a nivel de capacidad de cooperación, sino en su uso comercial. El ejemplo más claro está en Europa Central. Durante las inundaciones de 2013, aunque no se llegó a un colapso de la red por la propia capacidad de Austria y Alemania, no pudieron suministrar energía a República Checa para restablecer la red. Sin embargo, no fue hasta 2015 cuando la Agencia de Cooperación de los Reguladores de la Energía (ACER) de la Unión Europea reclamó un procedimiento coordinado de asignación de capacidad en la frontera entre Alemania y Austria.
Mientras la República Checa cierra sus centrales de carbón, ČEPS, el proveedor de la red checa de transporte de electricidad, invierte en reforzar su conexión con Alemania, informan desde el medio checo Denik Referéndum. Detectan que en esta interconexión de la Europa Central no dispone de capacidad de refuerzo para la “Reserva de Contención de Frecuencia”, que permite compensar rápidamente las fluctuaciones de frecuencia.
Resulta crucial este refuerzo ya que las únicas fuentes de apoyo llegan entre países que comparten frontera. De esta manera, la limitación geográfica rivaliza con la limitación de la propia red. En el caso de España, al contrario de Europa Central, se da la situación de que es una isla energética, con apenas un 3% de conexión con Europa.
“El problema es que la red también es limitada”, explica Aguado. Por un lado, España no puede recibir energía de Alemania. Al no compartir frontera, esta debería transmitirse entre países hasta llegar a la península, por lo que necesitaría de más esfuerzos. Y, por otro, el tamaño de la línea eléctrica “es muy pequeña comparado con la demanda en situaciones de emergencia”, por lo que por mucho que Francia pudiera habernos dado más, la capacidad de transmisión no lo permitiría. “Los niveles de integración siempre son mejorables”, sentencia Aguado, aunque valora positivamente la eficiencia actual del sistema.