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CAMBIO DE PARADIGMA: REVOLUCIONÁ TU CIUDAD

Es de público conocimiento que la chimenea Fioravanti, uno de los símbolos históricos de la colonia ítalo-argentina que fundó nuestra ciudad fue derribada. Desde 1932 se mantuvo erguida en un punto neural de la ciudad. Se construyó solo ocho años después del arribo de los primeros inmigrantes que llegaron a la región. Su esencia era, el reflejo de la historia de los pioneros colonos italianos. Fue la primera fábrica de conservas de la Patagonia, en ese entonces solo existían en el país cuatro de su tipo.

La finalidad de la creación de la colonia fue la de asentar un núcleo poblacional de inmigrantes italianos en una zona de baja densidad demográfica. Esta escasa cantidad de habitantes en la Patagonia no era casual, décadas atrás, el ejército argentino había eliminado con violencia extrema, a los primeras personas que habitaron nuestra región. Se vació un desierto no vacío, se vació de civilización, con el fin de allanar el camino para instaurar la civilización moderna y de esta manera también, beneficiar a determinados sectores de la sociedad argentina.

Eliminando la existencia de la población indígena, es que se construyó el vacío y, consecuentemente, el desierto. En torno a esta fundamentación se materializaron los proyectos de apropiación territorial en manos del Estado. Sobre la nada, se impuso la estatalidad. Se colocó fuera de discusión al indígena y se situó el desierto como un escenario óptimo para la civilización. Una “limpieza étnica de manual”. Un genocidio y un etnocidio institucional. Así se borró la primera huella, la de los pueblos originarios patagónicos, sus símbolos y sus costumbres.

En Villa Regina nos empecinamos, de manera progresiva y sin violencia, en repetir el proceso de supresión cultural, fuimos borrando poco a poco la historia de nuestros colonos. La segunda huella de nuestra tierra, ya es amorfa. Son pocos los símbolos y costumbres que nos quedan para recordar a quienes fundaron la ciudad, que huyendo de la guerra se asentaron en la zona, crearon una colonia frutícola y marcaron el camino.

El Indio Comahue aún se mantiene en eterna vigilia. Siguen vigentes las festividades que como tales están condenadas al recuerdo en una fecha exacta, como la fiesta de la vendimia y del inmigrante. La arquitectura que mantiene el estilo de época es escasa. Las chacras, recuerdo tangible de los gringos, tiene mejor funcionalidad  en el loteo, la realidad económica convierte en válida la postura, la histórica se desangra en base a ello. Poco nos queda de su cultura.

Los cambios culturales son lascivos, la Campaña del Desierto, por ejemplo fue un fenómeno de aculturación, violentó la implementación de una cultura sobre otra. Luego, con la llegada de los inmigrantes se dio una transculturación donde se abrazó la cultura proveniente de Italia. Hoy el tiempo nos sitúa en el momento justo para un nuevo cambio cultural, un nuevo paradigma. Las generaciones mayores que aún añoran Italia, que sueñan con el Río Negro desembocando en el Adriático, son las mismas que se encargaron de enajenarnos de la cultura Tana y son los que aún lideran los núcleos duros que rigen la vida de nuestra ciudad.

El proceso de enculturación entre generaciones, está quebrado. Allí, radica el resquicio para rechazar y modificar los factores socioeconómicos impuestos y reacondicionar la coyuntura política actual reginense. ¡No es utópico!. Es tan cercano como sencillo. Creá, modificá, imponé nuevos matices culturales a la ciudad. Desde tu profesión o vocación, todo es posible.

Si las huellas del pasado se erosionaron (por acción o inacción), es momento de volver a pisar fuerte, con el ímpetu de los jóvenes. Tomá la lanza. No te quedes en la retórica de la protesta por redes sociales. La evolución está en la acción física real, en el pragmatismo posterior a la idea. Activá. Hacé historia. No para que Regina vuelva a ser lo que era. Si no para que sea mejor de lo que alguna vez fue. Revolucioná tu ciudad, es el momento.

 

LA TAPA-EMILIANO MARTÍN PICCININI

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