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¿CUÁNTOS KILOS PESA LA ANSIEDAD?

Miles de lenguajes para expresar las mismas ideas

Miles de comidas para satisfacer la misma hambre

Una moda cada temporada para cubrir al mismo cuerpo

Miles de diversiones para disipar el mismo aburrimiento

 

¿Nerviosismo? ¿Inquietud? ¿Estrés? Decir casi lo mismo, como el título de un libro sobre traducción de idiomas (propias novelas) de Umberto Eco…
Nos aproximamos al mayor padecimiento de los seres humanos en la esfera de la salud mental. Ahora, ¿porqué? Nos podríamos preguntar. A lo largo de la evolución humana nuestro cerebro se ha complejizado, obligándonos a adaptar a las condiciones reinantes, que por cierto se han tornado también más complejas. Desde dedicarnos inicialmente al nomadismo con la recolección y la caza como eslabones de la supervivencia, hasta pasar al sedentarismo en donde se potenciaron la agricultura y la ganadería, para arribar luego de miles de años a la era de las luces y el florecimiento de la ciencia, llegando así a la revolución industrial y posteriormente a la informatización de un planeta globalizado. En consecuencia, nos vimos obligados a la realización de multitareas que promovieron (y promueven) que la ansiedad desconozca sus propios umbrales.


Para metaforizar aquello que llamamos casi de la misma manera, podemos decir que, el nerviosismo: ¿es un sismo en donde los nervios expresan un cambio en las placas tectónicas de nuestra mente? Y la inquietud: ¿es el reflejo de una aceleración desproporcionada que nos conduce hasta los recodos del mismo miedo? Y el estrés: ¿es un conjunto de sentimientos molestos que nos oprimen tanto desde adentro como desde afuera?


Citando al filósofo Wittgenstein, este expresaba que: “No nos damos cuenta de la prodigiosa diversidad de juegos de lenguaje cotidianos porque el revestimiento exterior de nuestro lenguaje hace que parezca todo igual” .


Instintivamente, los cuerpos se preparan para afrontar la realidad, y para eso, el cerebro comanda las acciones, desde lo psíquico (aumento de la concentración y alerta, activación de la memoria, de los sentidos, del pensamiento) hasta lo físico (los latidos se apresuran, la respiración aumenta su frecuencia y el alerta motor se despierta del letargo nocturno). Los animales (entre ellos el ser humano) deben poseer las defensas necesarias para mantenerse en pie…, y esto es: atacar o huir. En síntesis, la ansiedad nos ayuda para lidiar con lo cotidiano. 


Ahora, ¿cómo un fenómeno defensivo que nos prepara para afrontar la realidad se torna en contra nosotros? Es así que surge la ansiedad patológica, en donde el miedo y las reacciones psico-físicas ya no tienen un objeto o son desproporcionadas a las circunstancias, dejando al individuo limitado para realizar las actividades habituales, así como también para relacionarse con los demás. Una estrecha relación surge con las enfermedades autoinmunes, en donde las células que habitualmente defienden a los organismos de infecciones u otras agresiones, empiezan a atacar a las propias células. De hecho, en los últimos años el sistema inmunológico se lo relaciona activamente con la ansiedad y la depresión, siendo estados principalmente pro-inflamatorios.


Es cierto, la ansiedad, aunque no se pesa en kilogramos, puede pesar figurativamente como una carga de malestar, y disrupción de nuestras vidas, y nosotros ya no poder controlarla. Y es aquí que, la complejidad causal se combina para que esto suceda, o sea, aparecen factores causantes como son: lo genético, las condiciones emocionales y de personalidad, y las socio-político-culturales-económicas, así como también ambientales.


La complejidad que genera esta ansiedad desbordante, o patológica llamémosle: ataque de pánico, fobias, ansiedad generalizada, entre otras; irrumpe para alterarnos la adaptabilidad a un sistema de creciente complejidad,  llevando esto a que sea abordada por diferentes áreas de una manera multidimensional e interdisciplinaria, o sea, desde la Medicina, Psicología, Terapias alternativas, Trabajo Social, así como también por políticas de salud que resguarden el bienestar social.


Buscar diferentes herramientas para contornear a la ansiedad displacentera, errante o patológica (desde las psicoterapias, hasta lo psicofarmacológico, pasando por las terapias alternativas, etc.) requiere de una disposición para la adaptabilidad que, como decíamos con anterioridad, se ha tornado cada vez más compleja, sobre todo, por un mundo promotor de cambios abruptos, y en sí: ansiógenos o generadores de una abrumadora ansiedad. 

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